¿Quién teme a Irmgard Griss?

parlamentoEn el seno de la política austriaca está naciendo una nueva fuerza. Tiene el aval de un 18% del electorado austriaco. Es el voto protesta pero sin trospideces.

31 de Mayo.- Precoupados como estábamos entre la lucha a voto partido entre VdB y „el otro“, no veíamos la incomodidad que había surgido en el stablishment austriaco (esta vez sí) a propósito de una persona que, de ser una desconocida para el gran público, había pasado a ocupar un lugar prominente en la sociedad.

Y ese elemento incómodo se llama Irmgard Griss.

Por muchas cosas: porque tiene el prestigio de ser mujer (en un mundo tan macho como la política, es muy refrescante y para cierto tipo de elector, muy atractivo), porque, al perder en la primera vuelta de las elecciones, no tuvo que enfangarse en la lucha en el barro en la que tuvieron que enfangarse los candidatos que se disputaron la primera plaza y, por lo tanto, no tuvo que prometer cosas imposibles, ni besar a niños mocosos, ni hacer todas esas cosas que desgastan, aunque sea imperceptiblemente, el prestigio de un político y que terminan convirtiéndole, si no tiene cuidado, en una baratija que Pepito y Juanito pueden usar a su antojo.

Los que, en los partidos políticos, se encargan de ojear el terreno y de anticipar eventuales maniobras orquestales en la oscuridad, se dieron cuenta de que, si Irmgard Griss decidía erigirse en una especie de „madre de la nación“ o de „conciencia de la República“ o de „garante del pueblo“ (en fino, no con los trazos gordos de la ultraderecha) le podía robar la merienda a mucha gente.

Así pues, urgía buscarle un sitio a Irmgard Griss suficientemente goloso como para que ella aceptara encantada, pero también (esto era clave) suficientemente lejos del tráfago normal de la política para que ni el Joite ni el Esterraij la sacaran mucho en sus páginas para que el gentío se fuera olvidando de ella y, después de un año (un año en política es una eternidad) pues Frau Griss perdiera el gas que había adquirido en la última campaña electoral (una campaña, por cierto, en donde Frau Griss se presento prácticamente a cuerpo gentil, sin ningún grupo mediático que la respaldase, tan solo con su prestigio de funcionaria honrada y de jueza que pronuncia un alemán tan bonito -si bien con acento algo nasal-).

¿Dónde metemos a Irmgard Griss? Se pusieron a pensar todas las cabezas pensantes y, a fuerza de jugar al juego del „me se ocurre“, al final alguien dijo:

-!Eureka! Hagámosla presidenta del Tribunal de Cuentas. Un puesto con un despachón y con una mesa grande. Le ponemos coche, secretario y la sacamos de vez en cuando a decir cosas intrascendentes.

-¿Y cómo se lo vendemos?

-Le ofreceremos la exclusiva de ser la primera mujer en la Historia de EPR que lo ocupe.

Dicho y hecho.

El jefe de los Populares Austriacos, Reinhold Lopatka, empezó a sondear a los otros partidos, y seguro que les contó la „patá p´arriba“ que tenía intención de darle a Irmgard Griss y purcuá. Y todos, claro, accedieron encantados ¿Todos? No, claro. La ultraderecha no apoyo a Frau Griss, porque Roma no paga traidores y aún le reprochan que su largo deshoje de margarita en la última campaña electoral se resolviese mediante un contundente apoyo a VdB.

Al enemigo (a la enemiga) ni agua.

Se preparó la alfombra roja, se le compró a Lopatka un fusfús de esos que saben tan amargos pero que dejan el aliento oliendo al jardín del edén. Después de „fusfusearse“, se personó Lopatka, como representante de todo el arco parlamentario austriaco (menos de los de siempre) en la residencia de Frau Griss. Ding dong, sonó el timbre. Abrió frau Griss y dijo:

-!Griss Gott!

Y entonces Lopatka le contó la peli en plan Jose Luis López Vázquez:

-Mira Irmgard, que hemos pensado que una personalidad como tú no puede estar desaprovechada, que tú eres una gran mujer, quizá la mujer más grande que hay en este país después de Conchita Wurst, y que hemos encontrado para ti un puestazo al que no le puedes decir que no. Adivina: Pre-si-den-ta ¿Tú no querías ser presidenta? Pues eso. Ya verás lo bien que te va a sentar el puestazo este, en vez de estar en tu casa regando los geranios.

Lopatka resplandecía y frau Griss asentía en silencio, hasta que, cuando Lopatka terminó su discurso, Irmgard Griss juntó dos letras y, en vez de decir que sí, dijo (!Oh, sorpresa!) que nanai del peluquín. Es más: dijo, nanai y moscas tres y le dio a Lopatka con la puerta en las narices.

Y dejó a Reinhold Lopatka with one palmo.

Y es que Griss, que ha debido de oler el miedo, está pensando, según sus próximos, en hacer exactamente lo que más temen sus compañeros de la política, eso que están mirando con el culillo apretao (con perdón de la metáfora): o sea, fundar un partido político que no se llamaría partido, sino „plataforma“.

La próxima meta se llaman las elecciones de 2018. E Irmgard Griss va a por ellas.


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