En bolas entre pirañas (1)

16 de Enero.- Cada vez que lo digo, mi primo N. me mira espantado pero, entre nosotros, hay veces que echo de menos aquellos primeros tiempos (finales de 2005, albores de 2006) que yo pasé en este país. Todo era duro, es verdad, pero también era todo nuevo, fascinante de puro incomprensible. Además, uno era especial en todas partes (bueno, lo sigue siendo, pero de otra manera) y salvo el inconveniente de la lengua, se puede decir que la vida era bastante emocionante.
Echo de menos a veces la sensación de triunfo que experimenté cuando, a punto ya de tirar la toalla, con un paro español tan clandestino como miserable y casi sin seguridad social, encontré mi primer trabajo austriaco. Fue de camarero en un hotel de la cadena española Hotusa. En él trabajé durante unos meses en compañía de una serie de personas (mujeres todas) a las que no he vuelto a ver. Una circunstancia que, como comprenderá el lector por lo que sigue, tampoco es que me mate de melancolía.
Recién llegado, de pardillo, mandaba en aquella cocina una austriaca gordísima de la cual descubrí demasiado tarde dos cosas: una que era vegetariana y dos, que era maníaco depresiva. O sea, que unos días era un cascabel y otros tenía que hacer ímprobos esfuerzos por no enterrarse en las entrañas un cuchillo de trinchar. Digno era de verse (aunque gracias a Dios los huéspedes no lo veían) como aquella mole de carne era acometida por arcadas cada vez que tenía que freir las salchichas industriales que servían de pitanza a los clientes del hotel.
En la tarea, la ayudaba (y luego la sustituyó por un corto espacio) una chica de Sri Lanka lista como una ardilla y más falsa que un duro sevillano. La Srilankesa demostró su verdadera naturaleza cuando el jefe, un bendito, le dio algo de poder (poco). Aquello despertó a la arpía que habitaba en aquel cuerpo pequeño y regordete. Curiosamente, esta chica, en cuanto tenía la oportunidad, me acorralaba contra una pila de platos sucios y, entrecerrando los porcinos ojillos, me preguntaba si estaba casado y/o tenía hijos. Invariablemente, al recibir una respuesta negativa, se alejaba rezongando a propósito de mi hombría (vamos, rezongaba más a propósito de mi falta de ella).
Un día, la cocinera se quejó al jefe de que las salchichas vulneraban sus principios éticos:
-O las compra usted de soja o me marcho. No estoy dispuesta a colaborar en la matanza indiscriminada de tantos cerdos.
El jefe, claro, tuvo la reacción esperable.
A los pocos días, llegaron dos hermanas dominicanas. Una, para sustituir a la cocinera. La otra, para ayudar con las mesas. La que cocinaba era una mujer entrañable que ponía a todo meter los discos de boleros de Luis Miguel y a caldo al resto de sus compañeras. Presumía de ser, como decía La Lupe, “sumirde pero limpia” y todos los días, según ella misma contaba, se lavaba bien lavada hasta el último recoveco y se echaba detrás de las orejas unas gotas de Yadorí, como ella decía (J´adore, de Dior).
En el tono de quien comenta una buena inversión, decía:
Me sale caro, miho, pero yo no soy de esas que van oliendo a cochina por ahí.
Aparte de su firme creencia en la superioridad de las virtudes de la hembra dominicana sobre las de todas sus hermanas mundiales (austriacas incluidas), superioridad que se basaba en que según ella, no se había podido detectar en toda la República Dominicana un solo caso de lesbianismo, las opiniones de la amante del Yadorí eran equilibradas y, ella misma, estaba dotada de una rara bondad (rara por poco frecuente, quiero decir).
Para no hacerlo más largo, hoy lo dejo aquí, pero mañana seguiré hablando de la otra hermana dominicana y de la muchacha de Honduras cuyas aventuras también forman parte de la historia de mi paso por el sector hostelero.

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Comentarios

3 respuestas a «En bolas entre pirañas (1)»

  1. Avatar de amelche

    ¡Madre mía…! Para escribir un libro… Me dan ganas de irme al principio de tu blog a ver qué contabas. Por un momento pensé que la srilankesa te iba a violar… ¡Qué peligro!

  2. Avatar de JOAKO

    No suena esto un poco misogino, aunque he de confesarte que llevo un año trabajado en una oficina en que todo son mujeres y a pesar de mi resistencia natural a la misoginia estoy empezando a entender que esa corriente exista, ya había trabajado con mujeres, pero en el entorno había también hombres, lo que ahora me está demostrando que el equilibrio tal vez está ahí.

  3. Avatar de Paco Bernal

    Joako, de verdad que no, eh? Que yo además he trabajado toda mi vida rodeado de mujeres y me he llevado divinamente con ellas. En entornos y departamentos solo de chicas. Cuando hice la PSS, en la tele, en todas partes. Pero es que estas eran un nido de víboras. Es más, para que no quede ninguna sospecha, en una de las cartas a mi sobrina, trato el tema y, de verdad, dada mi experiencia, he tenido muchisimas mejores jefas que jefes. Un abrazo.A Amelche: la srilankesa era un bicho malo, te lo puedo asegurar. Saludetes,P.

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