En los últimos meses, se ha escuchado mucho una expresión nueva, que ha resultado chocante, cuando no irritante, para alguna gente. Sin embargo,un esfuerzo coordinado de marketing, sobre todo ahora, puede ser una gran idea.
7 de Junio.- En los últimos meses, las personas que estamos atentas al discurrir de la actualidad española hemos tenido ocasión de escuchar muchas veces una expresión nueva y, como tal, chocante para mucha gente.
Se trata de la famosa “marca España”.
De determinados sucesos, se decía (a veces sin mucho criterio, las cosas como son) que eran “malos para la marca España” o que resultaban “beneficiosos para la marca España”.
Cada bando de los dos tendidos en los que está organizada la vida nacional, trataba de llevarse la Marca España a su sardina. Dado el nivel de cerrilidad, provincianismo y falta de formación que, desgraciadamente, reinan en lo que los malos periodistas llaman “nuestra clase política” (y en sus adláteres, corifeos y tertulianos) la mayoría de las referencias a la Marca España eran, en el mejor de los casos, producto de la desinformación y, en el peor, de las ganas de malmeter.
Para contribuir (muy modestamente) a poner las cosas en su sitio, quizá sea bueno hablar de qué es la Marca España y, sobre todo, por qué es necesario, ahora más que nunca, que haya una acción coordinada desde el Estado para fomentarla.
La Real Academia nos enseña, a través de su diccionario, que Marca es una “Señal hecha en una persona, animal o cosa, para distinguirla de otra, o denotar calidad o pertenencia”.
El fomentar que se asocie al nombre España con determinados aspectos positivos, como hacen otros países (por ejemplo Alemania, a través del Made in Germany; Francia, con su sólida política de promoción de su sector textil o cosmético o la misma Austria a través de páginas como esta) solo puede traer cosas buenas: en el interior pero, sobre todo, de cara al exterior.
Y ya era hora de que el Gobierno de la Nación, independientemente del partido al que pertenezcan los que calientan en la actualidad las poltronas, se tomase en serio algo que, hasta ahora, se hacía de una manera dispersa y, debo añadir, bastante discontínua y un poco a la pata la llana, como suelen hacerse esas cosas que se tienen por poco importantes. A través del ICEX (Instituto de Comercio Exterior) o mediante eso que siempre se dice de que “el Rey es nuestro mejor relaciones públicas”.
Son incontables los argumentos en pro de que se realice un esfuerzo institucional decidido y eficaz en este sentido, pero sin duda el que más a mano se encuentra es que los productos españoles tienen aún mucho espacio para crecer en el exterior y que la exportación de manufacturas y tecnología de calidad crea empleo y prosperidad económica.
Reparen mis lectores en estos pocos ejemplos:
¿Cuántos millones de euros recaudan cada año las películas de Pedro Almodóvar? ¿Cuál es el impacto económico de la venta y las regalías que generan artículos del Real Madrid o del Fútbol Club Barcelona? ¿Qué volumen de negocio representan fuera de España Mango o Zara? ¿O Telefónica, o Fomento de Construcciones y Contratas, la revista Hola o el Banco de Santander? ¿Qué notoriedad aportan Piqué, Pau Gasol, Caballé, Banderas, Cruz o Plácido Domingo?
Más: España vende tecnología a medio mundo (sin ir más lejos, la empresa en la que trabaja mi hermano está vendiendo ahora tecnología punta a Alemania) y los titulados y científicos españoles están valoradísimos en el exterior. Y, naturalmente, es bueno que se sepa para atraer a los posibles interesados.
Un esfuerzo para tener una imagen exterior fuerte y saneada es progresista, porque aumenta las posibilidades de España para captar talento, o financiación, para atraer turistas o personas que se interesen por el aprendizaje de nuestro idioma. Son solo ejemplos que se traducen en miles de puestos de trabajo directos e indirectos.
Por no hablar de lo que los españoles que residimos en el exterior podemos hacer al respecto.
Para muchos austriacos, que solo van a conocer a uno o dos españoles en su vida, cada uno de nosotros es España. Y está bien que no se nos olvide.Todos somos pequeños embajadores de lo mucho y bueno que España ofrece, de la calidad de nuestros productos, de lo excelente de nuestros profesionales y de los servicios que el país ofrece. Muchas veces, los austriacos no consumen productos españoles simplemente porque no los conocen. Y a mí me consta de cerca, por ejemplo que, una vez los prueban, los austriacos no pueden pasar sin fuet, sin queso manchego o sin Cola-Cao (vale: lo de las pipas no ha habido forma de hacérselo entender, pero los quicos de Churruca y las cortezas son un éxito).
España, queridos lectores, mola. Y tiene mucho que dar. Que se entere el mundo.
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