
Con motivo de la aparición de las memorias del rey emérito, Viena Directo ha tenido acceso exclusivo a los recuerdos escritos del emperador Paco Pepe.
4 de Noviembre.- La publicación, ayer día 3 de Noviembre, de las memorias del rey emérito Don Juan Carlos ha levantado la comprensible expectación. El rey padre ha abordado, junto con una periodista francesa, una tarea a la que los monarcas (eméritos o en ejercicio) no suelen ser muy proclives. Esto es, explicarse. Y es lógico. Por lo general, los reyes no son gente que piense que necesite informar a los demás de cosas tan vulgares como sus motivaciones.
Don Juan Carlos, además, se despacha a gusto con la gente de su familia más próxima. De su hijo, dice que le dejó tirado y de su nuera, si se sabe leer entre líneas, es fácil adivinar que piensa que solo le falta la escoba y el gato negro. También se lamenta de que, por lo que sea, su mujer, “Sofi”, no le visita en su retiro de Abu Dabi. Son sin duda los dimes y diretes que hay en cualquier familia (disfuncional, eso sí), salvo que amplificados por la condición regia de los afectados.
A la falta de imaginación de Don Juan Carlos hay que agradecer, también es verdad, que no le haya dado por las criaturas menores de edad ni cosas de esas que pasan en la monarquía inglesa. El anterior jefe del Estado es un varón (dandy) y solamente le gustan las rubias tetonas de labios recauchutados. Dentro de lo malo, es una suerte.
Como respuesta austriaca a este bombazo editorial, Viena Directo ha tenido acceso, en rigurosa exclusiva, a las memorias inéditas del Emperador Paco Pepe.
El Monarca austro-húngaro las dictó a un ayuda de cámara, porque de los periodistas no te puedes fiar, ya se sabe, y dispuso que se publicaran a partir de 2016, esto es, que las destinó a un mundo futuro que esperaba que le comprendiese.
UNAS MEMORIAS SALVADAS DEL TIEMPO Y DEL OLVIDO
En sus memorias, tituladas, “Yo, Paco, mi verdadera historia” el anciano emperador habla sin tapujos a propósito de su relación con Katharina Schratt, su “amiga especial”, a la que llama Kati. Curiosamente, y a pesar de que Francisco José era un hombre más católico que la Divina Pastora, el hecho de que su mujer, la emperatriz, poco menos que le echase en brazos de la Schratt le parece una cosa más o menos normal.
“Sissi y yo hacía años que nos tratábamos como dos desconocidos. Habían sido muchas cosas las que nos habían pasado, ni Sissi era ya la muchacha más bien tontaina que conocí en Bad Ischl ni yo era el jovencito romántico que había sido un día, y un hombre necesita un báculo para su vejez”.
El emperador pasa en sus memorias por encima de los defectos del “báculo”, como por ejemplo que le gustaba mucho el juego en el que perdía grandes sumas, como ya contó en este mismo espacio la propia “amiga especial” en esta entrevista.
Como buen caballero “a la antigua ultranza”, los hijos no parecen haber desempeñado un papel demasiado prominente en la vida del emperador. Por las biografías de sus hijas pasa un poco de puntillas y de su hijo tiene pocas cosas buenas que decir. Defiende su papel como padre educador y, si uno lee entre líneas, le echa la culpa a la emperatriz del trágico destino del heredero del imperio.
“Yo estaba educándole para emperador y para soldado. Una vida de servicio, austera. Pero lo cogió su madre…Y nada, que no hubo forma “Sissi, que se nos va a amariconar” (sic). Pero ella me llamaba qué sé yo qué cosas. Estaba ya mal, la pobrecita. Le venía de familia”.
(El emperador se refiere a lo mal del tiesto que estaban los parientes de su mujer por la rama Wittelsbach, véase por ejemplo el rey Luis de Baviera, que estaba, con perdón, como las maracas de Machín).
Padre e hijo también tenían conceptos muy diferentes del imperio. El emperador era un hombre partidario de la mano dura, mientras que su hijo quería modernizar la monarquía.
“!Modernizar! Sí, sí. Los súbditos quieren palo y tente tieso. Que un día les das la libertad de prensa y al día siguiente ya estás haciendo las maletas porque te han proclamado la república”
SISSI, ESA MUJER QUE NO FUE UN ÁNGEL DEL HOGAR
El emperador Francisco José se detiene largo y tendido en sus memorias a hablar de su esposa. Al fin y al cabo, el amor de su vida. Sin embargo, como le sucedía a los hombres de su época (y a muchos actuales) el emperador parece haber asumido muy pronto que se había casado con una marciana a la que no entendía.
(Es posible que no le faltara razón).
“Sissi, le decía yo, no puedes pasarte el tiempo de viaje por aquí y por allá. ¿Qué va a decir la gente? Hay muchas que darían el brazo derecho por llevar la vida que tú llevas, siendo la mujer más poderosa del planeta. Lo único que se te pide es que guardes las apariencias y que salgas guapa en los retratos. Mira a mi madre, tu tía y suegra ¡Una santa! Nunca dio que hablar ni tanto así”.
Y en otro pasaje
“Cuando decidió tatuarse un ancla en el hombro, ya me di yo cuenta de que mi mujer no estaba muy católica ¡Un ancla! Nada más y nada menos. Un día que me pilló un poco mosca, porque había venido Radetzky a verme, que era un plasta insoportable, abrí la caja de los truenos ¡Sissi! Que pareces un legionario, jorobas, que te falta la cabra ¿A ti te parece normal que una mujer de tu posición se haya hecho un tatuaje, como una presidiaria? Y te voy a decir otra cosa, con tanta gimnasia, y tanta dieta, estás perdiendo el lustre. Ya te lo digo. Te estás poniendo de un delgado que da cosa tirarte una piedra. A un hombre le gustan unas curvas, unas formas, tener carne donde agarrar. Que cada vez que te doy un apretón parece que estoy tentando a la muerte pelada. A ver si hablo con tus médicos para que te convenzan. Y luego otra cosa, que las damas de compañía te duran dos telediarios. Es que no te siguen el ritmo. Tanta carrera y tanta carrera, córcholis! ¡Ni que se te estuviera quemando Schönbrunn!”
UNA FAMILIA QUE ERA UN CUADRO
En sus memorias, el emperador Paco Pepe menciona con amargura a alguno de sus parientes, como la princesa Luisa de Sajonia y el archiduque Leopold Salvator, al que llama con muy mala leche “el charcutero” (porque le quitó sus títulos debido a una conducta poco ejemplar y el hombre puso una tienda de comestibles).
No menciona, eso sí, a los (relativamente) numerosos hijos ilegítimos que concibió con damas de cierta alcurnia o de la alta burguesía mientras Sissi estaba haciendo sus viajes y sus curas. Al parecer, el emperador veía estas escapadas como desahogos orgánicos conforme a las teorías de la época de que el hombre (entendido en este caso como criatura masculina) tenía que desahogarse de vez en cuando para no caer en males mayores. Tampoco habla de dinero, a pesar de que ayudó a su familia para salvarles del descrédito y de la ruina, por ejemplo con su hermano, Luis Victor, el cual, además, se conoce que era una víbora que no dejaba títere con cabeza cuando sacaba la lengua a pasear.
En general, Paco Pepe se retrata a sí mismo como un hombre cumplidor, trabajador, tímido y con esa obcecación para sus cosas típica de las personas que no son excesivamente brillantes.
La muerte le ahorró los sinsabores de ver su imperio desgajarse pero probablemente ya intuía que algo así podría suceder. Se sentía el último representante de una raza e extinción. Y probablemente lo fuera.

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