(Sin fecha)
Cualquiera que empiece a pensar en un idioma que no es el suyo sabe que hay conceptos que son muy difíciles de verter con la contundencia del original; son palabras que pertenecen al tuétano de la lengua. Trato infructuosamente de encontrar un equivalente decente para “Garrafón”.
Me viene sin cesar esa palabra a la mente a poco que pase más de tres minutos delante de una tele encendida. España se ha convertido en un país de garrafón. Tenemos políticos de garrafón, noticias de garrafón en las que solo hay mujeres muertas, chiquillas destripadas y carreras ilegales extraídas del Youtube, famoseo de garrafón (es increíble que todo el que ha sido algo en las últimas trés décadas, aunque ese algo haya sido hacer el horóscopo de “La voz de Soria” está entregado a llenar el vacío sideral con el que nos ha regalado la TDT). En general, la vida en el país en que nací queda cardinalmente definida por la respuesta a una pregunta que mi primo X. me hizo cuando me fui a Austria. Al preguntarme por las diferencias entre los dos países, le dije:
–En España la vida está hecha con materiales de peor calidad.
Así las cosas, nos refugiamos en la lectura. Compro en una librería de viejo una versión agradablemente amarillenta de “El advenimiento de la República” , de Pla. Y me regocijo con su lectura. Los mascarones históricos de aquel periodo tan y tan injustamente mitificado, quedan expuestos crudamente, tal como fueron. De una manera incisiva que ningún periodista de hoy podría permitirse (le echarían de cualquier periódico).
Pla pinta sin proponérselo (o quizá, por no proponérselo) un fresco vivísimo de aquellos políticos que, como algunos de hoy, solo tenían la boca llena de palabras y el cráneo lamentablemente ocupado por aire comprimido. A uno se le hace la boca agua al pensar qué hubiera hecho Pla con los políticos de hoy ,que apenas saben hacer la O con un canuto, si los hubiera tenido al alcance de la estilográfica.
Pla pinta sin proponérselo (o quizá, por no proponérselo) un fresco vivísimo de aquellos políticos que, como algunos de hoy, solo tenían la boca llena de palabras y el cráneo lamentablemente ocupado por aire comprimido. A uno se le hace la boca agua al pensar qué hubiera hecho Pla con los políticos de hoy ,que apenas saben hacer la O con un canuto, si los hubiera tenido al alcance de la estilográfica.
Por ejemplo, el relato de los dimes y diretes que motivó la redacción del primer artículo de la constitución republicana (España es una república de trabajadores de todas clases) da para llorar de risa y demuestra que la cutrez actual hunde sus raíces, como una sana y confiable costumbre nacional, en la noche de los tiempos.
Por otra parte, desde la caída en desgracia del grisáceo aznarismo y su sustitución por lo que tenemos ahora, el país, a falta de otras ocupaciones con las que quitarse las ganas de comer, vive entregado a su pasatiempo favorito: todo el mundo sabe que lo que más le gusta a un español es mentarle los ancestros al español que tenga más cerca. Esto se ha materializado mediante la salida del armario de una serie de personas que todos creíamos hundidas en la noche cavernaria.
Han salido del armario los católicos recalcitrantes –no está de moda practicar sexo, si no hay razón para el corazón, que cantaban las Papá Levante-, han salido del armario los antisemitas, las xenofobias de todas las especies, los anarquistas (¡), los neofascistas (ayudados inestimablemente por una serie de periodistas decrépitos de rebotica y mesa camilla), los comunistas libertarios (o whatever that means), los acosadores de niñas metidos a tertuliantes y, en general, toda esa morralla humana que, de pequeña, le decía a su madre que quería ser artista y se ha tenido que conformar con salir de aspirante a tronista vestido de poligonero en Hombres, Mujeres y Viceversa.
Ya lo decía Pla en su libro y qué poco ha cambiado la película: España es un país de onanistas y de hambrientos (no necesariamente por ese orden). (foto: Archivo Viena Directo)
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