¡Eurofans de todos los países, uníos!

   Viena Directo te cuenta siempre lo que está pasando y lo que está pasando hoy, en Viena, es Eurovisión. Una mirada irónica y fresca al fenómeno.

17 de Mayo.- Pues señores, ya estamos “so weit” . Después de un año de espera hoy, en Viena, ha quedado oficialmente abierta la semana de fiestas eurovisivas. Y digo semana, porque cuando yo era chico el festival de Eurovisión se reducía sola y exclusivamente a la tarde de un sábado de mayo, durante la cual se escuchaban los comentarios, clavados de un año para otro, del simpar Jose Luis Uribarri. Sin embargo, desde que el Pueblo Elegido tomó las riendas del festival (o sea, desde que el festival salió del armario para ponerse en todo el medio de la plaza de Chueca) Eurovisión se ha convertido en un negocio lucrativérrimo y claro, ha habido que extenderlo. Ahora hay dos semifinales, la gran final, las fiestas que se organizan, en fin…Que durante toda esta semana, el ser “eurofan” va a ser un cometido que, de llevarse por su lado más estricto, va a ser incompatible con cualquier jornada laboral y, por supuesto, con cualquier control antidopping por muy laxo que este sea.

Viena Directo, por supuestísimo, ha estado hoy en el sitio en donde está la noticia aunque la verdad, comparados con la explosión de color y creatividad de ayer, los eurofans y las eurofanas me han resultado bastante apagadillos. Una versión ligera de cualquier peña futbolística.

La hermandad de Santa Conchita

El “pistoletazo de salida” (si hay que tirar de tópicos, tiremos de tópicos “a calzón quitao”) ha sido en la Plaza del Ayuntamiento de Viena. Parte del decorado del Lifeball de ayer se ha reciclado en lo que se llama un “dorf” o sea, una feria con sus casetas, muy monas (ha sido cosa de cambiar un logotipo por otro) y, durante la noche y la mañana, mientras los pecadores de ayer y los que rezaban el rosario por ellos dormían a pata suelta, una legión de obreros ha creado un perímetro de seguridad alrededor de la Plaza del Ayuntamiento.

Este recinto consta de dos partes: una de pago, para la que la organización ha vendido los correspondientes tickets (esta era la zona que, sospecho, era la más incompatible con la sobriedad) y luego, la zona libre (en la que yo he estado, porque señora, con el hambre que hay en el mundo, no va a gastarse uno dinero en tontás). Dicha zona libre estaba llena de eurofans en proporción más o menos de ocho eurofans por cada dos eurofanas (había algunas familias con niños, pero la verdad es que muy pocas).

Cuando los eurofans se encontraban, generalmente se daban dos besos, con lo cual uno se daba cuenta de que pertenecían a la fraternidad rosa (bueno, había casos en que no había que esperar a los ósculos; con ver las pieles relucientes por los últimos avances cosméticos, los cortes de pelo impecables, las barbas hipster pero con gracia –que hay barbas hipsters en las que podría anidar una manada de nutrias- ya bastaba para identificar a los miembros de la cofradía de Santa Conchita).

Una orquesta y una muñeca de cera

Mientras yo trataba de hacer fotos que hicieran este reportaje más interesante –no estoy seguro de haberlo conseguido- en el impresionante escenario que representaba al Ferrero Rocher del Naschmarkt sonaba una orquesta –en directo- que, en bucle tocaba las siguientes piezas:

-Rise like a phoenix

-Waterloo

-Ein Bisschen Frieden

-Hold me now, de Johny Logan

Y

-Save your Kisses for me.

Cada canción dura tres minutos –reglas del festival- por lo cual el bucle dura quince. Cuando uno lleva una hora esperando le da tiempo a acordarse de la madre que puso en este mundo a Bjorn y Agneta (la mitad de Abba).

Como nota friki –dentro de todo lo friki que es todo esto- una muñeca de cera de Conchita Wurst estaba en mitad del escenario y la presentadora de la ORF, de vez en cuando, se acercaba y hablaba con ella.

Entretanto, los eurofans y las eurofanas, se tiraban de los pelos (no los unos a los otros, afortunadamente) cuando aparecía cualquier intérprete ignoto llegado de cualquier exrepública soviética regida por un sátrapa que se hace fotos con Sean Penn en chandal –el sátrapa, no Sean Penn-. Uno pensaba que era un poco como estar en una convención de Trekkies o de especialistas en la Sábana Santa –ambos saberes igual de estériles e igual de ajenos a cualquier criterio científico-, o en una convención sobre Walking Dead o de fans de Hombres, Mujeres y Viceversa o algo así en donde uno tiene la sensación de que todo el mundo se conoce y se desafía con preguntas tipo: “¿Cuántas veces ha participado la Antigua República de Macedonia en ESC?” (por cierto, cuando ustedes tengan la sospecha de estar frente a un eurofan u eurofana no digan Eurovisión, que queda paleto, digan ESC, que es la abreviatura de European Song Contest).

No quisiera terminar sin mencionar que, entre los eurofanes y las eurofanas había mogollón, pero mogollón de españoles. Con banderas o sin banderas, solos o en grupo. La ventaja que tiene tener dos países es que, en Eurovisión, uno puede ir con quien le guste más. Personalmente, este año voy con Austria. Su canción mola más que la española, que es una Euforia sin Euforia. Los representantes de Austria se llaman The Makemakes y suenan así: