Tenemos chico nuevo en San Esteban

El arzobispo Schönborn ya tiene sucesor. El nuevo jefe de la diócesis de Viena es un hombre culto y discreto. Tiene mucha tela que cortar.

 

16 de octubre.- Una de las cosas que más me impactaron cuando llegué a Austria sucedió una tarde cualquiera de una semana cualquiera de principios de 1996. Estaba yo en mi casa viendo (y entendiendo poco) el Zeit im Bild cuando me di cuenta de que el presentador estaba entrevistando a un cura. Aún no me había repuesto de mi sorpresa cuando me enteré de que aquel seöor de aspecto apacible no era ni más ni menos que el arzobispo de Viena, Christoph Schönborn, de los Schönborn de toda la vida. El cual, además, era cardenal (y por lo tanto, potencialmente “papable”).

Desde entonces, su eminencia formó parte del paisaje informativo de Austria, lo cual le puso de vez en cuando en situaciones en las que tuvo que poner a prueba su toda su finura.

Como los lectores de Viena Directo saben, Schönborn se jubiló hace unos meses y, desde entonces, Viena no tiene arzobispo. Desde hace algunos días, sin embargo, andaba “Radio Patio” algo revuelta, porque se decía que hoy, precisamente hoy jueves, iba a hacerse oficial el nombre del sucesor de Schönborn. No se ha hecho pero, a falta de confirmación oficial desde la central (el Vaticano) se ha sabido el nombre de la persona que ocupará el cargo. Se trata de Josef Grünwidl. Un jovenzuelo de 62 años que, durante tres, fue secretario del cardenal Schönborn.

Como suele suceder en estos casos, Grünwidl era el favorito para suceder al cardenal Schönborn -de hecho, desde que Schönborn se jubiló ha sido el administrador interino de la diócesis de Viena, que es la más grande de Austria. Según los medios austriacos, los que le conocen cuentan y no acaban a propósito de sus virtudes, la más apreciada de las cuales es la discreción.

Ideológicamente, parece ser afín a su antecesor y forma parte de las voces progresistas de la Iglesia. Se ha manifestado contra la obligatoriedad del celibato (ya lo dijo el fundador del asunto, que no es bueno que el hombre esté solo) y también es un firme defensor de que la mujer ocupe en la iglesia católica un lugar equivalente al que ocupa en el mundo.

Grünwindl entró en el seminario en 1981 y en 1988 “se sacó el título”. Desde entonces ha desempeöado diversas funciones en la Iglesia austriaca y su talante apacible, culto y “profundamente humano” le han hecho acreedor de la confianza de muchos sacerdotes austriacos.

Se sabe que es un hombre al que no le gusta la atención pública (ofrecerá por Dios este sacrificio) y que entre sus aficiones está la música (la cual estudió además de la preceptiva teología). Toca el órgano muy bien, según parece.

En los tiempos que corren, es probable que a Grünwidl le toque defender a su iglesia de la lacra del integrismo como también le tocó hacer a Schönborn no pocas veces. Tendrá que aprender a ponerse firme y a levantar la voz para decir que la Iglesia no es de nadie y que Dios, como escribió el evangelista, es más grande que nuestro corazón.


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