15 de Noviembre.- Durante ese especial de “Las noticias del guiñol” que se llamó “El gran –y único- debate entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba”, el segundo mencionó de manera inexacta –“inshidiosha” que hubiera dicho el otro- que el PP pretendía bajar la prestación por desempleo, a base de aplicar el llamado “modelo austriaco”.
Escuchar esto me hizo dar un respingo porque el llamado Modelo Austriaco no tiene nada que ver con la prestación por desempleo.
Vincular los dos asuntos es, si se mira desde la buena fe, confundir el culo con las cuatro témporas; y si se mira desde la mala, un intento descarado de sembrar la confusión.
¿En qué consiste pues, el modelo austriaco?
En el año 2003 –momento político delicado, gobierno de la coalición popular-haiderista- se implantó en Austria un modelo que sustituía la indemnización por despido (nuestro popular y agradecido finiquito) por una hucha a nombre de cada trabajador en la que el empresario estaba obligado a depositar un 1,53% del sueldo mensual del currante.
Si el trabajador cambia de empleo voluntariamente, lo acumulado en la hucha no se pierde. Si el trabajador es despedido, la cantidad acumulada en su hucha sirve para compensar su despido.
Si, tras una larga vida laboral de servicio al sistema, el trabajador no ha utilizado su fondo, el resultante sirve para completar su pensión.
En Austria, asimismo, estos fondos los gestiona la Seguridad Social a través de las diferentes cajas que forman parte del sistema, por lo que este dinerito tiene otra función: aumenta el saldo de caja del sistema público de seguros.
Habrán notado mis lectores que, hasta este momento, no he mencionado para nada la prestación por desempleo que, en el caso de Austria, se percibe igual que en España. Cuando esta se agota, el trabajador percibe de forma indefinida la llamada “Ayuda de emergencia” (Notstandhilfe) por parte de los servicios sociales austriacos pero está obligado siempre a demostrar que está buscando trabajo de manera activa y que sigue formándose (tiene que hacer todos los cursos que le busquen en el servicio público de empleo).
El fondo, eso sí, no se puede tocar hasta el tercer año de estar acumulando dinero para así evitar el “trabajo dos meses y pillo la pasta”.
El resultado directo de la implantación de este sistema es que, sí, aumentaron los despidos (sobre todo al principio, porque las empresas aprovecharon para deshacerse de trabajadores poco productivos) pero también subieron espectacularmente las contrataciones y aumentó muchísimo la movilidad laboral. O sea, se acabó lo que en España, desafortunadamente, es una realidad de todos los días. Eso de “yo no pego un palo al agua porque a mí, de todas maneras, no hay quien me eche; el finiquito les costaría un güevo de la cara”.
El modelo austriaco también elmina el elemento poco transparente que suponen las resoluciones de los contratos en el caso de despido improcedente y fomenta la contratación de los jóvenes. Si el aprendiz sale vago, no existe el peligro de que el pequeño empresario se arruine.
El problema que yo le veo a la implantación del sistema austriaco en la Patria de Mis Amores es que, como ya conocemos el paño, es muy probable que al minuto dos de haberlo implantado, se generasen una serie de trampas obvias que desvirtuarían el sistema. Por ejemplo: los empresarios bajarían los 1000 euros que de media cobra un españolito normal, en un 1,53%, para poder satisfacer el coste de “la hucha” cómodamente.
Por otra parte, en Austria, la tasa de temporalidad de los contratos es de un 8% y en España, sin embargo, de un gigantesco 25. El modelo austriaco aumenta la rotación, un factor que (no, gracias) nosotros no necesitamos que nadie nos aumente más.
La pregunta es: si el PP llega al Gobierno como parece ¿Conseguirá desmontar las acusaciones de la oposición e implementar el modelo austriaco en condiciones?
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