Hablar no es gratis

Un tribunal ha dado la razón al DÖW. Un político debe publicar un comunicado desmintiendo sus afirmaciones.

24 de Julio.- Una de las narrativas con las que la extrema derecha trata (con bastante éxito, desgraciadamente) de normalizar su discurso público, es la de sostener que aquellos organismos, personas o instituciones que ponen en solfa su ideario lo hacen llevados por una mala intención motivada políticamente. O sea, que el profe les tiene manía.

Esto se lleva a cabo por varias vías. Por ejemplo, tirando de la siempre socorrida cantinela de “la censura”, en frases del tipo (estos zurdos)”censuran al que piensa diferente”. Esta tiene una variedad quejica y llorona, a la que podríamos llamar “variante Bertín” en enunciados de la forma “si es que ya no se puede decir nada, ni chistes de maricones, ni de enanos, ni de subnormales ni de nada se pueden ya hacer”.

Con motivo, por ejemplo, de los recientes incidentes de Torrepacheco, esos foros de internet se llenaron de (troles) quejosos que lloraban amargamente porque ya “ni de derechas se podía ser”. Por supuesto, la línea entre la derecha civilizada y la extrema derecha, que la segunda quiere difuminar por todos los medios a su alcance, está clarísima. Los estudiosos tienen perfectamente definido el perfil de los unos y de “los hotros”, de forma que no hay espacio para la confusión. Es la distancia que va de Churchill, que era un caballero muy de derechas de toda la vida y Hitler, que era lo que era.

Con variantes regionales, la extrema derecha se define por su ultranacionalismo (por ejemplo, el expansionismo de la Federación Rusa cae en este capítulo), preocupación por la pureza racial (la oposición a la extranjería del charcutero húngaro Orbán), estableciendo reglas intrincadas de las que se deriva la pertenencia a la comunidad racial (las más famosas las leyes de Nuremberg, pero hubo otras contemporáneas) ; posición subordinada de la mujer (aunque haya locas que digan que ser un ama de casa es estar “empoderadísima”) y, en general, culto a una masculinidad tóxica y agresiva (de ahí la homofobia). En lo económico, autarquía y tente tieso.

Todo lo anterior, escrito mal y pronto, ha sido desarrollado por investigadores, historiadores y gente mucho más competente que servidor, por ejemplo, los estudiosos que trabajan para el DÖW (Centro de Documentación de la Resistencia Austriaca, por sus siglas en la lengua de Hansi HInterseer).

Este organismo que elabora, por encargo del Gobierno de EPR, un informe anual sobre la extrema derecha en Austria, ha obtenido estos días una victoria en un conflicto legal que ha sostenido con Michael Gruber, secretario regional del partido del FPÖ (¡Chorprechaaaaaa!).

En 2023, con motivo del encargo del Gobierno al DÖW de elaborar el informe anual sobre la extrema derecha, Gruber dijo en un comunicado de prensa que el DÖW era una institución puramente política (“mama, el profe me tiene manía”) y que no tenía nada que ver con “el trabajo científico” también que en 1998 un tribunal de Viena había declarado que el DÖW era un instrumento de agitación partidario y que no era una instancia científicamente neutral . Cuando las personas del DÖW leyeron esto, se remangaron, se escupieron en las manos, y pico pala pico pala, elaboraron una hermosa querella contra Gruber.

El tribunal ha declarado que Gruber tendrá que publicar un desmentido de estas afirmaciones y le ha condenado a pagar las costas del juicio.

La sentencia dice que, afirmar que el querellante no tiene nada que ver con el trabajo científico implicaría un peligro existencial para la institución. Porque si sus investigaciones no tienen valor científico, no tendría ningún sentido que se mantuviera este centro de estudios. También en la sentencia se afirma que son “afirmaciones falsas que exceden el legítimo derecho a crítica”. Asimismo, las afirmaciones de Gruber a propósito de la supuesta condena al DÖW en 1998 no son correctas.

La sentencia no es firme y Gruber tiene cuatro semanas para recurrir. Aún está abierta otra causa. El FPÖ, también con motivo del encargo del informe famoso, afirmó que el DÖW era una instancia “pseudocientífica”. En primera instancia, el tribunal, incomprensiblemente, dio la razón a los utlras. De todas formas, el DÖW, lógicamente, ha recurrido.


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