Dos modelos de civilización se están enfrentando en estos momentos. Más nos vale que gane el nuestro.
16 de Junio.- Lilia Salavatovna Gumerova nació el día 16 de septiembre de 1972 (tiene, por tanto, cincuenta y dos años en estos momentos). Las fotos la muestran rellenita, el pelo rubio artificial, de un color barato; maquillaje discreto, pero no muy favorecedor.Tiene aspecto de madre del AMPA de un colegio de monjas de barrio. Es senadora por Rusia Unida, el partido (o cosa así) de Vladímir Putin. Por Baskortostán,uno de los centros petroleros más importantes de la antigua Unión Soviética. En 2019 fue elegida para el comité de ciencia, educación y cultura del senado ruso.
En 2022, esta mujer votó a favor de la independencia de los territorios que Rusia invadió al principio de la actual guerra de Ucrania. Su decisión le acarreó entrar en la lista de personas rusas sancionadas por varios países occidentales.
Sin embargo, inasequible al desaliento, Lilia se levanta cada mañana dispuesta a hacer Rusia mejor y, por extensión, el planeta. Ella es experta en todo lo que son “auténticos valores” propios de “una persona normal” (son palabras suyas, recogidas por Euronews). Quizá por eso, ha sido la persona encargada de presentar al mundo la resurrección de Intervisión, el festival de Eurovisión soviético que fue mandado al desván de la Historia en 1980.
En esta nueva andadura, y según Gumarova, Intervisión va a promover “la música auténtica”, o sea, que le darán a los cantos regionales, como en tiempos de Stalin. No es la primera vez que los rusos intentan resucitar esa momia soviética. En 2014, después de que Conchita Wurst ganase, Putin se quejó amargamente de la supuesta decadencia moral de occidente y pretendió celebrar un Intervisión en Sochi. La cosa fue como la carrera musical de Jesús Vazquez. O sea, no llegó a prosperar.
En Rusia andan bastante escocidos porque no les dejan participar en el concurso de la UER pero más aún les escuece que, si les dejaran, los rusos podrían ver que hay países en donde la vida no es ni triste, ni gris, ni moralmente miserable. De manera que, como sucedía durante el comunismo, van a hacer una imitación de Eurovisión despojándola de todo lo que le da su carácter que es, principalmente, su libertad. Un poco como cuando esos coros de sacristía cantan cosas cursis y le llaman “pop cristiano”.
Y es que, queridos lectores, oficialmente, la política está fuera de Eurovisión. Sin embargo, la mera existencia de un espacio como el festival en el que, por principio, se esté abierto a realidades vitales que abarcan un ámbito tan amplio, ya es en sí un acto sumamente político, y una bofetada en los morros de gente como esta Lilia Gumerova.
Uno se compadece de los autores de las canciones que tendrán que competir en Intervisión, porque no podrán hablar de política, pero tampoco de sexo; el amor estará reducido, como pasaba en tiempos de los soviets, a lo que mujeres como la propia Gumerova, de esas que tienen varices, los tobillos gordos y el cerebro lleno de tapetes de ganchillo, puedan cantar; como sucede en la Eurovisión auténtica, habrá muchos cantantes gays, pero los pobres JJs que se avengan a participar en semejante pantomima, tendrán que llevar consigo sus armarios, por si las moscas. De momento, el “singues” que va a cantar el representante de Rusia en Intervisión (se celebrará en septiembre) se llama “Mi lucha”, como el libro de cierto cabo austriaco. Así, a calzón quitado. Para qué disimular.
Mientras tanto, el mundo libre, Volodimir Selenski, el Presidente de Ucrania, ha estado hoy de visita de Estado en Viena, junto con su mujer Olena y el Ministro de Exteriores Ucraniano. Ha sido recibido cordialmente por el Bundespresi, Van der Bellen y por su mujer. Durante la visita se han tratado temas que incumben a las dos repúblicas. Principalmente colaboración económica, para cuando tenga que llegar la reconstrucción tras los desastres de la guerra, y para recuperar a los chiquillos que Rusia ha secuestrado y separado de sus familias.
En el Parlamento austriaco, Herbert Kickl ha berreado lo suyo a propósito de la visita. Pero él ya tuvo una, incluso con su tufo a naftalina e Intervisión, cuando vino Orbán.
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