JJ en La Revuelta

El lunes se produjo un encuentro. Austria y España en el mismo plató de televisión.

 

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12 de Junio.- Preocupados como estábamos por los terribles sucesos de Graz, no tuvimos tiempo de hablar de un pequeño acontecimiento que unió mis dos países: el de nacimiento y el de adopción. Y es que JJ, el ganador del festival de Eurovisión de este año visitó La Revuelta en donde fue entrevistado por David Broncano, el presentador.

Durante la entrevista, Broncano dejó patente que su posición en la televisión española actual no es casualidad. Es un disfrute verle en acción, interpretando un papel que tiene puntos de conexión con lo que es Broncano pero que, sobre todo, es una creación personal suya, cosa de la que mucha gente no se da cuenta.

Broncano, un poco también como Buenafuente, ha creado un personaje que es la versión mejorada del amigo con el que todo el mundo quisiera irse de copas. Y lo maravilloso, lo brillante de ese personaje, es que es, al mismo tiempo, tu vecino de al lado y, como sucedía con otra grande, Carmen Sevilla, un modelo aspiracional. Es un personaje que maneja mejor que bien las claves del trato social español. Ese “puntito” irónico y juguetón, pero sin hacer sangre, que aparece en cuanto dos españoles se encuentran, y que es muy difícil de definir exactamente. Es ese impulso constante que todo español siente ante una realidad agresiva (o ante la realidad, a secas) de hacer bromas para relajar la tensión. Bromas que limitan por arriba con el sarcasmo, pero que por abajo no tienen más límite que el juego de palabras, el premio que consiste en crear complejidad con el prójimo.

Daré algunos ejemplos: Broncano habla inglés, de hecho, habla muy buen inglés, como demostró con JJ, pero se cuida muy bien de pronunciarlo bien cuando está en el plató de televisión. Lo pronuncia “a la española” aún a riesgo de que sus invitados, en este caso JJ, no le entiendan. Porque él sabe que su público objetivo, o sea, esos chavales que juegan un partido de futbito los domingos y luego se van de vermús, si pronuncia demasiado bien, con un acento demasiado próximo al de un nativo, puede tomarlo como un prurito clasista o pedante. O, directamente, pueden reirse de él.

Broncano es un tipo con una cultura general bastante respetable -de hecho, durante la conversación, se notó perfectamente que había estado en Viena y que conoce la ciudad- pero se las arregló siempre para introducir esas alusiones bajándolas siempre tres tonos. O sea, con eso que los ingleses llaman “understatement”. Les gasta bromas a los invitados procurando no hacer daño. Nunca queda por encima de nadie, usando los dobles sentidos que uno utiliza cuando está en confianza. Por ejemplo, JJ le regaló Mozartkugeln (“bolas de Mozart”) y los dos empezaron a hacer chistes a propósito del obvio doble sentido de las bolas y de tenerlas en la boca.

Otro punto que se manifestó en la conversación con JJ y que a nosotros, los españoles que vivimos en Austria, nos resuenan mucho, es el impulso irrefrenable de tomarle el pelo a los extranjeros viendo cómo reaccionan ante cosas típicamente nuestras. Utilizando para eso determinadas cosas contra las que los extranjeros no se pueden defender, como por ejemplo las dificultades de los austriacos para captar uno de los ingredientes fundamentales del humor español: la ironía. Un español dice una tontería muy serio, un austriaco la escucha y, como identifica la seriedad de la expresión, piensa que es verdad. Al español le hace mucha gracia.

Yo siempre pongo el mismo ejemplo. Una mujer española , cargada de bolsas de la compra, le dice a su marido austriaco:

-Tú no me ayudes, que es malo.

El austriaco entiende el mensaje literalmente, sin captar la ironía y, por supuesto, pasa de ayudarla. Si la mujer protesta, el austriaco sufre un cortocircuito:

-Pero tú no me habías dicho que no te ayudase?

Pues eso.

 


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