Sucesos recientes, como el tiroteo de Graz, han abierto un debate necesario ¿Cómo informar de ciertas cosas sin deformar?
5 de Julio.- En estos días se ha celebrado en Austria una mesa redonda para dilucidar una cuestión que debería estar clara, pero que no lo está, por lo visto, en absoluto. Es esta: ¿Cómo hacer compatibles en la información la libertad de expresión, la libertad de los medios y la protección de las víctimas de un atentado como el que se produjo hace unas semanas en Graz?
Se ha intentado responder a esta pregunta en el marco de una discusión en la que estuvo el vicecanciller Babler, en el Forum Medienverantwortung (o sea “responsabilidad de los medios”).
En mi opinión, es crucial aquí cómo cada medio responde a una pregunta clave y es esta: ¿Hay que darle al público, especialmente a un tipo de público (guiño, guiño), lo que ese público pide o, por el contrario, tienen los medios una responsabilidad a la hora de educar a su audiencia y deben estar los medios regidos por una ética en la que la humanidad esté por encima del interés empresarial?
En el caso de Viena Directo, la respuesta a esa pregunta está muy clara. Salvo omisión grave por mi parte, la información de desgracias como la de Graz se trata en esta página de manera voluntariamente sucinta. En primer lugar porque yo creo que, dejando aparte muy pocos casos, los crímenes tienen muy poco interés informativo. En segundo lugar porque no hay que despreciar que una información demasiado prolija dé ideas a personas que están mal de la cabeza (o que son unos hijos de puta, tanto da) para imitar las “fazañas” de otros.
Dicho esto, en la discusión del Forum Medienverantwortung se recordó que la policía austriaca tiene por ley las atribuciones necesarias para declarar determinadas zonas como protegidas. Por ejemplo, esto hubiera podido hacerse con el instituto de Graz y también con los hospitales a los que se trasladó a las víctimas.
Sin embargo, periodistas sin escrúpulos se acantonaron desde el primer momento no solo en las inmediaciones de los teatros de la tragedia, sino que, peor aún, buscaron las declaraciones de los adolescentes conmocionados por puro y simple morbo y, naturalmente, por puro interés empresarial. Ya que, eventualmente, el titular baboso aumenta los clicks y los ingresos en publicidad.
Los debatientes en la charla pidieron también un debate profundo sobre cómo se informa sobre los sucesos. Sin mencionarlos, aludieron a dos medios en particular: por una parte, el conglomerado de la familia Fellner (oe24) y el Kronen Zeitung. Ambos, lo he dicho muchas veces, se nutren de sangre, sexo pajillero, racismo y “rancismo”. Así, cuando un hombre asesina a una mujer, en los dos se habla de “drama familiar” o se informa escrupulosamente de si el criminal es de algún país considerado “rentable” por la extrema derecha (oriente medio). En cambio, si el perpetrador es austriaco, el tratamiento es muchísimo más suave.
También el recalentamiento cíclico de estas noticias para rellenar hueco, hace que se distorsione la percepción del grado de criminalidad que hay en realidad.
En España, tenemos un ejemplo pintiparado de esto y es la exageración, hasta extremos nauseabundos, de un fenómeno que ni de lejos es uno de los más preocupantes de la criminalidad española: la okupación (incluso se ha acuñado un término, el de “inqui-okupación”).
Leyendo estos medios, podría pensarse que España es una especie de far west en el que le pegan una patada a cualquier puerta y se meten dentro de tu casa, cuando de ninguna manera es así.
Volviendo a Austria, en el caso del tiroteo de Graz, la irresponsabilidad de estos medios fue aún mayor. Durante días, se estuvo publicando la imagen del criminal y se proporcionó a la audiencia descerebrada de estas publicaciones todo tipo de detalles, incluyendo la imagen sin pixelar del asesino, lo cual, está demostrado desde los tiroteos del instituto de Columbine, en los Estados Unidos, contribuyó a convertirlo en una especie de héroe y, por lo tanto, pudo suscitar el deseo de imitación en otros desgraciados que no tienen nada entre las orejas.
Y esto, además, con dinero público, como se verá en el siguiente párrafo.
Naturalmente, meterse en la libertad de los medios para informar es, por parte del Estado, meterse en un jardín. Los debatienes han sugerido que aquellos medios que quieran recibir subvenciones del Estado (y todos, hasta los más ultras, reciben dinero del Estado en forma de publicidad institucional) deberían adherirse a determinados estándares éticos y de calidad a la hora de informar. No sería censura, puesto que los medios podrían defenderse en los tribunales competentes en el caso de que sientan que han sido objeto de algún trato injusto.
También se ha hablado de otro efecto perverso de los medios sensacionalistas, como los antes mencionados. Según un estudio realizado en el Reino Unido, los consumidores de estos periódicos de calidad ínfima tienen el doble de posibilidades de desarrollar una imagen cínica y fatalista del mundo debido a la dieta constante de informaciones exageradas y llevadas al extremo emocional, la simplificación y la desinformación a que están sujetos.
Son, en versión consumidores de medios, como esa gente sebosa que solo se alimenta de comida rápida.
Poco a poco se van convirtiendo en una masa zombi, apabullada por una sobreestimulación que les paraliza y que anula el espíritu crítico que es el alimento de la democracia.
Se espera otra cita del Forum Medienverantwortung para el otoño. A ver si sale más productiva.
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