¿Qué puede aprender España de la edad dorada que actualmente vive el cine austriaco? Muchísimo, en mi opinión.
24 de Abril.- Cuantos más austriacos de mi generación conozco (los nacidos, digamos, entre 1965 y 1975, quizá hasta 1980 ) más pienso que durante mi niñez, en Austria, debió de vivirse una especie de edad dorada que ahora da sus dulces
frutos.
Los orígenes de la prosperidad de Austria
Durante aquellos años, a una prosperidad económica muy sólida, se unieron las decisivas medidas de modernización de los gobiernos socialdemócratas (muchas, apoyadas por sectores liberales de la Iglesia católica, capitaneados por el ilustrado cardenal König) las cuales aproximaron a Esta Pequeña República a los niveles de bienestar de los países nórdicos.
Se puede decir que gran parte de la riqueza de que Austria disfruta en la actualidad, se debe a los niveles de universalización de la educación que se impulsaron en aquellos años (al capitalismo, claro, también le interesaba demostrar que el comunismo no era el único sistema por el que los pobres podían tener tres carreras). En cualquier caso, por pura estadística, cuanta más gente acceda al sistema educativo y en mejores condiciones, más oportunidades tendrá el talento –ese bien tan escaso que en España maltratamos sistemáticamente- de aflorar y poder redundar en beneficio de la comunidad.
Austria, en aquel momento, era un país coñazo –para qué vamos a negarlo- pero que funcionaba como una máquina bien engrasada, emitiendo un agradable runrún. La paz social estaba garantizada, el sistema político era robusto –la ultraderecha era entonces una fuerza política marginal que no tenía las oportunidades de dar por saco que tiene ahora-, la televisión, dominada por la ORF, daba programas encaminados a educar a la infancia y, si bien podría aducirse que Austria era también un país algo encerrado en sí mismo, conservador y poco amigo de experimentos –características que, en parte, siguen presentes hoy- también es cierto que a los honrados habitantes de este pequeño, montañoso y verde trozo del planeta sólo les quedaba un pasatiempo: ser “brav” y producir.
La edad de oro del documental austriaco
Una parte de los cultivados hijos de aquella época, orientados hacia una izquierda liberal e ilustrada y hacia la ecología, son los responsables de la buena salud de la que en Austria goza el cine en general y, en particular, el género documental.
Cada año, salen a las pantallas y arrasan en festivales nacionales e internacionales auténticas obras maestras que enseñan al mundo aspectos de la modernidad que, a veces, el mundo quisiera no ver.
Los títulos hablan por sí mismos: Let´s make money, sobre la burbuja inmobiliaria; More than honey, sobre la extinción de las abejas y sus desastrosos efectos sobre la vida en el planeta Tierra o Workingman´s Death, sobre el mundo del trabajo en los lugares más agrestes del planeta.
Precisamente ayer se conoció la desgraciada noticia de la muerte de uno de los más grandes directores austriacos actuales, Michael Glawogger, responsable de Workingman´s death y de otros grandes documentales Made in Austria. La muerte de Glawogger, que ha sido el pretexto para empezar a escribir este artículo, le sobrevino en África, mientras grababa para su nueva película que quedará sin terminar. Ha sido una pérdida demasiado precoz –Glawogger tenía solo 54 años y muchísimas cosas por hacer todavía-. El director ha fallecido en África a causa de la malaria.
Su último proyecto era grabar lo que le llamase la atención durante un viaje alrededor del mundo que iba a durar un año. Sin guión, sin hilo conductor. Sólo la vida. Una idea hermosa que ha quedado truncada para siempre.
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