El mito de Danae ha sido una fuente inagotable de obras de arte. Hoy nos ocupamos de una muy austriaca y muy famosa.
8 de Junio.- En la actualidad, el uso de imágenes en movimiento o fijas para provocar la excitación sexual (vamos, el porno) es algo que está al alcance de todo el mundo. Incluido de aquellos que no debería, como los niños. Sin embargo, en aquellos tiempos en los que Europa entera era una teocracia como hoy puede serlo Irán, el “pajaporte” solo se lo podían sacar aquellos que pagaban.
Los reyes españoles, por cierto, fueron muy activos en este sentido. Muchísimo antes de que Alfonso XIII se convirtiera en un exitoso productor de esas películas de las que solo se ve un cuarto de hora, sus antepasados, los Habsburgo, habían reunido una buena colección de “mitologías”. Esto es, porno, pero fino. Hoy, esas “mitologías” cuelgan en el Museo del Prado y la mayoría de la gente no se da cuenta de que aquellos cuadros se pintaron para alegrarles la vista a varones, blancos y heterosexuales. Claro, para engañar un poco a la iglesia, había que acudir a pretextos más o menos intelectuales (aunque, en aquella época, los curas no brillaban precisamente por su castidad) y el campeón de esos pretextos, queda dicho, eran los mitos. En particular los griegos y los romanos.
En el Prado cuelga una Danae, de Tiziano. Muestra a una mujer rubia y desnuda, tendida lánguidamente en un lecho de sábanas algo revueltas. La acompaña una fámula bastante más vulgar de aspecto pero, por lo que se ve, más viva de entendederas (la mujer rubia, quizá obnubilada por lo que le está pasando en la entrepierna, tiene la mirada perdida y algo vacuna). La fámula, entre tanto, tiende un paño con el que trata de recoger migajas de lo que está lloviendo del cielo. O sea, el tercer elemento de la imagen, una lluvia de monedas de oro. Y es que, queridos lectores, Zeus, encaprichado de Danae, se había transformado en lo que ella deseaba más: o sea, en oro y hecho monedas le estaba estimulando el chichi.
El motivo de Zeus y Danae tiene otra representación ilustre. Gustav Klimt, como el mítico rey del olimpo, era un follarín de la pradera. Así que debió de sentirse muy identificado con el Dios y pintó una Danae pelirroja y mucho más carnal que la de Tiziano.
Se trata de un cuadro famosísimo que tiene otro asunto de particular y es que es de los pocos cuadros “gordos” de Klimt que se encuentra en manos privadas. Concretamente en manos de la familia Dichand.
Hans Dichand, el patriarca y editor del Kronen Zeitung (fallecido en 2010) fundó una colección de arte de la que no se sabe demasiado. Se sabe, eso sí, que la Danae de Klimt se encuentra entre las obras que fueron de su propiedad.
Cuando Dichand murió sus posesiones, incluyendo las obras de arte, fueron a parar a manos de su mujer y sus hijos.
Hace un año murió Helga Dichand, la viuda, y hubo que poner en orden otra vez las propiedades de la familia.
Una de las hijas de Dichand anunció que quería apartarse de la gestión directa del grupo al que pertenece el Kronen Zeitung así que, como pasa en todas las casas, se puso a negociar con sus hermanos una compensación.
Parece ser que pidió la Danae (para poder venderla, naturalmente) a cambio de renunciar a las futuras ganancias que pudieran generar sus acciones en el Kronen y adláteres.
Según informan medios austriacos, el trato parece haberse cerrado con lo cual es muy posible que la Danae de Klimt vaya a salir al mercado pronto.
Una obra de esas características es muy difícil de tasar, pero se piensa que, bien subastada (por ejemplo en Christie´s o en Sotheby´s, los dos templos de las subastas) podría alcanzar los 150 millones de euros, con lo cual la señora Dichand no tendría que ocuparse nunca más del precio al que están los tomates.
No solo es un cuadro de Klimt, lo cual es ya un punto muy a su favor, sino que es de los pocos de su “época dorada” (o sea, de cuando usaba pan de oro) que no pertenecen a ninguna institución pública (es extremadamente improbable que el Belvedere venda en algún momento El Beso, por ejemplo). En tiempos tan turbulentos como estos, un cuadro así es una inversión tan segura o más que comprarse el equivalente en lingotes de oro, con la ventaja de que es mucho más fácil de transportar.
Si Danae hubiera sido más lista, lo mismo le hubiera pedido a Zeus que se transformase en cuadro.
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