Cuando en el Louvre se roba, algo suyo se roba (Majestad)

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El robobo de las jojoyas del Louvre tiene una ramificación austriaca. A ver cómo le damos la noticia a la pobre Marisa de Habsburgo.

Para Javi Pérez que me dio el título y el tema

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LTeD 19.10.2025: Bloggear en tiempos revueltos

21 de Octubre.- Estimada Majestad…No. Querida Emperatriz…No, tampoco. Mi muy respetada duquesa de Borbón y Parma…Tampoco. Bueno, mira. Querida Marisa: no sé si te habrá llegado la noticia a esa región en la que vives desde 1847 pero el país del que fuiste “emperaora” está manga por hombro.

!Ay, la Francia! Ese país del que fuiste emperatriz consorte entre 1810 y 1814.

Pues está todo fatal.

Cuando se habla de sacrificarse por la patria, no se menciona casi nunca tu nombre. Pero la verdad es que tú te sacrificaste. Porque eras mona, Marisa. Y aristócrata de rancio abolengo (!Una Habsburgo, ahí es nada!). Mientras que tu familia política…Pues eso: no hace falta que digamos más, no vayamos a enturbiar las relaciones diplomáticas. Tú llegaste a Francia y te incorporaste (a la fuerza ahorcan) a la corte de las Tullerías. Pero la verdad es que nunca estuviste a gusto.

No se te podía reprochar, también es cierto. Los franceses no te querían. Empezando por tu marido, el señor Bonaparte, que seguía enamorado como el primer día de su primera mujer, Josefina. Y luego, claro, que poco tiempo antes los mismos franceses que ahora te llamaban “majestad” se habían cargado a tu tía abuela Maria Antonieta. Con toda la mala educación del mundo.

Maria Luisa de Austria en 1839

Pero Napoleón te quería por lo que te quería. O sea, para que le dieras un hijo. Y ahí, tú cumpliste. Irreprochablemente, además. Como ya habían cumplido otras princesas de tu familia antes que tú.

Cuando Napoleón fue enviado a la isla de Elba, tú decidiste no seguirle en su exilio. Así que mucho amor no debió de haber nunca en ese matrimonio. Te volviste a la corte de Viena, a que te dejaran tranquila. Y luego, cuando perdió la batalla de Waterloo, tú decidiste que tu lealtad no estaba con los advenedizos, sino con los Habsburgo.

En el Congreso de Viena te dieron un premio de consolación, el ducado de Parma y allí pasaste el resto de los días que te quedaron.

¿Que por qué te escribo? Pues recordarás esos pendientes y esa diadema de esmeraldas que te quedaban tan bien y que te regaló el emperador de los franceses ¿Verdad? Pues ha habido un percance con ellos.

Sí, mujer, acuérdate. Esos que te ponías para todos los retratos de corte y que casi te producían problemas en las cervicales. Mil y pico de diamantes y muchas esmeraldas. Cuando te mudaste a ese sitio en donde vives desde 1847, las joyas terminaron en Italia. Y en Italia…Ya se sabe. Fueron de mano en mano, hasta que el Estado francés recuperó las piezas en 2004 y las depositó en el Louvre.

Francia, por cierto, Marisa, es ahora una república. Pásmate. Y ya te digo que no les va muy bien. No terminan de digerir que ser francés no pinta nada en el mundo, en estos momentos. Tienen un presidente, Macron, que echa unos discursos muy cultos, pero que, por lo que parece, no termina de hacerse con el país.

Pues eso: que hace dos días unos ladrones entraron en el Louvre y, en cuestión de unos minutos y ante la mirada atónita de los seguratas, se llevaron tus pendientes y tu diadema.

También se llevaron otras cosas y otras las perdieron por el camino, como la corona de tu sucesora Eugenia de Montijo.

Y el agujero de la ventana del Louvre lo han tapado con un cartón. Una cutrez !Con lo que ha sido Francia, hija mía! No somos nadie.

No te quiero disgustar, pero la policía es un poco pesimista a propósito de tus alhajas.

Lo más probable es que a estas horas ya no existan.

Las habrán desmontado para retallar las piedras y fundir el oro. Una lástima y una falta de sensibilidad, porque las piezas eran bien bonitas y tenían gran valor histórico.

Hace unos años se quemó la catedral de Notre Dame, y ahora esto. La decadencia es imparable.

En fin, que ya te iré contando. Te deseo lo mejor. Que lo pases bien, hermosa. Besines.


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