Los motivos del lobo

Ilustración IA (getimg)

El periodista Armin Wolf ha demandado a los empleados de X (antes Twitter) por un motivo muy particular.

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LTED 26.10.2025: Nationalfeiertag 2025

27 de Noviembre.- El lema de este espacio es “las noticias que importan”. Muchas veces es fácil distinguir lo que importa de lo que no es tan importante. Otras veces, como en este caso, la enorme importancia de una noticia determinada pasa más desapercibida.

La historia que voy a contar hoy, como el humo es indicativo del fuego, es el indicativo de una lucha: la que se está dando en estos momentos entre las unidades de poder que han marcado el devenir de la Humanidad desde principios del siglo XIX, o sea, los Estados nacionales, y las que están intentando rebasarlas y condenarlas a la obsolescencia: las grandes empresas tecnológicas, conocidas como las Big Tec. Estas son imperios supranacionales que aspiran a modelar las leyes a su antojo y a ponerse por lo tanto por encima de las garantías que las sociedades democráticas se han dado para proteger a los individuos de la brutalidad del poder.

Estas empresas, sobre todo desde que los teléfonos móviles están condenados a internet, son en realidad enormes conglomerados de una gran complejidad que, en la práctica, no tienen competencia. Sin embargo, como se dedican sobre todo a programar nuestro ocio, no suelen ser percibidas como peligrosas u opresoras. Y sin embargo, en tanto que monstruos que mueven una maquinaria financiera e intelectual de proporciones gigantescas, lo son, como lo eran los grandes imperios coloniales.

Lo que está en juego es el mismo centro de gravedad de nuestras sociedades. Hasta ahora, era el individuo. Cada vez, sin embargo, ese individuo (todos nosotros) lo tiene más complicado.

Una de las personas intelectualmente más finas de Austria es sin duda el presentador de las noticias de la ORF Armin Wolf. Es un entrevistador incisivo (algunos dicen que incluso demasiado, pero yo no lo pienso así). Es un hombre que siempre acude a los encuentros con las personas que investiga enormemente preparado y verle en acción es un placer.

Por supuesto, en estos tiempos, los políticos se llevan mal con este rigor. Muchos de ellos quedan, ante Armin Wolf, como lo que son: o sea, seres de una desesperante inanidad, profesionales en el peor sentido del término que solo trabajan para la hinchada y que llenan sus discursos de vacío y de frases formularias sin auténtico fondo.

Por esta capacidad de revelar que los emperadores van desnudos, Armin Wolf es una persona que concita mucho odio en las redes. El asunto va más allá de ese nivel de animadversión al que se tienen que acostumbrar las personas que están más o menos expuestas a la mirada pública. En determinadas redes sociales, como X, el antiguo Twitter, el nivel es tal que el insulto supera lo profesional y pasa a la visceralidad. Amparados en el anonimato que permiten estas plataformas, algunos usuarios se olvidan de que determinadas manifestaciones que atentan contra la reputación, la imagen pública y el crédito profesional de otros son constitutivas de delito.

Armin Wolf, ejerciendo el derecho que le conceden las leyes austriacas, recabó de Twitter, a través de su sede europea en Irlanda, los datos de un usuario que precisamente así, amparándose en el anonimato, se dedicaba a vejarle de manera incesante. Cuando en Irlanda no solo no dieron respuesta a su demanda sino que, además, se negaron a borrar los posts insultantes, Armin Wolf acudió a los Estados Unidos. Allí también recibió la callada por respuesta de manera que decidió pasar a la acción. Buscó la ayuda de una abogada especializada en medios y demandó a los empleados de Twitter por otra vía y utilizando otra interpretación de la ley.

Según esta, los empleados de Twitter que se niegan a facilitar los datos de una persona o personas que pudieran estar incurriendo en un delito lo que están haciendo es encubrir a un presunto criminal, delito que está tipificado en la legislación austriaca lo mismo que en todas las demás legislaciones del mundo desarrollado.

En el fondo, lo que está en juego es la pregunta de si estas gigantescas corporaciones pueden permitirse funcionar al margen de la ley de los países en donde operan o si el individuo, en este caso Armin Wolf, puede sentirse amparado por los tribunales.

Armin Wolf cree todavía en la justicia. Esperemos que las leyes le den la razón.


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