Las cerezas del cementerio

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¿Qué hacer con la parte del cementerio que no se usa? En la región de Melk han encontrado una respuesta.

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16 de Septiembre.- Hasta hace no mucho tiempo, Austria era un país de aplastante mayoría católica, con todo lo que eso implica. Muchas personas vivían en el catolicismo como el pez vive en el mar, o sea, sin parar mientes en que hay otras cosas. La religión católica y sus dogmas, especialmente en los pueblos, acompañaban (y acompañan aún a mucha gente) de la cuna a la tumba, rigiendo las diferentes etapas de la vida.

De tumbas, precisamente vamos a hablar hoy.

Para los austriacos, el momento de la muerte, y los rituales que surgen alrededor del fallecimiento son muy importantes. Lo he contado muchas veces aquí, pero no pasa nada porque lo cuente otra vez: el entierro es el último acto social al que asiste una persona. Y por lo tanto, más que para el difunto, es para la comunidad para la que la familia prepara unas exequias dignas y acordes con la tradición.

Hasta hace no mucho, esas exequias incluían el entierro en la tierra. En Austria no pasa como en España, que hay nichos. Aquí, se abre una fosa y, en ella, se deposita el ataud. O sea, se le inhuma, literalmente.

Sin embargo, en esto está habiendo evolución también, y cada vez más son las personas que dejan dicho que, cuando doblen la servilleta, no quieren servir de desayuno a los gusanitos del campo, sino que quieren que se les incinere y la urna con sus cenizas se deposite en un columbario.

Los cementerios, en tanto que infraestructuras civiles, se planean con muchos años de anticipación, de manera que lo que está sucediendo con este cambio de costumbres es que los camposantos, que antes estaban pensados para alojar cierta cantidad de cuerpos, ya no los alojan, porque la gente, cada vez más, quiere ser incinerada.

Resultado, queda mucho sitio sin aprovechar.

Esto ha sucedido en la región de Melk-Scheibbs, en donde han quedado 900 metros cuadrados de cementerio “en barbecho” por así decir.

 

Zona de descarga 2 – La peluquería

Las autoridades han convocado un concurso de ideas por internet y, descartados, se supone, otros usos, debido al especial recogimiento que debe reinar en un lugar como un cementerio, se ha optado por destinar esta extensión de cementerio vacía a bancales para que los vecinos comarcanos puedan cultivar sus propias verduras y frutas.

Como decía aquel autor “las cerezas del cementerio”. Literalmente.

El alcalde de la zona no le ve a este proyecto nada más que ventajas. En primer lugar, la ecología, que la gente pueda autoabastecerse de las verduras que necesite, y en segundo lugar, que los nuevos huertos sean un punto de encuentro para las personas de la población.

Quien haya visto Volver, la película de Almodóvar, se acordará de las señoras que iban a limpiar las lápidas de las tumbas de sus familiares, pues esto, lo mismo, pero con las tomateras.

El proyecto será supervisado por jardineros profesionales, pertenecientes a una empresa de compostaje local, que prepararán los diferentes bancales antes de que los vecinos tomen posesión de ellos.

Para no perturbar el descanso de los difuntos, la parte del huerto estará separada de la parte de los enterramientos, y tendrá una entrada diferente.

Los jardineros proveerán abonos, protecciones contra las plagas de caracoles y sistemas de regadío por goteo.

El plazo de inscripción ya está abierto. El derecho anual a utilizar los bancales cuesta 30 euros, y el plazo mínimo de uso es de tres años.

La preparación por parte de los jardineros profesionales cuesta 198 euros por bancal y cada hogar puede tener acceso a cinco bancales (Beeten).

De momento, los vecinos ya han demostrado un gran interés y “se froyan” mucho sobre el principio del proyecto, que arrancará en la primavera de 2026.


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