16 de Noviembre.- Querida Ainara: a lo largo de tu vida vivirás unos cuantos acontecimientos históricos durante los cuales tendrás la sensación de que los relojes, de pronto, habrán tenido que aprender a envejecer a marchas forzadas.
Súbitamente, te parecerá que todo ha encogido, que se ha quedado antiguo, inservible, tosco, primitivo.
Lo mismo que, aquí en Austria, hay periódicamente tormentas huracanadas que derriban los árboles más viejos y los convierten en hogar para los organismos que viven de la madera podrida, notarás de manera inconfundible que estos Acontecimientos-Monstruo derribarán a las personas a las que haya cogido con el paso cambiado.
Sumidos en la confusión, los habitantes del mundo antiguo incapaces de adaptarse a las nuevas reglas (con frecuencia más crueles que las existentes) también serán arrollados por la fuerza de los acontecimientos.
Habrán pasado, muy en contra de su voluntad, a la categoría de los seres amortizados. Se habrán convertido en historia.
Durante este fin de semana se ha producido uno de esos hechos.
Por supuesto, aún hay mucha gente que no se ha dado cuenta de que el paradigma ya ha cambiado e, incluso gente que pasa por inteligente, como el filósofo americano Noam Chomsky, no cesa de escribir unas obviedades sonrojantes que, a cualquiera que lea los periódicos con un poco de vista, no pueden parecerle sino los productos de la mente de un ingénuo o, peor aún, vejeces superadas de antemano por la fuerza del susto nuestro de cada día.
Este fin de semana, los llamados “mercados” (que no son sino la suma de las grandes corporaciones transnacionales que están llamadas a sustituir a los actuales gobiernos de los países) han derribado al primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Un personaje obviamente indefendible. Un putero, un chulo, un corrupto, un impresentable. Pero, a pesar de todo, el representante legítimo de la voluntad de los italianos expresada por medio de las urnas.
El Gran Poder se ha pronunciado: “Silvio no nos gusta. No sirve a nuestros intereses. Queremos a otro” y, para calmar a La Bestia, los italianos se han apresurado (no sin alivio) a obedecer.
Con este glope hemos aterrizado (del modo más abrupto, además) en otra dimensión.
Antes de ahora, el Dinero se preocupaba más de disimular sus huellas. Las formas se mantenían hasta cierto punto.
Por ejemplo, en España, cuando Felipe González era el candidato en el que el Dinero depositaba todas sus complacencias, el Dinero se encargó de comprar los mejores asesores de imágen, de importar los medios de persuasión más sofisticados desde América (paraíso de todas las técnicas persuasoras) y de aportar la pasta para comprar los espacios publicitarios más ventajosos. El candidato salió, vio, habló y venció. Convenientemente aleccionada, la masa no opuso resistencia.
Este método, sin embargo, le ha debido de parecer al Dinero poco seguro para los tiempos que corren. Así que ahora el Dinero va al supermercado con la lista de la compra hecha. No tiene más que alargar la mano y coger de la estantería el producto que más le interesa.
En toda crisis, además, Ainara, siempre hay varios niveles. Está el nivel de Lo Que Pasa, está el nivel de Lo Que Parece que Pasa, y está el nivel de Lo Que quieren que Creamos que Pasa.
Hasta ahora, en esta carta, me he preocupado de contarte Lo Que Pasa en este minuto.
Lo Que Parece Que Pasa, en este caso, se termina de contar bastante pronto. No hay más que leer el periódico todos los días.
Lo Que Quieren Que Creamos Que Pasa es que todo sigue igual.
Al Dinero le interesa que la gente siga creyendo en la fuerza y la pujanza del paradigma anterior. Para muestra, la campaña electoral que, en estos momentos, se desarrolla en España.
Mi apuesta personal es que, de ahora en adelante, los medios de comunicación locales de cada país se encargarán de fabricar una realidad a la medida de los minúsculos dimes y diretes de una política cada vez más vacía, más despojada de poder efectivo. Serán las nuevas élites, con su virtualmente todopoderoso ámbito de actuación transnacional, las que distribuyan los recursos (unos recursos cada vez más escasos), las que quiten y pongan Gobiernos. Siempre encontrarán intérpretes, sacerdotes del culto mistérico, que encuentren, como en el caso italiano, una explicación a lo que suceda.
Quién sabe, quizá nos vaya mejor en manos de una élite ayudada por la tecnología de lo que nos ha ido en manos de unos políticos que tenían en el equipaje solamente buenas palabras y mentiras más o menos fáciles de tragar.
Lo que sí parece claro es que sólo si el Nuevo Poder se revela a corto plazo como más eficiente que el que hemos dejado atrás, si no se transforma en algo arbitrario, podrá consolidarse. Si no, el futuro dará (aún más) miedo.
Besos de tu tío.
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