No se ría de la Bruja Avería

risasLa distribución de los tabúes de españoles y austriacos en torno a la risa es completamente diferente. Para muestra, este botón.

26 de Junio.- Habíamos dejado a nuestro amigo Lupercio Currelantez trabajando en Guten Chistorren GmbH, una multinacional alimentaria de amplio prestigio en el mercado austriaco.

En los últimos años, Guten Chistorren GmbH, como les ha sucedido a muchas empresas de esta pequeña pero salada república, ha dado un salto de gigante. No piensen mal mis lectores, que no ha sido como las empresas españolas que, desde la ruina, han alcanzado las más altas cotas de miseria (Groucho Marx dixit) sino en plan bien: o sea, de ser una empresa familiar, recoleta y un mucho viejuna, fundada por Herr Chistorren, Guten ídem se ha transformado en una pequeñamultinacional con sedes en Viena, Nueva York, Hong Kong y L´hospitalet de Llobregat.

Naturalmente, esto ha producido en la empresa algún que otro quebranto porque de todos es sabido que crecer no es un proceso que salga gratis. Las exigencias de la globalización, ya se sabe. El caso es que, si bien de puertas para afuera Guten Chistorren GmbH es una marca prestigiosa, la imagen viva de la solidez financiera y de la fiabilidad en el ramo del embutido, también es cierto que el trabajo en el interior es otro cantar. Los asiáticos vienen pisando fuerte y fabrican las chistorras a mucho menor coste y esto obliga a los europeos a “optimizar”.

Optimizar, lo sabrán mis lectores que vivan en España (alguno lo habrá sufrido en sus propias carnes morenas) suele significar que el empleado haga más de lo que hacía antes por el mismo dinero y como, de por sí, el tema de los recursos humanos en cualquier empresa suele estar bastante justito, la optimización viene a significar que se echa a quien se pueda echar y el resto terminan como profesional del sexo de pago por rastrojo.

Ante esta triste realidad, Lupercio Currelántez, que sufrió en España los primeros coletazos de la crisis y vino a Austria, como suele decirse, “con el culo pelao” de optimizaciones y de eufemismos para encubrir el hambre y las ganas de comer, ha echado mano de la herramienta que los españoles venimos utilizando –en legítima defensa- durante los últimos cuatrocientos años. La misma que permitió a Quevedo sobrevivir al muermo de su tiempo, a Goya pintar esa viñeta de risapena que es “La Familia de Carlos IV” y a los escritores de La Codorniz vadear el inmenso océano de hastío, mediocridad y aburrimiento que supuso el coñazo del franquismo: me estoy refiriendo, naturalmente, al humor y, tratándose de españoles, el humor negro oscuro.

Cada vez que algún jefe de Guten Chistorren le viene a Lupercio Currelantez con el cuento de que la optimización es por el bien de la empresa e, indirectamente, por su bien, Lupercio dice que sí con la cabeza pero, en cuanto el jerarca se da la vuelta, hace una broma tirando a salvaje poniendo en duda la veracidad de los asertos de la proba jefatura y, por ende, la capacidad de dicha jefatura para saber en dónde tiene la mano derecha.

Cuando esto sucede, los compañeros austriacos de Currelantez le miran absolutamente escandalizados. No porque ellos tengan más fe en la jefatura que Currelantez, que quede claro, sino porque para ellos esa clase de críticas y más en tono jocoso-irónico son un absoluto tabú. Como dicen aquí un “nou gou” rallano en la malísima educación. Por varios motivos: en Austria se tiende a enterrar bajo un espeso manto de silencio todos los asuntos desagradables de la vida (la inoperancia ajena es uno de ellos) y a pensar, aunque sea inconscientemente, que el que ocupa un lugar superior en el escalafón se lo merece. Los españoles, no es extraño con la experiencia que hemos tenido, tendemos a tomarnos culaquier clase de poder a pitorreo. Incluso cuando ese poder es decente y toma decisiones que afectan positivamente al interés general. Nosotros tendemos siempre a pensar que el emperador está desnudo y si está vestido, tendrá que demostrárnoslo y ya se verá si lo consigue. Los austriacos parten siempre de la buena fe. Las dos estrategias tienen sus ventajas y, lamentablemente, la Historia nos ha dado razones a los dos pueblos para pensar que los otros están equivocados .

Adalberto Pelotillez,menos “auténtico” que su compañero Lupercio, vio el tema al primer vistazo y nunca jamás se le ocurre criticar a los jefes ni en público ni en privado. Ya se sabe: allá donde fueres, haz lo que percibieres por medio de la vista.


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