Bicicletas, pájaros y flores

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Parece que el nuevo director de la Agencia Tass en Viena no va a empezar con buen pie en el puesto.

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2 de octubre.- Di que una vez, en una de esas copas de empresa a las que a veces uno está invitado por su mala cabeza, se me acercó un caballero y se puso a pegar la hebra conmigo. Un hombre majo, más o menos de mi edad, muy agradable. Nos echamos una charla muy rica a propósito de bicis y de cosas, hasta el punto de que yo le conté dónde vivo y le animé a que, si se pasaba alguna vez por este lugar de mi residencia, me diera un toque y nos tomábamos unas cañas.

Cuando el caballero se marchó de mi lado en pos de una bandeja con canapés de salmón de piscifactoría, se me acercó un colega y me dijo:

-Cuidadito con ese. Si te pregunta cualquier cosa, tírale balones fuera.

Y yo:

-¿Pero, por qué? Con lo simpático que parece.

Y mi amigo:

-Pero no lo sabes? ¡Ay, alma de cántaro! Ese lo que quiere es que le cuentes dónde tenemos los planos del polvorín.

O sea, que era espía.

¡Qué chasco! (Sobre todo el del tipo en cuestión, porque ya ves tú qué planos ni qué planos podía contarle yo, menos mal que solo hablamos de actividades lúdicas). Aunque, bien mirado, si yo lo llego a saber antes, le hubiera hecho toda clase de preguntas sobre el espionaje. Pero claro, si hubiera sabido que el tipo era espía, pues ya no hubiera tenido gracia.

Viena ha sido siempre una ciudad muy de espías. Por razones técnicas -durante la guerra fría, las antenas no llegaban tan lejos- y luego por razones históricas, por la cantidad grande de organismos internacionales que hay a la vera del Danubio.

Según informa hoy el diario Der Standard, el nuevo director de la delegación en Viena de la agencia soviét…Digoooo rusa, Tass, podría ser un espía con toda la antena.

La agencia Tass fue fundada en 1904 como una agencia de telégrafos, pero desde el nacimiento de la Unión Soviética se convirtió en la portavoz de la realidad única que el partido único quería que los ciudadanos supieran. En mi memoria, aún resuenan los ecos de cuando había Unión Soviética y en los informativos decían “Según fuentes de la agencia Tass esto” o “Según fuentes de la Agencia Tass lo otro». Esto y lo otro solían ser cosas sobre cabezas nucleares. Una juerga.

A partir de 1949 cuando la guerra fría empezó a ir en serio, el Estado Soviético empezó a vincular a la agencia Tass con los servicios secretos (antaño el KGB, de siniestra memoria, hoy en día el SWR). A ver, no es extraño. Los periodistas son esas personas a las que se les paga por averiguar cosas y, por lo tanto, por hacer preguntas.

Volviendo al nuevo director de la agencia Tass. Según detalla Der Standard, en 2022, cuando empezó la guerra de Ucrania, a pesar de que los contactos entre Rusia y Austria disminuyeron drásticamente y la censura provocó una bajada del volumen de noticias, los efectivos en Viena de la agencia Tass aumentaron espectacularmente. Dos periodistas, Iván P. y Arina D. fueron nombrados respectivamente subdirector y directora de la delegación de Viena. Pronto, se hallaron pruebas de sus vínculos con el SWR. En 2024, intentaron acreditarse para la visita a Viena de Anthony Blinken, a la sazón, entonces, vicepresidente de los Estados Unidos, y les fueron denegadas las acreditaciones y revocado el permiso de residencia, por lo que tuvieron que abandonar Austria. Como respuesta, la Federación Rusa expulsó a dos periodistas de la ORF.

Desde entonces, las oficinas de Tass en Viena habían estado vacías y el puesto de director, por lo tanto, vacante.

El nuevo responsable se llama Maxim Ch. y, según fuentes conocedoras del caso, tiene un perfil típico de espía (aparte de ser un hombre muy culto, por cierto; circulan por ahí composiciones musicales suyas, entre ellas una que se llama “persona non grata”, que tiene bemoles).

En una investigación conjunta del Standard y del Insider, se han acreditado contactos de Maxim con el servicio secreto ruso. El tipo parece ser que se ha visto con determinadas personas, entre ellas una tal Svetlana S. que pasa por ser “una leyenda” dentro del servicio secreto ruso, debido a su conocimiento de la realidad y la cultura centroeuropeas. También ha estado en dependencias del servicio secreto ruso.

Moraleja: los espías son gentes normales como usted y como yo. No llevan escrito en la frente para quién trabajan. Así que, cuando un desconocido te aborda en una reunión y te hace preguntas, lo mejor es hacer como hice yo: hablar de bicicletas, de pájaros y flores.


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