Tres años no es nada

AustriaAnte la imposibilidad de reducir a corto plazo el número de solicitantes de asilo, el Gobierno austriaco busca acabar con el efecto llamada. Verás cómo.

3 de Noviembre.- El invierno se acerca lento pero seguro, como todos los años, a Austria. El flujo de refugiados no cesa y en Spielefeld, como decíamos el otro día, la gente sigue llegando para escándalo de los habitantes de la normalmente pacífica región. El Gobierno austriaco ha marcado el teléfono del famoso mago David Copperfield:

Yes, digame? –ha contestado el mago.

Guten Tag, que soy la Ministra austriaca, Mikl-Leitner.

What can I do for you Ma´am.

-Pues mire usted, que tengo a varios miles de personas en la frontera entre Austria y Eslovenia y que, por mucho que yo les digo las palabras mágicas…

-¿Abracadabra?

-No “Si me queréis ¡Irse!”. Pues nada, que no se van, oiga. Así que he pensado si no podría usted hacer un poco de magia y hacerlos desaparecer ¡Pluf! Disueltos en el aire.

-Uhm…Yo…

-Venga, tontorrón, si a usted no le cuesta nada.

-Verá es que…

Pagamos ¿Eh? Que no crea que le vamos a contratar de becario.

El mago se ha disculpado y ha colgado.

Desesperada, la Ministra ha puesto en funcionamiento su arma secreta (que comparte con otros Gobiernos del planeta) el departamento conocido como”Me se ocurre Corporation”. Días atrás la Meseocurre ya inventó lo de las “Soluciones Arquitectónicas”.

Hoy ha sido un aviso que vale para los de fuera (los pobres refugiados) como para los de dentro (el número cada vez mayor de ciudadanos que busca en los pechos de la ultraderecha la “mano dura” que piensa que le falta al Gobierno) ¿Y cuál ha sido ese aviso? Pues agitar en el aire, bien visible, el “Asilo con fecha de caducidad”. O sea, que el asilo concedido a personas o familias no sea para siempre, sino que sea revisable en periodos de tres años y que, cuando hayan desaparecido las causas que motivaron que la persona se fuera de su país (por ejemplo, que no haya guerra en Siria) pues dicha persona (o personas) pueda ser repatriada a las fronteras exteriores de la Unión Europea para que se busque las habichuelas.

La Ministra ha defendido la medida como una manera de evitar “el efecto llamada” y quitarse de enmedio a aquellos que acuden a las verdes tierras austriacas no porque estén perseguidos por los señores de las barbas, sino perseguidos por el fantasma de la pura y simple hambre (lo que, en el lenguaje de la Meseocurre viene a llamarse “factores económicos”). Naturalmente, aplicar una medida como esta, que entrará en vigor a mediados de este mes, va a reflotar el algo alicaído sector público austriaco, porque, naturalmente, andar preguntando a personas cada tres años, a nada que se junten muchos, va a necesitar un esfuerzo en personal y medios considerable.

Fuera de esta ganancia objetiva (sobre todo para los funcionarios, los pobres, que así se van a asegurar el semmel de sus niños) la medida plantea serios interrogantes éticos y, llevada al extremo, en opinión de este bloguero, puede ser peor que la enfermedad ¿Para qué querrán los refugiados hacer el esfuerzo de integrarse en la sociedad austriaca si tres años no son nada y del futuro nada se sabe? ¿Tendrá el Estado austriaco entrañas para sacar a los niños del colegio –tres años son muchos en la vida de un niño- y, una vez se termine un conflicto, mandarle a una posguerra? (en las posguerras, como sabemos los españoles por experiencias históricas frescas, no hay guerra, pero la vida no es maravillosa de un día para otro).

¿Tendrá éxito el Gobierno austriaco con estas medidas? ¿Disminuirá el “efecto llamada”? Y aún en el caso de que disminuya ¿A qué precio? ¿Cuántas vidas quedarán truncadas? Pronto empezaremos a saberlo. Y da miedo.


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.