Cómo salir bien en las fotos

autorretratoHoy, en Austria, ha hecho una mañana muy buena. El bloguero la ha aprovechado para pensar y trabajar.

29 de Noviembre.- Hoy, en Austria ha hecho una mañana muy buena, y yo me la he pasado en el jardín, recogiendo la hojarasca.

Como siempre que hago estas cosas, yo procuro darle vueltas a las cosas que me pasan en la vida, o que me preocupan. Costumbre que he tenido siempre, pero que se agudizó durante el momento que yo llamo „el gran silencio“ (o sea, esos primeros meses en Austria en donde mis escasos conocimientos del idioma aborígen me tenían todo el día, muy en contra de mi naturaleza, callado como un muerto). Cuando hago esto, a solas con mis pensamientos, salto de un tema a otro siguiendo el hilo, a veces bastante caprichoso, de mis asociaciones. Y, en los últimos tiempos, lo que más me preocupa, como se verá más tarde, es la fotografía.

Hoy, una amiga, fotógrafa también (entre otras cosas) ha compartido en el libro de las caras un artículo que se llama Sonría solo si quiere. En él, tres fotógrafos profesionales contaban su experiencia con el retrato y las estrategias y los trucos que ellos utilizaban para obtener esa foto interesante que justifica una sesión. Mi amiga me ha preguntado (o así lo he interpretado yo) lo que yo prefiero en este aspecto, y qué estrategias utilizo yo.

Mientras recogía la hojarasca del jardín, y luego más tarde, mientras escuchaba por la radio Niederösterreich la versión que Helene Fischer y Ricky Martin (!!!) han hecho de „Last Christmas“, he estado pensando en esto y en lo que yo considero un buen retrato. Cuestión mucho más difícil de lo que puede parecer. Porque a veces pasa, por ejemplo, que una cosa es lo que el fotógrafo piensa que es un buen retrato y otra cosa es lo que el retratado (su jefe, al fin y al cabo) piensa que es un buen retrato.Martin 

No es, por cierto, un problema nuevo. Antes de que la fotografía fuera asequible a todo el mundo, el problema ya traía de cabeza a los pintores. Es famosa la anécdota protagonizada por Picasso y Gertrude Stein. La señora Stein le encargó al malagueño un retrato y él malagueño, tras dar muchas vueltas, accedió. Sin embargo, la buena de Gertrude se quejó, después de terminado el cuadro, de que ella no se parecía a la señora del retrato y Picasso le dijo algo así como:

-Bueno, pues ahora le toca a usted que parecerse a lo que yo he pintado.

Con la fotografía pasa un poco lo mismo y creo que es el momento de que yo comparta con los lectores de Viena Directo (muchísimos, espero, potenciales clientes de mi estudio fotográfico vienés) un secreto profesional. Es este: los fotógrafos tenemos un enemigo contar el que tenemos el deber de luchar encarnizadamente. Cuanto mejor es el fotógrafo, paradójicamente, más fuerza tiene el enemigo. Ese enemigo es la imagen que las personas que vamos a fotografiar tienen de sí mismas. Todos tenemos una imagen de nosotros mismos que nos da seguridad, y que tendemos a reproducir siempre que vemos algún artilugio capaz de guardar nuestra efígie. Esa imagen es la pose que ponemos todos (pero todos todos) en la intimidad del cuarto de baño, frente al espejo y que es la imagen, de medio pecho para arriba, en posición frontal, con la que todos comprobamos que estamos en estado de revista para salir a la calle. Es la imagen que nuestra madre nos enseñó a considerar „correcta“ y „segura“ de nosotros mismos.

Jurgen

El buen fotógrafo tiene la obligación de luchar contra esa imagen, no porque sea fea (que en la mayoría de los casos no lo es) sino porque suele ser aburridísima y artificial y porque, en la mayoría de las ocasiones, produce unas fotos que son un coñazo.

Naturalmente, la destrucción de esa imagen no tiene que ser un proceso violento, sino que hay que llevar al modelo a que se convenza de que un retrato de esa imagen no es un buen retrato y a enseñarle a apreciar la frescura de la imagen que creamos para él; como Picasso tuvo, sin duda, que enseñarle a Gertrude Stein que esa persona que ella veía en el cuarto de baño de su casa de París era muchísimo menos interesante que la que había visto Picasso y que, naturalmente, la que había visto Picasso era la que la gente se iba a alegrar más de ver.

Sin quererme comparar con Picasso, dejo aquí algunas de mis ideas al respecto.

-A mí, por ejemplo, me gusta mucho hablar con las personas a las que fotografío; me gusta contarles chistes, producir reacciones en ellos. Luego, mi trabajo es darle al disparador en ese momento en que ellos están reaccionando. A veces, dura décimas de segundo, pero son las décimas de segundo en las que pasa LA foto, y el fotógrafo tiene que ir en busca de ese santo grial.

-Desaconsejo totalmente las poses y por eso no soy nada de dirigir, y me pone muy nervioso que me pregunten los modelos en donde tienen que poner los brazos. Mi respuesta es siempre la misma: donde te sea más cómodo. Creo firmemente y lo llevo a la práctica, que una foto interesante es eso que sucede entre dos poses. Odio, no puedo decir cuánto, esas fotos de currículum convencionales de manita debajo de la barbilla y expresión de pretendida inteligencia; condenaría a penas de prisión menor a todos (especialmente a todas) los que ponen en su Facebook o su Instagram fotos con los labios haciendo trompita o los que se ponen dos dedos delante de la cara, como sicarios de un cártel de la droga. Digámoslo claro: las poses, y más si son de uso generalizado, son como los pantalones de campana. En el momento en que están de moda, vaya que vaya, pero pasados los años, causan momentos de apuro oyoyoyoy y vergüenza al enseñar las fotos. Derivado de lo anterior:Anna

 

-Lo mejor es la naturalidad. Delante de una cámara hay que tener la valentía de ser uno mismo, no tratar de ser alguien que uno no es, porque la cámara es una máquina de la verdad que detecta siempre la mentira y la pone de relieve. Por cierto, he notado que esto les resulta muchísimo más fácil a los hombres que a las mujeres. Quizá porque los hombres no viven constantemente con la necesidad de tener que estar „bonitos“ (guapo es otra cosa) y están mucho más abiertos a experimentar con la propia imagen y a darle una oportunidad a la imagen que creamos para ellos. Idealmente, lo mejor sería hacer fotos las personas cuando no se dieran cuenta, pero dado que se necesita una cierta infraestructura (focos, fondos, etc) el buen fotógrafo tiene que crear un ambiente en el que el fotografiado se relaje y se atreva a ser él mismo.

 

Por último ¿Sonreir o no sonreir? En esto, la regla es la misma en Viena o en cualquier otro sitio: si sale sonreir naturalmente, pues chachi. Si no, pues póngase serio. No pasa nada. Y no se olvide de una cosa: no hay nadie que no sea fotogénico. Absolutamente nadie. Así que relájese: delante tiene usted un profesional.

 

 

2015-11-21_09-09-36


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