Si usted ya está muerto/a de calor, tengo malas noticias. Viene más. Mañana alerta por calor en amplias zonas de Austria.
2 de Julio.- Querido lector, querida lectora: seguramente tiene usted cerca a alguno de sus cuñados o a alguna de sus cuñadas (a este paso, los cuñados van a sustituir a las suegras).
Seguramente son una de esas personas encantadoras que, cuando uno está bañado en sudor y derrengado por las temperaturas, le dicen eso de:
-!Bah, tanto calor, tanto calor! Calor ha hecho toda la vida. Yo soy de verano !Esto es una gloria! Lo malo es el invierno. Ahí sí que no puede uno tomarse una “relaxing cup de café con leche” en una terraza o un vermú con los amigos ¿Cuarenta y cinco grados? Vengan pa´mi cuerpo. Ole con ole y olá. Eso del cambio climático es un asustaviejas.
Este discurso tiene una variante. Si el cuñado (o la cuñada) no quiere pasar por animal (o “animala”) puede ser que haya adaptado un poquito su discurso y que diga:
-No, si yo lo del cambio climático no te lo discuto. Pero tampoco está tan mal ¿No? Qué pasa ¿Que me tengo que sentir culpable porque me guste sentarme a tomarme unos vermús en la calle en diciembre? ¿Por que se abran nuevas rutas de transportes en el polo norte? Además, te digo una cosa: mucho cambio climático, mucho cambio climático, pero se muere más gente de frío que de calor. Además, me ha dicho un amigo mío que tiene un amigo que es científico que cambios climáticos ha habido siempre y que en la edad media cultivaban vino en Islandia.
A mí, personalmente, lo que me termina desquiciando es que, mientras está cayendo plomo derretido del firmamento y el asfalto de la ciudad está hecho un río de lava ardiente, el cuñado, sobre todo si va de listo, termina soltando alguna información “random” y, con una palmada en la espalda, te dice “dato mata relato”.
Y entonces uno piensa, “ya, tus cojones”.
Pero como es una persona educada, se marcha a escribir un artículo para Viena Directo y se pone a dar datos de verdad.
Y este es uno como un puño: mañana, jueves tres de julio, el servicio meteorológico de Austria (su AEMET) ha puesto zonas de Carintia en alerta roja por calor. En concreto las ciudades de Klagenfurt y Villach y sus entornos, así como Völkermarkt, Wolfsberg y Klagenfurt-land.
En toda la parte este de Austria se van a alcanzar mañana, previsiblemente, temperaturas entre los treinta y cinco y treinta y ocho grados a la sombra (valores que, en los felices tiempos de finales del siglo XX) solo se conocían en Sevilla.
La agencia meteorológica austriaca recomienda a las personas estar atentas a las indicaciones de protección civil y alerta de la posibilidad de graves daños por el calor extremo.
Austria no está sola en este calor hirviente. En estos momentos, todo el suroeste de Europa está abrasada de calor extremo. En El Granado, una localidad onubense cerca de la frontera con Portugal, se midieron hace un par de días 46 grados.
El agua del mar Mediterráneo se encuentra ahora mismo a una temperatura digna del doble caldo de carne Starlux lo cual es probable que resulte, más pronto que tarde, en fenómenos meteorológicos extremos, como trombas de agua y granizo parecidas a la catastrófica DANA de Valencia del año pasado.
En cualquier caso: como yo no quisiera por nada del mundo perder lectores debido a golpes de calor, se ruega a la concurrencia que no salga de casa en las horas centrales del día, que las personas mayores y los niños se hidraten (o sea, que beban mucha agua y coman cosas que la contengan, tipo los simpáticos melones y las orondas sandías).
Del mismo modo, hay que evitar realizar actividades pesadas (deporte y trabajos físicos duros) en el exterior durante las horas de más calor.
Para terminar, me gustaría terminar con otro dato. Cuando yo llegué a Austria, en Viena había alrededor de 20 días al año con más de treinta grados. Hoy, tan solo veinte años más tarde, se registran el doble. Y no solo eso, sino que la tendencia no tiene visos de ir a remitir.
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