Gracias al guasap del siglo XVII, un trozo de Viena se ha colado en Madrid ¿Quieres saber cuál?
17 de Diciembre.- Estas cosas las puede contar mi amigo Luis Tercero, que es un historiador como no hay dos, pero yo les hago a mis lectores un resumen mientras él se decide a escribir la novela que todos le pedimos al respecto.
En el siglo XVII, los reyes de Madrid y los que vivían en Viena eran familia (tan familia que, de tanto mezclar los mismos genes, les fueron saliendo los descendientes cada vez más gilipuertas hasta que, como todo le mundo sabe, se les fastidió el tinglado).
Sin embargo, mientras el negociete habsburgico duró, entre Madrid y Viena hubo un constante intercambio de princesas que se casaban, que enviudaban o que se morían en el paritorio con cierta frecuencia. Y ya se sabe que, los que nos vamos a servir al extranjero, tendemos a caer en las garras de la nostalgia y nos gusta tener cerca fotos de nuestros seres queridos.
El guasap del siglo XVII
Hoy es fácil: mandas un guasap mientras haces unos macarrones o cotilleas por el Caralibro para ver qué hacen tus amistades. Pero claro, en el siglo XVII, el guasap se llamaba Velázquez y, cuando la aplicación Velázquez dejó de actualizarse por causas naturales (RIP), le sucedió la app Sánchez Coello.
La cosa iba así: di que estaba el cuarto de los Felipes de España (que no el de Merimé) en el Alcázar de Madrid y decía:
-Me están dando unas ganas mortales de mandarle a mi primo de Viena un guasap para que vea lo bonitas que están las niñas.
Dicho y hecho. Llamaba el rey Planeta (de Agostini) a sus criados:
-Decidle a Don Diego de Silva y Velázquez que venga, que quiero mandar un guasap a los estados patrimoniales Habsbúrgicos.
Se presentaba Don Diego, judeoconverso, con su bigotito y su melena rizada (ossea) servil, hermético y trepa, paleta en mano, y le decía el rey:
-Don Diego, hacedme un jotapegé de la infanta Margarita, que le quiero mandar un guasap a mi primo.
Y entonces venía la niña, Don Diego se ponía y pimpán pimpán, raca raca, hasta que terminaba el retrato. Luego pasaban un par de meses hasta que el lienzo llegaba a la corte de Viena y así sucesivamente.
Debido a esto, el Kunsthistorisches tiene una colección bastante buena de lienzos de Velázquez. Parte de dicha colección (como hubiera dicho la gran Lola Flores, “los cuadros güeno”) ha viajado a Madrid recientemente para figurar en una exposición tan chula como la que hubo a primeros de los noventa en Madrid.
Boris Izaguirre se vuelve loco de las mechas
Bien: como sucede todos los años por estas fechas, sus altezas, los Príncipes de Asturias, futuros reyes nuestros si es que no llega antes la Tercera, se han hecho unas fotos con sus niñas para mandar una felicitación de navidad a aquellas personas con las que tienen compromisos.
Que si la tita Beatriz de Holanda, que si el tito Carlos, el de las orejas grandes, que si al tito Otto, el que los tenía a todos votados…(uy, no, ese no, quítalo ya de la lista Leti, que cascó en 2011).
Y en esa foto ¿Qué se ha colado? ¡Pues un cachito de Viena! Detrás de los Príncipes y de sus niñas, las herederas del heredero, posa tambén la infanta Margarita, un jotapegé de Don Diego Velázquez que normalmente cuelga en el Kunsthistorisches Museum de Viena ¿Mola o no mola? (leer con voz de Boris Izaguirre) ¡Momentazo Velazqueño! (ahora ya normal) cuando los príncipes llegaron al Prado en una visita supersecreta y vieron la exposición solos, sin gente, y sus niñas les preguntaban ¿Y esta, quién es? Pues la tatarabuela Mariana, hija ¿Y esta? Pues la tatarabuela Margarita ¿Y este con cara de gilipichis? Y Leti (digo, su alteza la princesa de Asturias): Leonor, cari, eso no se dice: el tatarabuelo Felipe era un poco…Psicológicamente disfuncional. Ah, vale, mamá.
Más circunstancias curiosas (o no, vete a saber): el barrio en el que yo vivo (Margaretten) se llama así precisamente por la infanta Margarita del cuadro de Velázquez y de la felicitación de los Príncipes. Margarita vino aquí, se casó con un primo, el primo le hizo un crío y la muchacha murió del postparto con apenas veinticinco años. Una lástima.
Más hechos curiosos: resulta que (otro momentazo Boris) ¡Todos los personajes de la foto son familia! (incluso, el que no está, Don Diego de Silva y Velázquez). A ver, las reales personas, es obvio, tienen relación. El último entrecruzamiento entre los Habsburgo y los Borbones españoles se produjo en el siglo XIX, cuando Maria Cristina de Habsburgo-Lorena (y olé) se casó con Alfonso XII, el hijo de Isabel II. Bien, vale. Pero ¿Y Velázquez? Cuando Don Diego pintó a la Infanta Margarita, ninguno de los dos podía saberlo, pero las hijas de Don Diego demostraron el mismo instinto trepador que su padre y se casaron muy bien. Con nobles. Si no me falla la memoria, una nieta de Velázquez se casó, muerto ya su abuelo, con un aristócrata centroeuropeo. Este noble centroeuropeo está en el árbol genealógico de la reina Doña Sofía y, por lo tanto, también en el del Príncipe Felipe y de sus niñas ¿A que mola? Para más detalles sobre este póker genealógico, consultar (y, por qué no, leer, que es muy buena) “Los espejos paralelos” de Nestor Luján. En los apéndices de esta novela está la genealogía completa de la descendencia de Velázquez.
Deja una respuesta