3 de Noviembre.-
-¿Viena Directo servicio público, dígame?
-Buenos días.
-¿En qué puedo ayudarle?
-Verá, yo sé que no es el tema del blog, pero ¿Me podría usted explicar por qué es tan malo que los griegos convoquen un referendum para decidir qué hacen con el Euro?
-¿Versión larga o versión corta?
–Corta, que para la versión larga, ya tengo lo de todos los días (y a todas horas).
-Bien. Entonces, para empezar, le voy a explicar cómo funciona lo que los economistas llaman “la deuda soberana”y los indignados “los mercados” o sea, cómo los Estados consiguen dinero y en qué condiciones.
-Venga, va.
-A ver: imaginemos que usted tiene una cierta cantidad de dinero y que usted es un hombre para quien la amistad es importante. Resulta que usted, entre otros, tiene dos amigos. Estos dos amigos están casados y tienen niños. Pero ahí acaban las semejanzas. El primer amigo es un tipo algo gris, pero listo. Trabaja una barbaridad y todo lo que gana lo reinvierte en propiedades o en cosas que le ayudan a seguir ganando dinero. Su santa, hace lo mismo. Y sus niños son ese tipo de críos asquerosos que están estudiando todo el rato y que se pagan la carrera trabajando ¿Se hace una idea?
-Me la hago.
-Bien. Por otro lado, tiene usted un amigo que es más majo que las pesetas pero, para decirlo finamente, un poquito viva la virgen. Usted se va de cañas con este amigo con muchísimo gusto, y se mea de risa cuando cuenta chistes y se lo pasa fenomenal con él. Sólamente que este segundo amigo vive un poco por encima de sus posibilidades. Pide créditos para ponerle llantas de aleación al coche, manda a sus hijos de vacaciones al extranjero (no a estudiar, a que jueguen al paintball) y su santa va vestida siempre a la última con modelos de Versace.
-Joé.
-Sí. Bueno. El primer amigo tiene muchas propiedades pero, en un momento dado, se queda corto de efectivo y acude a usted porque los bancos son una cosa burocrática y enfadosa y tal ¿Qué hace usted?
-Soy un amante de la amistad, ¿no?
-Eso es.
-Pues está claro: le presto dinero.
-Peeeero, como usted sabe que este amigo le va a devolver el dinero de todas formas, porque sólo se trata de un problema pasajero, usted se arregla con este amigo como buenos hermanos y decide cobrarle solo un interés simbólico. Pongamos un uno por ciento. Usted sabe que recuperará su dinero y que su amigo se lo va a pagar. Su amistad funciona viento en popa y todo es una balsa de aceite.
-Y ahora, claro, viene el amigo viva la virgen.
-Exacto. Vienen mal dadas y el amigo viva la virgen necesita dinero para pagar el crédito personal con el que puso las llantas de aleación del Ferrari que también está pagando a plazos. Nuestro amigo el Johny Juergas necesita dinero y muy rápidamente y también acude a usted ¿Qué hace usted?
-Venga, va: soy un tipo amante de la amistad: le presto.
-Vale, usted es un tipo legal, pero lo que no es usted es tonto. No quiere perder su dinero, entonces ¿Qué hace?
-Le cobro un interés más alto. Por si las moscas.
-Efectivamente. Bueno, pues usted es eso tan malo malísimo que se llama “los mercados”.
-Joé ¿Y no me podía haber tocado un papel mejor?
-No. Haber elegido muerte. Siguiente vuelta de tuerca: su amigo, el viva la virgen, no puede pagarle a usted. Sus finanzas son un caos, pero él sigue yéndose de bares, y nadie le quiere comprar el Ferrari con las flamantes llantas ¿Qué hace? Acude a un tercero para que le preste dinero para pagarle a usted. A estas alturas, la reputación del amigo viva la virgen huele a perro muerto y entonces el tercero le dice: “vale, yo te presto, pero tienes que demostrarme que te vas a enmendar. Por lo pronto, múdate de la mansión a una casa normal. Vende el Ferrari y dile a tus hijos que de viajar al extranjero a jugar al paintball, nada: se tienen que poner a estudiar para, en el futuro, ser eso tan aburrido que se llama hombres de provecho”.
-Vaya cambio.
-Claro ¿Qué pasa? Las condiciones le hacen pupita, pero nuestro acongojado viva la virgenestá con el agua al cuello y no tiene más narices que tragar con las humillantes condiciones que le impone el que le va a echar una mano. Pero sus hijos, cuando se quedan sin viajes al extranjero y sin poder comprar los juegos más nuevos de la play y las zapatillas deportivas más caras, van, se ponen y se indignan. Y deciden ocupar el jardín de la mansión y romper los cristales de su casa de usted.
-Y yo ¿Qué he hecho?
–Por cándido, ya ve. Pero la historia no acaba aquí. Los hijos, indignadísimos porque ya no se pueden dar todos los caprichos, presionan a su padre y entonces el padre va a verles a usted y al tercero que le tiene que prestar guita y entonces les dice: “Miren ustedes: este sacrificio que ustedes me piden es enormemente gravoso y mis hijos están que trinan. Así que voy a preguntarles a ellos si quieren que yo les pague” ¿A usted qué le parece que van a contestar los hijos? Pues eso.
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