7 de Diciembre.- ¿Oyen mis lectores los tiros? Efectivamente. El archiduque Franz Ferdinand ha sido asesinado junto con su esposa en Sarajevo y una cadena de alianzas, exacta como una cadena de relés, ha hecho que la paz europea salte por los aires y el mundo se precipite a una matanza de proporciones apocalípticas.
¿Y con el azúcar? ¿Qué pasa?
Durante la primera guerra general, las autoridades del Imperio Austro-Húngaro deciden limitar por ley el cultivo de la remolacha y, por tanto, la producción de azúcar. A la escasez de la mano de obra, se une el hecho de que la superficie cultivable se necesita para producir alimenos más necesarios para el esfuerzo de la guerra. El azúcar vuelve a estar racionada y se convierte en un bien de lujo.
Terminada la guerra, en 1919, la producción azucarera de Austria tarda en levantar cabeza. De momento, como el país ha encogido, su superficie cultivable también es mucho menor y la producción nacional no consigue cubrir toda la demanda interna. Las fértiles tierras de Bohemia, Galizia o Hungría se han convertido en parte de repúblicas que nada tienen que ver con la convulsa Austria que ha visto caer a su monarquía milenaria.
Solo a partir de 1934, Austria vuelve a ser azucareramente autosuficiente. Cifras cantan (la fuente de estas cifras, lo mismo que la de la mayoría de las informaciones de este artículo es la página de la asociación de productores de remolacha www.ruebenbauern.at) cifras cantan, decía: 49.000 hectáreas plantadas con remolacha, 1.380.000 toneladas de remolacha recogida, 222.800 toneladas de azúcar blanca refinada producida. Un dulce botín.
Poco iba a durar la tranquilidad. En 1938, como mis lectores saben, Austria es absorbida por la dictadura nazi y se convierte en una provincia más del Reich. Los nuevos detentadores del poder no se andan con chiquitas y consideran que la democracia es una cosa mandada retirar.
Los jefes de las uniones de productores de remolacha, elegidos democráticamente, son destituidos de manera fulminante y sustituidos por comisarios conscientes de que hay que preparar la economía austriaca para una nueva guerra que vendrá más temprano que tarde.
Los productores de remolacha no son los únicos afectados. Los nazis emprenden un diabólico aunque eficaz programa de limpieza en los accionariados de las fábricas de azúcar. Encuentran a algunos propietarios hebreos y les fuerzan a vender sus acciones primero y luego a emigrar. Es la famosa –y terrible- arianización.
Como los fascistas son también partidarios de fortalecer el sector público mediante la creación de monstruosas empresas estatales, el 12 de Diciembre de 1938, o sea, con la anexión aún fresca, se funda la Landwirtschaftliche Zucker AG y se obliga a la asociación de remolacheros, ya en manos nazis, a que compre 100.000 Marcos del Reich en acciones del recién nacido consorcio –que se destinan a pagar los precios de miseria que se les ofrecen a los judíos por las acciones de las azucareras durante la arianización-.
Estalla la guerra mundial y, como al principio, la contienda va fenomenal para los nazis (Hitler en París y todo esto) la producción azucarera de Austria también va viento en popa; sin embargo, cuando la tortilla da la vuelta, las cosas se ponen muy negras para las azucareras austriacas.
En 1945, cuando termina la guerra general, la industria austriaca del sector está hecha polvo. De los ocho ingenios existentes antes de la guerra, sólo 1, el de Enns, está en condiciones de producir azúcar. Los otros están prácticamente en ruinas.
Aún así, la falta de materia prima –la cosa no estaba para plantar remolachas, precisamente- hace que la fábrica de Enns produzca solamente 6500 toneladas de polvillo blanco durante 1945. Una miseria para un país que, de todas maneras, se moría de hambre.
Deja una respuesta