Karl Lueger, Mandela y la memoria histórica a la vienesa

Karl LuegerKarl Lueger ¿Un mal bicho? ¿Un alcalde ejemplar? Algunos vieneses contemporáneos piensan que habría que erradicar la memoria del llamado Karl el Guapo de las calles de Viena.

10 de Diciembre.- Karl Lueger, alcalde de Viena entre 1897 y 1910 (cascó en marzo de ese año a consecuencia de una diabetes) fue el Heinz Christian Strache de entresiglos (Strache, a estas alturas, no necesita presentación para los lectores de este blog, pero por si hiciera o hiciese falta, aquí pueden mis lectores echarle un ojo a sus aventuras).

Karl Lueger: una vela a Dios y otra al diablo

Lueger era un hombre listo, apuesto, dotado naturalmente de verbo incendiario e instinto para el populismo.

Utilizó su ágil lengua para lanzar incendiarios discursos antisemitas que inflamaban a las masas que se veían a sí mismas como “arias” .

Poco importaba que, en la intimidad de su hogar  “Karl el guapo”, como le llamaban sus admiradores, tuviera amigos que iban a la sinagoga los días de precepto. Lueger no encontraba en esto ninguna incompatibilidad  porque, como dijo aquel, “una cosa es pa´ una cosa y otra cosa es pa´ otra cosa”.

Esto es: una cosa es la política y el mangoneo y el poder, y otra cosa, claro, la decencia. En este sentido, Karl Lueger era un político completamente moderno.

Lueger era un hombre excepcional (stricto sensu, o sea, fuera de la media) y, como tal, contradictorio. Cuando le eligieron para alcalde de esta bonita urbe, Lueger pudo demostrar que, siendo una persona de moral harto discutible era, sin embargo, un gestor muy eficaz.

En aquellos momentos, Viena era una de las capitales no ya de Europa, sino del mundo y jugaba en la misma liga que París o Londres (Madrid era de segunda regional B, no hace falta decirlo).

Durante su mandato, Lueger se planteó que, si la cosa iba como hasta entonces, la capital del Danubio sería, para mediados de los treinta del siglo XX, una megápolis de cuatro millones de habitantes y que sería necesario dotar a la ciudad de una infraestructura burocrática adecuada, así que se lanzó a una espiral de reformas y modernizaciones (de las buenas, no de esas que tapan ahora los recortes).

Estas reformas, combinadas con una eficaz autopropaganda, hicieron que, al morir, Lueger fuera un hombre muy popular (a nada que había cuarto y mitad de ocasión, Karl Lueger hacía escribir su nombre en placas que adornaban y adornan hoy en día muchos espacios públicos de Viena).

Karl Lueger fue enterrado con unos honores muy por encima de lo que hubiera hecho esperar el cargo que desempeñaba, incluyendo un sitio de honor en el Cementerio Central vienés. Uno de los asistentes al multitudinario entierro fue (sí: no era difícil de adivinar) Adolf Hitler, al cual se le hacía el porompompero pepsicola al pensar en este edil vienés.

Nazismo, plaza y propagandas varias: apueste por una

En fin: a la postre, las reformas de Karl Lueger no valieron para mucho. En 1918, la monarquía “habsbúrgica” como le gusta escribir a mi amigo Luis Tercero, fue arrumbada al baúl de los recuerdos y Viena encogió muchísimo.

De los cuatro millones de habitantes que Karl Lueger imaginaba, hoy, gracias a Dios, solo viven en Viena la mitad. La consideración hacia la figura de Lueger también ha ido encogiendo bastante. Los austrofascistas le admiraron, los nazis, siguiendo el ejemplo de Hitler, le encumbraron (hicieron hasta una peli de propaganda para ensalzar su figura como el padre de todos los antisemitismos), en la posguerra, los austriacos, muy convenientemente, miraron hacia otro sitio y silbaron para no ver al elefante que se les había colado en la habitación y, los austriacos de hoy han empezado, un poco tarde, a quitarle honores póstumos.

En 2012, el tramo del Ring que se llamaba Karl-Lueger-Ring pasó a llamarse Universitäts-Ring y ahora, un grupo de ciudadanos (ya son 7000) quieren que la Karl-Lueger-Platz (parada de metro de Stubentor, si no recuerdo mal), presidida por un monumentazo al alcalde vienés, pase a llamarse Nelson-Mandela-Platz (aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid). Argumentos a favor, los obvios: o sea, que Karl Lueger fue en vida un protonazi y un bicho de cuidao. Argumentos en contra: vale, Mandela fue un luchador por la libertad y tal y tal pero ¿Estuvo alguna vez en Viena? ¿Qué leches tiene que ver Soweto con Simmering?

Como siempre, señora, apueste por una.


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