
De manera involuntaria, el ejército checo ha resuelto una desaparición que tenía a dos familias austriacas en vilo desde hace diez años.
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23 de Octubre.- Todos los que vivimos en Madrid sabemos que, cuando vacían el estanque del Retiro para limpiarlo, los operarios se encuentran todo tipo de cosas. Bicicletas, papeleras, máquinas tragaperras…Que parece mentira que en un lago tan pequeño quepa tanto chisme. El agua funciona en este caso como dicen que funciona la salsa en el caso de los malos cocineros, o sea, que lo tapa todo.
Y cuando el agua se retira, ya se sabe.
El embalse de Lipno, en Chequia, se encuentra en estos momentos a un nivel muy bajo, debido a la falta de lluvias.
Seguramente tratando de sacar algo bueno de esto, el ejército de la República Checa decidió entrenar a sus submarinistas así que, al agua patos, se tiraron al agua y en el líquido turbio se encontraron con un coche, marca Citroen.
El coche se encontraba a unos doce metros de la orilla y a unos dos metros de profundidad. No se imaginaban que, con el hallazgo, iban a solucionar una desaparición que tenía a dos familias en la agonía desde hace una década. La matrícula ayudó a identificar el automóvil y no tardó mucho en atribuirse los restos humanos que se encontraron dentro a unas personas desaparecidas a las que ya se había perdido la esperanza de encontrar.
Hace casi exactamente diez años, la noche del 11 septiembre del año 2015, dos amigos de 26 años, del Mühlviertel, se encontraron para tomarse algo en Zwettl an der Rodl. Les dio por acercarse a una ciudad cercana, Vissy Brod, en la República Checa. Llamaron a una amiga, por ver si se les unía, pero ella se negó. Así que se fueron solos.
Se les perdió el rastro de madrugada, cuando una cámara de seguridad grabó el coche en una rotonda en Bad Leonfelden.
Entre el momento en el que se perdieron en la noche tras pasar por la rotonda y el día de ayer en el que fue hallado el coche, hay un enorme vacío. Nada se sabe.
En el capítulo de las preguntas abiertas está cómo llegó el coche a su paradero actual. Pudo ser un accidente (o no).
También si hubo terceras personas implicadas -el clásico crimen que se oculta tirando el coche al agua, como en las películas-.
Lo único seguro es que, por fin, las familias de los desaparecidos habrán descansado al poder cerrar una herida que llevaba abierta tanto tiempo.
En su desesperación, las familias incluso acudieron a un programa de la televisión pública alemana, la ZDF (una especie de versión teutona de „Quién Sabe Dónde“ en el que la policía pide la colaboración ciudadana para resolver casos para los que no se termina de encontrar una solución) no tuvieron ningún resultado.
Hace unos meses, yo presencié de lejos un caso parecido.
La suegra de una compañera de trabajo, una señora que tenía demencia, desapareció un día sin dejar rastro, mientras estaba de visita en casa de su hijo y de su nuera.
Desesperados, los pobres movieron cielo y tierra, pegaron carteles, hicieron batidas por la zona (una de esas áreas de Viena en donde la ciudad se va desdibujando y se va integrando en la naturaleza).
Pasaron los días, pasaron las semanas, pasaron los meses y no hubo ningún resultado.
Las peores esperanzas se confirmaron hace algún tiempo cuando un excursionista encontró los restos mortales de la pobre mujer en el claro de un bosque.
La pobre señora sin duda se había desorientado y probablemente había fallecido deshidratada.
El hallazgo fue, al mismo tiempo, la confirmación de los peores presagios y un gran alivio porque no debe de haber tormento mayor que el perder a un ser querido y no tener una tumba a la que ir a llorarle.
Los familiares de estos chicos austriacos habrán dormido esta noche algo más tranquilos.
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