El mercado de trabajo en tiempos del brilli-brilli

SelfieEl organismo de estadísticas austriaco informa: no son los refugiados los que están revolucionando el mercado de trabajo austriaco.

28 de Septiembre.- Cuando todos eramos más jóvenes, y el mundo era aún tan inocente como para pensar que el champán iba a durar para siempre, España era un país rico que, como suele suceder, atraía a muchas personas de otros países en los que no estaba la cosa para francachelas.

Particularmente, como es de dominio público, países de América Central y del Sur.

Para estas personas, cruzar el mar, alejarse de sus familias y de sus casas, era menos doloroso que seguir soportando las condiciones de vida en los países en los que habían nacido. Estas personas desempeñaban trabajos ingratos y/o mal pagados que los españoles no querían. Hubo un momento, entre mediados de los noventa y dosmil cinco, en el que la especie „camarero español“ estuvo casi al borde de la extinción, como el Okapi o el Tigre Blanco.

Los inmigrantes, muchos de ellos nacionalizados como españoles y, naturalmente, tan españoles como el que más, no empezaron a ser vistos con malos ojos (o, en muchos casos, simplemente, a ser vistos) hasta que la cosa se puso chunga, y la crisis económica hincó sus fríos dientes en los presupuestos de muchos hogares que, antes de 2005, habían podido permitirse perfectamente una muchacha de a seiscientos laureles mensuales que les limpiase y les cuidase a unos churumbeles que creían que era un derecho humano el ir a Londres a aprender inglés (o lo que fuese).

Desde entonces, naturalmente, todo es llanto y rechinar de dientes, y gemir por nuestros excesos en época de vacas gordas y hacer promesas de austeridad futura en cuanto los ingresos se recuperen un poco. Una filfa todo, naturalmente.

Bastarían dos ejercicios fiscales de esplendor para que la gente volviera a tirar el dinero como si no hubiera mañana.

Hoy, me acordaba yo de todo al leer un artículo de la prensa austriaca en el que se hablaba de que el número de trabajadores extranjeros, que tienen su puesto de trabajo en Esta Pequeña República pero su residencia en alguno de los países de alrededor ha aumentado muchísmo desde que los mercados de trabajo están abiertos. Particularmente, los efectivos extranjeros que trabajan en Austria (pero que no viven en Austria) se concentran principalmente al este del país y vienen de Hungría y Eslovaquia. Naturalmente, como sucedía en España en las épocas de brilli-brilli, los húngaros y los eslovacos hacen trabajos que los austriacos no quieren. Tienen, como los latinoamericanos afincados en España, la ventaja de que sus abuelos hablaban alemán y ellos lo hablan con el mismo acento que Marika Rökk (que en paz descanse) pero cuando un hostelero de Burgenland sale a alquilar empleados en el mercado de trabajo, pues sabe lo que alquila. Una persona que igual no sabe colocar los genitivos en su sitio pero, con perdón, pone los genitivos en lo que hace y por mucho menos dinero que un austriaco.

Esto también sucede, como sucedía en España (la historia se repite) con otros empleos ingratos. Por ejemplo, el cuidado de ancianos. Austria es un país en el que cada vez hay más viejos y, naturalmente, a los viejos nos van saliendo goteras y alguien se tiene que hacer cargo de nosotros, y los hijos quieren volar a Dubai y a esos sitios en donde, a pesar de todo, no se les ha perdido nada ¿Qué hacer? Statistik Austria tiene la respuesta: buscar a una persona que cuide de papá o de mamá por 680 o 700 Euros límpios. Con buena suerte.

Es un win-win. Nosotros podemos irnos por ahí de juerga a ver la cara amable del mundo árabe (que es amable porque la pasta corre a raudales, como en todos los sitios de este planeta en donde la vida es agradable) y el rumano, el búlgaro o el eslovaco puede llevarse sus dineros a casa y hacerse un chalé poquito a poco si sale industrioso.

¿Cuáles son las consecuencias de esto? Naturalmente, que en las capas inferiores de la sociedad, aquellas que viven del empleo poco cualificado, se desata una guerra sin cuartel por la supervivencia y el porcentaje de votos del FPÖ („nosotros os protegeremos de los perversos extranjeros“) sube.

No pasa nada: así ha sido siempre y así será siempre el mundo.


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