Egon Schiele: el Pepe Gáfez de la Viena de entresiglos (II)

PintorEn el siguiente capítulo de nuestra historia, las autoridades meten a Schiele entre rejas por llevar una vida “raruna” y tener demasiada afición a las jovencitas.

15 de Octubre.- En 1909 hacía diecinueve años que un pobre diablo bastante majara llamado Vincent Van Gogh había muerto en Francia. Quién sabe cómo se hubiera tomado el éxito de que su obra fuese expuesta en la gran exposición universal que se organizó en Viena ese año, organizada por Gustav Klimt y en la que el protagonista de nuestra serie, Egon Schiele, expuso también su obra.

El todo Viena se congregó en aquellas salas para escandalizarse o para suspirar ante lo que parecía un catálogo de los logros de una Humanidad que, merced al progreso técnico y científico, parecía estar preparada para poder ser rebelde y buscarle a la vida nuevos perfiles, hasta entonces nunca vistos. En la exposición internacional se exhibieron todo tipo de objetos: desde obras de arte hasta objetos de uso cotidiano, porque ya lo dijo don Gustavo (Klimt): „No hay ningún ámbito de la vida que sea tan pequeño como para no merecer ser embellecido“.

Egon Schiele, en aquella época, estaba embelesado con Klimt y, de hecho, las obras que expuso, recuerdan mucho al estilo del autor de El Beso o del friso de Beethoven, en el edificio de la Sezesion.

La participación en esta muestra le abrió a Klimt, de hecho, las puertas de los salones de los coleccionistas, entre ellos Carl Reininghaus, un empresario cervecero que, como mucho despues harían Essl o el cantante español Manolo Escobar (sí: he escrito Manolo Escobar), se pirraba por todo lo que oliese a vanguardia. Reininghaus siempre estaba a la caza de nuevos talentos y con la obra de Schiele tuvo un amor a primera vista.

La obra de Schiele, como se suele decir dio el golpe pero no así las siguientes exposiciones en las que participó el de Tulln. En la que siguió directamente a la Exposición Internacional, no se comió un rosco, a pesar de haber sido visitada por el archiduque Franz Ferdinand (perdón por no llamarle Francisco Fernando), el cual era, entonces el heredero de la corona del emperador Paco Pepe.

Quizá por esto o quizá porque Egon Schiele era un hombre que se sentía joven y sobradamente preparado para emprender un camino propio, pronto se vio el pintor invadido por un nosequé y un come-come que le llevó a pensarse a sí mismo y a su arte sin necesidad de Klimt como pigmalión.

La emancipación se produjo en 1910. En esas fechas, Egon Schiele alquiló un estudio en Krumau, el pueblo de su madre (hoy en la República Checa). No lo alquiló solo, sino con un amigo a quien acababa de conocer, el escenógrafo Erwin Osen. Deseoso de apartarse del aire saturado de Viena, Osen y Schiele se dedicaron a autorretratarse y retratarse el uno al otro desnudos.

Corraliza

En 1911, durante un viaje a Viena, Schiele conoció a una chica de diecisiete años (él tenía veintiuno) y, prendado de ella, se la llevó a Krumau. A poco que los lugareños tuvieron un atisbo de la vida que Schiele llevaba allí junto con su amigo Osen, y luego con la muchacha (a quien, sin duda, consideraron un pendón desorejado) empezaron a florecer las habladurías.

-¿Que el pintor no está casado? ¿Que esa no es su mujer?

-No, dice que es su modelo.

-Pues pa mí que están liaos, Hannelore.

-Pues yo creo que también. Dicen que además le ha dicho a la de la Ignazia (la pequeña) que la quiere dibujar.

-Pero ¿Dibujar o…tú ya me entiendes?

-Dibujarla.

-Ya: se empieza por el carboncillo y luego…

Harto de esto, Schiele se mudó a otro pueblecito, Neulembach y allí por fin le acusaron de corrupción de menores y de pornógrafo. En principio fue sometido a tres semanas de encierro preventivo y luego a una condena firme de tres días de cárcel y a la quema de uno de los dibujos que tenía colgados en su estudio y que representaba a una muchacha desnuda de cintura para arriba.

Durante su encierro, Schiele cayó en una profunda depresión (probablemente no ayudaba nada que tuviera que llevar el pelo rapado); se veía como una víctima.

Cuando salió de la trena, sin embargo, no tardó en alcanzar de nuevo el olimpo artístico, gracias al capote que le echó su amigo Klimt y emprendió el que sería el tramo más brillante de su vida (tramo que también sería el último, como veremos en el tercer y final capítulo de esta historia).


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