De boda en la Wachau

wachauNuestro político favorito, el amigo de los niños (siempre que no sean sirios, claro) se ha casado. Ole con ole y olá.

10 de Octubre.- Heinz Christian Strache, líder de la formación ultraderechista FPÖ, la cual se cuentra, en estos momentos, en los primeros lugares de intención de voto, le dio el sí este finde a la muchacha con la que yo le vi, en amoroso paseo/coloquio por los jardines del pueblo, este verano pasado.

La nueva esposa del político, la segunda, se llama Filippa Beck (bueno, se llamaba, ahora se llamará Filippa Strache) y se dedica al mundo de la comunicación.

Ganó el concurso de “modelas” que organizó el Österreich (gran periódico) a través de su suplemento dominical, MaDonna, y ahora la pobre mujer no debe tener tiempo de nada, porque no solo presenta programas y cosas en el canal de televisión del periódico, sino que además es algo así como la jefa de prensa, o la portavoz ante los medios, del Team Stronach (este trabajo puede ser que se le acabe pronto, a la muchacha, porque el Team Stronach está, como decía el tango, “solo, fané y descagashado”).

El enlace –por lo civil- se celebró este finde en la Wachau, marco incomparable de belleza sin igual –y va sin coñas, que es patrimonio de la Humanité– y el novio fue, como no podía ser de otra manera, de tracht –o sea, pantalón de cuero, chaqueta de fieltro, etcétera-. La novia fue, también naturalmente, tratándose de quien se trata, de la princesa prometida. O sea, vestido largo blanco, con encajes y una corona de flagüers en el jer (por cierto, el jer lo tiene rubio).

Como de un tiempo a esta parte se ha hecho normal en Austria la boda religiosa se celebrará en algún momento del verano de 2017(¡El defensor de la civilización cristiana va a estar viviendo en pecado unos meses!). Este paréntesis entre las dos bodas ha dado pábulo (al Österreich, por ejemplo) para afirmar que la novia pudiera estar en estado interesante y los novios hubieran, quizás, querido formalizar su situación antes del nacimiento del retoño que redondeará su felicidad.

Ayer, el editorial del periódico de la empresa en donde trabaja la novia (arf,arf,arf) como los luchadores del catch americano, “se dolía” de que no le hubieran dado la exclusiva del enlace. Al fin y al cabo, la novia es “de la casa” (y el novio casi, a juzgar por la publicidad gratuita que le hace el medio a sus opiniones) .

De cualquier manera, el texto era un poco contradictorio porque el editorialista, dos párrafos más abajo, se mostraba todo comprensión con Strache y su señora, porque claro, un político de trayectoria tan controvertida, cuyo oficio, principalmente, es pisar cayos, a buen seguro cuenta con enemigos (o tocawebs) suficientes como para fastidiarle el que, según es conocido, es el día más hermoso de cualquier pareja.

Dígame si no ¿Qué hubiera pasado si, por ejemplo, le hubieran atizado a Strache –o a su “Stracha”- un tartazo en plena cara? ¿Qué hubiera sucedido si una tropa de peligrosos refugiados, procedentes de Oriente Medio, le hubieran conminado a compartir con ellos cualquiera de las sabrosas viandas que, a buen seguro, se sirvieron en el convite?

En fin: para conjurar estas peligrosas asechanzas, la boda del político austriaco se desarrolló, si no en el más absoluto secreto (tampoco había por qué) si rodeada de un manto de discreción. Estuvieron invitados, eso sí, conspícuos ultraderechistas, como Candidato 2, Norbert Hofer, el cual declaró que los novios “estaban hechos el uno para el otro” (comentario que a buen seguro habrá levantado una ola de comentarios sarcásticos; habrá quien diga, qué malaje que es la gente, que menos mal que, juntándose estos dos, se ha estropeado una casa sola, en vez de haberse estropeado dos).

También estuvo Johann Gudenus, vicealcalde de Viena, delfín que no tiene fin del novio.

No consta que Herr Gudenus haya comentado públicamente ningún detalle del enlace. Un poner si los langostinos estaban frescos o la ternera en salsa correosa o si cuando los invitados, llevados por el consabido entusiasmo alcohólico, entonaron cantos patrióticos (Carintiaaaa patria queridaaaaaa, Carintia de mis amoooooreeees, quién estuviera en Carintiaaaaa, en toooooodas las ocasioneeeees) a alguno de los circunstantes se le cayó la dentadura postiza (o puente) en alguna copa de champán.

A juzgar por esto, debió de tratarse de una jornada memorable.


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