Podemos ha venido demostrando una especial atracción por Viena. Hoy, analizamos el espot que ha puesto a la capital de Austria en la campaña española.
7 de Diciembre.- Por alguna extraña razón, Podemos ha tenido siempre una especial querencia por Viena, quizá porque aún brilla algo del prestigio universitario que Viena hasta antes de la segunda guerra mundial y que, posiblemente, todavía conserva en el ambiente profesoral de donde provienen la mayoría de los que ocupan, como suele decirse, „puestos de responsabilidad“ en el partido.
Hace unos días, Viena ha vuelto a colarse en la propaganda de Podemos y, de rondón, Viena se ha colado también en la campaña electoral española. Lo cual nos da pie al interesante ejercicio de analizar el spot de Podemos.
Empezamos pues.
Primer plano: un trabajo infantil, probablemente un regalo del día del padre. Para que nos ubiquemos, la primera palabra que leemos es PAPI, escrita en letras infantiles. En el inconsciente de cualquier hombre que haya tenido hijos, ha empezado un mecanismo de identificación afectiva que se busca (y se refuerza) con una serie de fotos en las que el padre posa con su hijo.
Son fotos hechas entre mediados de los ochenta y primeros de los noventa, porque el spot va dirigido directamente a la generación de los hijos de los que hicieron la transición.
La siguiente información es que, entre padre e hijo, existe un vínculo típicamente masculino: el fútbol. Naturalmente, para acentuar el aspecto „normal“ de la historia, no se ha escogido un equipo grande el cual, al mismo tiempo, daría la sensación de que el protagonista de nuestra historia se une a las corrientes mayoritarias de la sociedad. No: el padre protagonista del spot es fan de un equipo local, el Nástic. Imágenes (del pasado) de gente risueña celebrando los triundos del Nástic. Nos dicen que el padre y el hijo también estaban entre los hinchas que vitoreaban (se refuerza la idea de la unión, de un impulso, típicamente masculino que una amiga mía llamaba, con perdón, „solidaridad de polla“).
Volvemos al presente: el protagonista de nuestro spot medita, sopesa su pasado. La voz en off dice: él siente que hizo toda su vida lo que le pidieron.
Plano de un juguete, simpático e inofensivo: un soldadito tamborilero de cuerda. Sigue aquí el siguiente bloque, que podríamos llamar „catálogo de las cuitas de la clase media depauperada“. Subida de impuestos (regalos de navidad que desaparecen, pérdida de poder adquisitivo). Hipoteca (caracol con la casa a cuestas).
En la mente del espectador del spot se está formando la pregunta: „Vale, yo puedo votar a estos pero si no consiguen una mayoría suficiente ¿Entonces qué?“.
Antes de que el espectador pueda verbalizar sus objeciones, aquí está la voz tranquila de Juan Diego Botto emprendiendo lo que podríamos llamar „la destrucción del mito del voto útil“. Batería de fotos de políticos del pasado: Aznar con Rodrigo Rato;Zapatero con Rubalcaba; Rajoy con cara de alelado con un tipo que lleva unas patibularias gafas negras
El espectador, calculan los guionistas, a estas alturas, debe de estar suficientemente caliente, porque se identifica con ese padre, que es un santo varón, al que los políticos establecidos en el poder le han hecho tantas perrerías.
¿Qué pasa con el hijo?
Pues nuestro hombre se va a la habitación del hijo, en donde cuelgan las bufandas de fútbol y, naturalmente, la orla universitaria. Martín, que así se llama el hijo, ha estudiado una cosa „moelna“, la cual es „Eficiencia energética y energía solar técnica“ (or whatever that means). El nombre debe de ser suficientemente abstruso como para evocar unos estudios dificultosos (por supuesto, se quiere que presumamos como espectadores, que el chaval es una eminencia). Primer plano de Martín, en cuya clase, curiosamente, solo hay alumnos guapos.
Seguimos, porque aquí llega Viena: „Martín hoy no trabaja de lo que estudió“ (cachis en la maaaar…) y por la foto que nos ponen presumimos que Martín trabaja de teleoperador. No se dice, naturalmente, porque hay probablemente muchos teleoperadores que se cagarían en la calavera de los publicistas de Podemos si se insinuase que el suyo es un trabajo de segunda. Pero el gag viene más adelante y es este: „Lo peor es que es en Viena, porque aquí no encuentra trabajo“ (son esos momentos, de verdad, en que uno echa de menos a Boris Izaguirre dando gritos).
Por supuesto, Martín ha tenido que irse a vivir a la ciudad con calidad de vida mayor de Europa y la segunda del planeta. Un dramón de cojones, de narices, quiero decir, claramente.
Desde que Martín se va, las gradas del estadio del Nástic -metáfora de España- se han quedado vacías y naturalmente, llueve. El padre, con la bufanda del Nástic puesta, intercambia guasaps con su hijo. Tarragona-Viena. De fondo, otros hinchas disfrutan mucho, pero el padre de Martín no, porque está solo y no puede comentar las incidencias del partido dominical con su churumbel.
Volvemos al plano del juguete. Se le acaba la cuerda: „Este 20 D no va a hacer lo que le dicen“ (una metáfora vieja, pero efectiva, como demuestra el conejito de Duracell).
¿Quién es el rival por la izquierda de Pablo Iglesias? Pedro Sánchez, así pues, imagen en el televisor del líder socialista. Imagen borrosa, antipática. Traje y corbata (en contraposición con el traje „normal“ del protagonista todo el rato).
El protagonista del spot toma una decisión, coge la chaqueta y sale a la calle. No lo vemos, porque nos enseñan a una leona que cuida a su cachorro.
El siguiente plano es el hijo volviendo a una casa cuya puerta de la calle, curiosamente, está en línea recta con el salón (yo no conozco ninguna así, solo en las pelis americanas).
El padre y el hijo, llenos de camaradería masculina, se van al fútbol. Hablan en el autobús (el padre escucha muy serio lo que el hijo tiene que decirle).
Y llegamos al mensaje: „Maldita casta“. Después, Pablo Iglesias rodeado de gente feliz. Primero de espaldas y luego de frente (en realidad es la parte menos interesante de analizar).
Para mí, lo más interesante del spot es esto: la elección del protagonista. Podemos sabe que las mujeres son más proclives a los cambios de intención de voto, pero los hombres permanecemos apegados a nuestras decisiones, nos cuesta más cambiar. El mismo instinto que nos lleva a integrarnos en grupos (por ejemplo, de hinchas del Nástic de Tarragona) también hace que nos cueste mucho tomar la decisión de hacer algo diferente de lo que intuimos que van a hacer la mayoría de nuestros congéneres.
¿Hubieras pensado que en el spot había tanta información subliminal? ¿A que no?
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