Charlie Kirk fue asesinado la semana pasada y un alcalde de Estiria lo ha sentido como si hubiera sido alguien de su familia.
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15 de Septiembre.- Esta página, en la que todos los días trato de dar cuenta de la actualidad austriaca, es leída por personas de muchas nacionalidades. Personas de España, pero también, mayoritariamente, personas procedentes de Hispanoamérica e incluso austriacos que hablan la lengua de Carlos Alcaraz (Danke). Yo soy español, naturalmente, pero procuro tener cuidado de no utilizar demasiadas referencias de España, más que nada para que los artículos sean comprensibles por un público más amplio.
En caso de duda, me pregunto si mis amigos austriacos entenderían tal o cual comparación. En caso afirmativo, la mantengo. Si no, la quito.
Hasta hace unos días, en el hipotético caso de que Viena Directo se hubiera llamado Utah Directo, yo no hubiera mencionado a Charlie Kirk. Seamos serios: es dudoso, querido lector, querida lectora, que usted conociera quién era este señor antes de su asesinato. Vamos, yo me considero una persona bien informada, y no tenía ni idea de quién era esta persona. Ahora bien, de una cosa sí que podemos estar seguros: sabemos que este hombre, famoso sobre todo por sus polémicas opiniones (polémicas para nosotros, que no vivimos en una sociedad en la que el fundamentalismo religioso es la norma) no tenía ningún tipo de relación, ni buena ni mala, con Austria. O sea, que no era, ni más ni menos, que un personaje conocido a nivel local. Por supuesto, está feo matar a celebridades locales, esto no lo discutimos, pero es muy dudoso que Charlie Kirk pudiera situar Austria en un mapa o, en el caso de poder haberlo hecho, que supiera decir algo sobre esta República, más allá de las cuatro banalidades que sabe cualquiera.
En estos últimos cuatro días, la figura de Charlie Kirk ha tomado una relevancia extraña, de manera que mucha gente que, hace tan solo unos días, no tenían ni idea de que Kirk existía, han sentido su muerte como si se hubiese tratado del fallecimiento de una persona muy próxima.
Tal ha sido el caso del alcalde de un pueblo de Estiria, llamado Lieboch, el pueblo, no el alcalde, claro (5754 almas, a la altura de este primero de enero) el cual ha colgado una bandera negra frente al ayuntamiento de esa bonita población, para mostrar su dolor (y el de, se supone, toda la apenada comunidad) por el asesinato de Charlie Kirk.
A la oposición (a todos, se supone, menos a los dos concejales del FPÖ, presumiblemente afines a las ideas de Kirk) el asunto no les ha parecido bien. Y ello, por diferentes motivos. Primero, por la propia ideología del difunto la cual, argumentan, no pega nada con los valores de tolerancia y convivencia que rigen en Austria en estos momentos (y que esperemos que sigan rigiendo mucho tiempo todavía).
Para argumentarlo, representantes de la oposición de Lieboch han citado algunas declaraciones especialmente controvertidas de Kirk, como aquellas en las que comparaba el aborto con el holocausto o aquellas en las que decía que los Estados Unidos estaba amenazada por una conspiración musulmana (“un contubernio en la clase política”, que hubiera dicho el otro). A Kirk, que en paz descanse, se le calentaba la boca enseguida.
También hay argumentos de orden tradicional y de uso. Un poco al estilo de Barrio Sésamo, la oposición de Lieboch ha recordado que las banderas negras se usan para condolerse del fallecimiento de personalidades que, o bien tengan relación con el pueblo, o bien tengan relevancia a nivel nacional (austriaco). A estos efectos, Charlie Kirk era, como es natural, una persona cuya muerte violenta cabe lamentar y condenar, pero en ningún caso una persona con alguna relación ni con Lieboch ni con Austria, de manera que parece que poner una bandera negra es un poco ser más Trumpista que Trump.
El alcalde de Lieboch no ha querido realizar ninguna declaración pública para explicar su decisión.
Estará en el velatorio de Charlie Kirk, el hombre.
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