Una propuesta del organismo de homologación Austrian Standards ha dado pie a una considerable polvareda.
20 de Marzo.- Lo que voy a decir ahora quizá pueda resultarle incómodo a una parte de mis lectores y espero que me perdonen pero, para decirlo, parto de un convencimiento personal.
Voy a ver si consigo explicarme.
Todos, pero en particular los políticos, cuando hablamos, emitimos conscientemente señales lingüísticas que esperamos que recojan los “iniciados” y que les inciten a ser benevolentes con nosotros. O sea, señales que van dirigidas a los que piensan como nosotros. Pero también, de modo secundario, a” los otros”. Se trata de delimitar los territorios ideológicos, o sea, de crear un sprit de corps de manera que los que, efectivamente, piensen como nosotros, se sientan reconfortados al tener ante ellos a un igual y, los que no, salgan por piernas y, por lo tanto, se haga más fuerte la cohesión del grupo.
El lenguaje ortosexual
Esto se ve muy claramente en el lenguaje de los políticos “progresistas” los cuales utilizan el lenguaje de una manera mucho más consciente, en mi opinion, que los otros. Piénselo usted, querido lector. Piénselo usted, querida lectora: si usted escucha a un político que utiliza las palabras “colectivo” –refiriéndose a un grupo de personas aquejadas de un conjunto de problemas semejante- o “empoderar”, inmediatamente sabrá que está frente a un currante del mítin afiliado a las izquierdas. Y es que, durante mucho tiempo, el lenguaje ortosexual fue también una de estas marcas de progresismo. Quien no lo usaba, quedaba automáticamente propulsado a la caverna de los machistas reaccionarios.
¿En qué consiste? El lenguaje ortosexual es el que, mediante la mención expresa de los dos géneros, pretende acabar con la tradicional tiranía del masculino en la expresión hablada o escrita. Es esto de decir a cada paso “los alumnos y las alumnas”, “los ciudadanos y las ciudadanas”, “los miembros y las miembras” y así, sucesivamente.
Hasta hace unos años, cuando uno escuchaba a una persona hablar así, inmediatamente le venía a la cabeza la lucha contra el patriarcado opresor que había ocultado sistematicamente a la mujer en la Historia y (y bueno, en casos extremos de textos que se alargaban innecesariamente mediante esta práctica, a uno también le entraban unas ganas muy grandes de bostezar). Y es que, reconozcámoslo, el monótono martilleo del lenguaje ortosexual es un engorro y, en los tiempos que corren, un enemigo de la eficacia comunicativa. Además: hoy en día, ocurre que, hasta los partidos a los que la liberación de la mujer de su opresión ancestral les chupa un pie utilizan este lenguaje para asegurarse el voto del sector femenino de la población. El uso del lenguaje ortosexual ha dejado de tener el fondo que tenía y se ha convertido, simple y llanamente, en una técnica de mercadotecnia política.
Zonas sensibles de la realidad
Ocurre también que la falta de este uso “ortosexual” del lenguaje solo agrede en determinados contextos. Por ejemplo, un rector hablará siempre de “las alumnas y los alumnos” y un sindicalista acalorado de “las trabajadoras y los trabajadores” pero nadie dirá que un restaurante tiene “Zona de fumadoras y fumadores” o que un aparcamiento tiene “zona de minusválidas y minusválidos” porque a todo el mundo le parecería una redundancia ridícula.
En alemán, como en español y en otros idiomas que marcan el género de las palabras con una declinación especial, el problema de mencionar los dos géneros para que las mujeres se sintieran aludidas se resolvía con el uso de la llamada “Binnen-I” o sea, se decía –principalmente se escribía- “die StudentInnen” por los estudiantes y las estudiantes y “Die ArbeiterInnen” para decir “los trabajadores y las trabajadoras”, die “SecretärInnen” para decir “los secretarios y las secretarias” y “asín” sucesivamente.
En los últimos tiempos, el organismo austriaco que estudia estos asuntos de homologación, Austrian Standards, se ha metido en un avispero al decir, tímidamente, que la llamada “Binnen I” es supérflua y que se debería ir cada vez más al uso de una palabra genérica (avispero, por cierto, del que ya salió la Real Academia Española con el trasero lleno de picaduras de furiosas abejas feministas).
La cosa tiene en pie de guerra a las socialistas austriacas, a las que la propuesta de Austrian Standards les parece un retroceso a posiciones reaccionarias. Sin embargo, nadie dice que la palabra genérica tenga que ser el masculino. Puede ser, como sucede en la universidad de Leipzig la forma femenina en la cual, la masculina está contenida. El alemán lo permite, afortunadamente. En español todavía estamos buscando una solución convincente.
Es el penúltimo de esta temporada, pero tan especial como lo será, si Dios quiere el número quince. Zona de Descarga, el podcast favorito de los vieneses te espera para darte media hora de información y risas !No te lo pierdas!
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