Los espectadores de Motos, los de Broncano y el cambio climático tienen, aunque no lo parezca, algunas cosas en común.
23 de Junio.- El mes de junio que terminará dentro de unos días tiene todas las probabilidades de estar entre los más calurosos de la serie histórica. Hace unos días explicaba yo en este mismo espacio que Austria va a ser uno de los países más golpeados por el calentamiento global y el cambio climático subsiguiente.
Ya nadie pone en cuestión que la única manera de parar el cambio climático es renunciar a los gases de efecto invernadero. Una parte, sobre todo en los países occidentales, se produce por los vehículos que tienen motores de combustión. El coche es quizá el producto industrial más exitoso de nuestra época. Forma parte de nuestro marco mental. Nuestras ciudades están hechas para servir al rey de las cuatro ruedas y hay personas para las cuales la idea de quedarse sin coche supone un trauma tremendo (muchos ancianos austriacos, por ejemplo, que ponen en peligro su propia integridad física y la de otros conduciendo hasta unas edades que se salen de lo prudente).
La teoría (o la esperanza) es que, si todos usamos el transporte público. O lo usamos por lo menos con más frecuencia, la atmósfera nos lo agradecerá.
Hasta ahora los Gobiernos han asumido que haciendo más atractivo financieramente el uso del transporte público, abaratando los precios, por ejemplo, la gente abandonaría el coche y se iría al trabajo o de compras en tren.
¿Ha sido así?
Pues parece que la cosa ha sido una cosa parecida al enfrentamiento entre Pablo Motos y David Broncano. El coche de combustión es Pablo Motos. El transporte público es Broncano. Al principio, la gente pensó que, enfrentados, la gente dejaría un producto mucho peor, Pablo Motos, para hincarle el diente a una fórmula mucho más fresca y más inteligente (Broncano). Lo que sucedió en realidad es que los que veían a Pablo Motos siguieron viéndole (que ya son ganas, la verdad) pero David Broncano movilizó a un público que hasta entonces no había puesto la televisión.
En 2022, durante unos meses, los transportes públicos, con algunas salvedades, fueron prácticamente gratuitos.
Por nueve euros al mes, todo el que quisiera podía hacer viajes en tren. Estaban fuera de la oferta, naturalmente, los trenes de larga distancia. Pero los trenes regionales estaban a un precio prácticamente imbatible.
¿Qué sucedió?
Pues que, evidentemente, se produjo un subidón en el número de viajes durante el periodo de gratuidad de los transportes. Un treinta y cinco por ciento más de personas decidieron utilizar el tren. Eran los telespectadores que encontraban muy simpático a David Broncano, siguiendo el símil de antes. Sin embargo, el efecto beneficioso en la reducción del tráfico rodado no apareció. Los telespectadores que encuentran simpático a Pablo Motos (ya son ganas) siguieron viajando en sus coches que hacían una agradable (para ellos) burrum burrum, y siguieron poniendo la atmósfera hecha un ecce homo.
Cuando se terminó la oferta, las aguas volvieron a sus cauces (pasará cuando La Revuelta coja vacaciones).
O sea, los telespectadores de Pablo Motos seguirán viendo a Pablo Motos, y los que veían a Broncano se dedicarán a otros pasatiempos, como leer libros, interrogarse sobre el sentido de la vida o preguntarse por qué, de entre todas las personas que habitan el mundo, ellos no han tenido la astucia ni la oportunidad de cobrar dinero negro en el caso Koldo.
Estas conclusiones (sin acudir al símil de Broncano y Motos, como es natural) han salido de un estudio recientemente publicado y que pone en cuestión la eficacia de las medidas de abaratamiento de los transportes públicos en Alemania.
¿Y en Austria?
Pues no existen estudios a propósito de la eficacia del Klimaticket, desgraciadamente, que fue una de las medidas estrella de la anterior coalición entre verdes y conservadores. Yo solo puedo hablar de mi experiencia como usuario constante de los trenes austriacos. Desde que se implantó el Klimaticket los trenes van mucho más llenos, pero me da a mí que somos todos espectadores de David Broncano.
Los que ven a Pablo Motos siguen haciendo burrún burrún.
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