El periodista, el bueno y el malo

FutbolistasCual si hubiera conocido el resultado del partido de hoy, un periodista  ha provocado un incidente diplomático poniendo a caldo a los húngaros.

14 de Junio.- Mis paisanos, los austriacos, en esto del fútbol son unos pupas. Como si las ocultas deidades del deporte quisieran compensar el hecho de que, en los deportes blancos, son los emperadores de la nieve, en esto del fútbol, las criaturas no se comen un colín. Dos a cero han caído frente a los húngaros (que tampoco es que sean la naranja mecánica, precisamente).

Pido disculpas, por cierto, si hay algún „fósforo“ de la selección nacional húngara entre mis lectores, pero es lo que ha dicho hoy una compañera magiar cuando le he preguntado yo por las esperanzas que tenía depositada en su „combinado“. La muchacha ha mirado al cielo con la misma resignación que ponemos los españoles cuando nos acordamos de Eurovisión y luego ha reconocido que los representantes húngaros en esta batalla incruenta que es el fútbol son de la marca „Delmon Ton“.

El Austria-Hungría de hoy era un partido con morbo, aunque solo fuera porque se hacía realidad un chiste viejísimo que corre de boca en boca desde tiempo inmemorial por estas tierras centroeuropeas.

O sea ¿Saben aquel que diú…?Que está el emperador Francisco José en su palacio y le viene un edecán:

-Majestad, majestad !Hoy, en el campeonato de Europa de Fúrgol juegan Austria y Hungría.

Y el emperador Paco Pepe (Sosó, para sus amigos) dice:

-Ah, qué bien ¿Y contra quién?

El emperador Francisco José
El emperador Sosó posa, vestido de juez, junto a la corona húngara (cuado del Hofmobiliendepot, archivo Viena Directo)

La rivalidad „furgolera“ entre los antiguos hermanos de imperio ha servido para que el semanario vienés „Weekend“ sacase este fin de semana una portada que ha puesto muy de los nervios al embajador húngaro en EPR.

Ya empezando por la portada. Salían el nuevo canciller, Sr. Kern, y el antiguo (pero aún vigente) primer ministro húngaro, Sr. Orbán y, debajo, respetivamente, „El bueno“ y „El malo“ unidos por la preposición „Contra“.

La portada sola ha bastado para que el embajador húngaro se haya cogido un gran berrinche y haya dicho una serie de cosas que uno hubiera pensado escuchar en boca de, por ejemplo, Emilio Butragueño (uno de los seres más congénitamente sosos que ha puesto el buen Dios en este planeta, por cierto). Que si el deporte tiene que servir para unir y no para separar, que si el fútbol debe ser excusa para el acercamiento de los pueblos…O sea, lo que hubiera dicho cualquier miss Estepona guapa con gafas.

En páginas interiores, el articulista de Weekend se despachaba a gusto (no es difícil, porque Orbán y Orbanlandia dan para cortar un armario entero lleno de trajes). Frente a la imagen morigerada y tecnocrática del nuevo canciller austriaco (también un poco fría y Rottenmeier, las cosas como son) se resaltaba el contraste con la deriva nacionalista, autoritaria y bastante cenutria (con perdón) de Orbán y se hacían referencias a la conflictiva relación que tuvo el anterior canciller, Sr. Faymann, con su vecino húngaro, al que incluso llamó poco menos que nazi por el trato que el Gobierno húngaro daba a los pobres refugiados (se recordará que, tiempo más tarde, al objeto de conseguir un poco de colaboración húngara, Faymann se tuvo que tragar el sapo de decirle a Orbán que pelillos a la mar y que no había querido decir nazi, sino…Schatzi, „Ay, Viktor, estos intérpretes que me trasconejan siempre las palabras, con lo que yo te quiero a ti, que hasta eres mi gobernante con visos autoritarios favorito, porque eso sí, a ti los visos autoritarios te quedan que ni pintados !Si es que no te hacen ni barriga ni nada! Si yo estoy encantadísimo con tu defensa de la familia tradicional, y del matrimonio de hombre y mujer, y con tu racism…Digooo con tu defensa del cristianismo, y con tus recortes constantes a la libertad de expresión, y con tu ultranacionalismo, que no te llegan los polacos ni a la suela del zapato…Venga, hombre, a mis brazos, pelillos a la mar“.

En el Weekend también explicaban, para cabreo del embajador húngaro, que Viktor Orban es un fanático del fúrgol y que ha concentrado en el que dicen que es el rey de los deportes una furia que deja a la roja nuestra en una pelea de párvulos. Se habla en el artículo también del megalómano estadio que se está construyendo en Hungría (320 Millones de Euros va a costarle la broma a los primos de Budapest) y que abrirá sus puertas y sus gradas a la rugiente multitud el próximo año 2018, para que el panem et circenses no decaiga y los húngaros se olviden de que, dentro de poco, no van a poder decir una palabra más alta que otra (y menos sobre el Gobierno) más que cuando se metan con la pobre madre del árbitro o, haciendo un ejercicio de homofobia que, si bien se mira, se compadecerá muy bien con la cerrada defensa de la familia tradicional, acusen al árbitro de gustarle los caballeros legionarios.

El embajador ha dicho que rechaza el contenido del artículo de manera contundente (y suponemos que habrá pensado „si vivierrras del otrrro lado de la frrroterrra ibas a escrrribirrr otrrra ves en un perrriódico cuando las ranas crrrriasssen pelo“, pero claro, se ha abstenido de decirlo). Se ha mostrado también abierto a una cooperación regional con Austria, pero sin…Sin periodistas molestos, vaya.


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