¿Final espantoso o espanto sin final? Austria opina sobre la crisis griega

Die Presse
Oficinas vienesas de Die Presse (A.V.D.)

 

28 de Febrero.- En estos días pasados, en nuestra vecina, la tierra de Cruella de Merkel, se ha formado la marimorena a cuenta de lo que, según mi opinión, es un globo sonda para catar la reacción de la opinión pública teutona (y, por extensión, europea) a propósito de una eventual salida de Grecia de la zona Euro.

Una posibilidad que, por lo menos de dientes para afuera, hace que a la canciller alemana y al señor Bruni se les pongan los pelos de gallina.

Por estas tierras, sin embargo, corre el refrán de que “es mejor un final espantoso que un espanto sin final” (lo cual podría traducirse por nuestro “es mejor una vez colorado que ciento amarillo”) y se tiene la sensación de que trasfundir dinero a las anémicas arcas griegas es como intentar llenar un colador (ya sea porque se piense que los griegos se lo gastan en Ouzo y francachelas –facción conservadora- o porque se piense que, a base de recortes y restricciones, los griegos no van a levantar la cabeza en la vida –facción progresista-).

Ahora mismo, Grecia es la víctima más conspícua de los vicios de una unión monetaria que nació coja y contrahecha (principalmente, porque los Padres de la Unión no encontraron en su día la manera de venderles a sus electorados nacionales que, para que funcionara una moneda común, no se podía empezar la casa por el tejado y antes tenían que ceder soberanía fiscal y afrontar una política y una gobernanza económica común).

En mi opinión, la dos cosas más chungas que presenta la Unión que actualmente disfrutamos –porque, salvo los griegos, los demás la disfrutamos bastante- son que a) no se previó ninguna salida de emergencia –lo cual no significa que no se pueda implementar sobre la marcha- y b) que se intentó aplicar los mismos estándares de excelencia económica a la engrasadísima economía alemana que a la mohosa manera española de hacer negocios. Un pan como unas hostias, en resumen.

Es cosa que se aprende en cualquier facultad del ramo que, si los griegos no estuvieran enfundados en el corsé del euro, su crisis se hubiera resuelto de manera si bien no menos dolorosa, sí quizá algo más rápida (la vieja teoría del final espantoso).

En tiempos del dracma, como nosotros hicimos con cierta frecuencia en tiempos de la entrañable peseta, los griegos hubieran depreciado su moneda (o sea, hubieran hecho que, en comparación con otras monedas más fuertes, su moneda valiese menos) medida que hubiera tenido dos efectos casi inmediatos: en primer lugar, automáticamente, los productos fabricados en Grecia se hubieran hecho más baratos para su venta al exterior y, derivado de lo anterior, hubieran atraido divisas que hubieran ayudado a ponerle progresivo freno al caballo desbocado de la crisis.

¿Por qué no se deja entonces que Grecia salga del Euro? (algo que va a suceder, creo yo, de aquí a seis meses como mucho).

Pues por dos cosas: primero, porque los políticos comunitarios piensan que semejante posibilidad sería “una campaná” de dimensiones bíblicas y consecuencias bastante inciertas de cara a la matrecha credibilidad de la Unión de cara a los inversores extracomunitarios;  y, segundo, porque, como yo decía más arriba, quien tiene que hacerlo no sabe cómo hacerlo, porque a los Padres de la Unión (Monetaria) se les olvidó en su día poner un botón del pánico que permitiese una voladura controlada del sistema.

¿Qué sucedería si Grecia saliese del Euro? Desde Bruselas se intenta vender que se confirmarían nuestros más negros temores y que el cielo, como a Asterix y sus amigos, se nos caería a trozos sobre la cabeza. Sin embargo, según publica el periódico austriaco Die Presse en un interesantísmo artículo de análisis (pinchar aquí), la consultora británica Variant Perceptions ha dado a las prensas un estudio en el que se dice que, si Grecia saliese del Euro, las consecuencias serían más psicológicas que otra cosa –lo cual no quiere decir Ihre Anfragefenómeno relativamente frecuente en la Historia de la Economía.

Los austriacos, por ejemplo, tienen alguna experiencia en ellas. En 1919, con la caida de la Monarquía, la Unión Monetaria de los territorios habsbúrgicos se fue a tomar viento ¿Sucedió algo? (bueno, sucedieron muchas cosas, pero pasado el primer susto, la gente siguió comprando sus patatas y sus tomates con otras monedas creadas ad hoc).

Según Variant Perceptions, el proceso de salida de los griegos de la Unión funcionaría así: en primer lugar, se descartaría vigorosamente la posibilidad hasta que, apretados por los acontecimientos, se decretaría reunión general de los ministros de economía en fin de semana, se decretaría la salida de Grecia, automáticamente, se cerrarían las fronteras griegas a la evasión de capitales; los bancos cerrarían un par de días, a los billetes corrientes se les pondría un sello mientras se imprimiese la nueva moneda (pasó ya en 1919 con las Coronas de los Habsburgo); pasadas siete u ocho semanas, habría nuevos billetes en circulación y aquí paz y después, devaluación al canto.

Parece fácil,¿Verdad?

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