Los viejos y los tontos

KinderprogrammO de cómo una noticia, que teníamos abandonada con tanto Brexit, nos va a llevar más lejos de lo que pensábamos.

30 de Junio.- con los últimos sustos procedentes de las Islas Británicas tenemos un poquito abandonado un asunto que puede dar que hablar (y muchísimo) en las próximas semanas. Vamos: definitivamente va a dar que hablar en la próxima semana. En concreto, antes del día 6 de Julio. Me estoy refiriendo al recurso de impugnación que a iniciativa de la ultraderecha austriaca se interpuso contra las últimas elecciones presidenciales, las cuales se saldaron, como todos mis lectores recordarán por una victoria ajustadísima a favor de Van der Bellen.

Parece que, con el paso de los días, toma cuerpo la perspectiva de una repetición de las elecciones, cosa que dejaría a Austria en una situación tan inédita como el Brexit (aunque, por suerte, mejor regulada en los textos legales austriacos).

Ayer les tocó hablar en el tribunal constitucional austriaco a los partidos políticos que respaldaban las candidaturas.

Ambos, sostuvieron puntos de vista previsiblemente contrapuestos. De un lado, Los Verdes, Die Grünen, para los que, como es lógico, las irregularidades existieron como las meigas, que todo el mundo sabe que las hay pero en ningún caso serían tan graves como para justificar la repetición de las votaciones. Del otro lado, el FPÖ. Para la formación ultraderechista, que tanto y tanto tiene que ganar, las elecciones presidenciales últimas fueron un escándalo solo esperable de una república bananera.

No se sabe cuál será la decisión final de los magistrados del alto tribunal austriaco, pero sí que es probable que, cuando se pase el susto (si es que se pasa, que yo no lo tengo tan claro) la ultraderecha va a tratar de modificar o incluso de eliminar el voto por correo. Foco, dicen ellos y será verdad, de irregularidades sin cuento, oportunidad de manipulación pero también, y eso no se le escapa a nadie, el vehículo que usan los votantes que les son menos afectos.

Votan por correo los austriacos que viven en el extranjero, por ejemplo, y son esos que la ultraderecha (y no solo la ultraderecha) llama “las élites” (en España podrían ser asimilables a “la casta”) a los que la ultraderecha contrapone a esa categoría igual de falsa e igual de abstracta que es “la gente” (antes se decía “el pueblo”).

Llegados a este punto, me gustaría dejar aquí un elemento de reflexión para mis lectores.

Hagamos un poquito de autocrítica.

En las últimas elecciones, las españolas, las presidenciales austriacas, el referéndum del Brexit, ha habido un argumento recurrente (que han utilizado sobre todo los perdedores) para explicar el resultado y ha sido, curiosamente, siempre el mismo. Este: “han votado los viejos” o sea “somos rehenes de los viejos” o “los que han votado por el Brexit se van a morir en 20 años y a nosotros nos van a dejar “el regalito” para toda la vida”.

Como en todos los tópicos, y este lleva camino de convertirse en uno si no lo ha hecho ya, hay en el fondo algo de verdad pero también esconde algo mucho menos confesable y es que, en cierto modo, al decir que “los viejos” han votado por el Brexit, que “los viejos” sentarán a Rajoy en la Moncloa o que “los viejos” han estado a punto de hacer presidente de EPR a Hofer, también se está diciendo, en la mayoría de los casos, con un clasismo muy, pero que muy insidioso, “los pobres” o quizá con mucha más precisión y mayor crueldad “los menos formados” o, en plata de Potosí, “los tontos”.

Los últimos comicios han abierto un melón que continuará abierto, me temo mucho, durante muchos años y con unas consecuencias que, hoy por hoy, son imprevisibles.

Y es la de la confrontación entre un mundo que se muere, que es el de los expulsados del centro del espacio público por la creciente tecnificación (y que, por lo tanto, boicotean con las fuerzas que tienen, o sea, sus votos, las decisiones tomadas por una minoría a la que ven “guapa” y “culta”, como la Unión Europea o la apertura mental que, en el imaginario colectivo austriaco constituyen “Los Verdes”) y el mundo de esa minoría (creciente, espero) que cuenta con los conocimientos necesarios para moverse por un mundo cada vez más complejo (idiomas, por ejemplo, con todo lo que eso implica). Un mundo cuya complejidad se manifiesta, principalmente, en un aumento de la velocidad con la que todo pasa y en una reducción drástica de las distancias.

Lo que quiero decir es que el abismo no es entre viejos y jóvenes, sino muchísimo peor: entre personas que cuentan con las destrezas necesarias y los que no las tienen. El abismo generacional lo rellena (es ley de vida) el tiempo. El otro, es más jodido, con perdón.


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Comentarios

Una respuesta a «Los viejos y los tontos»

  1. Avatar de Luis
    Luis

    Otro aspecto muy preocupante de esos reproches al “voto viejo” es que esconden el pensamiento, apenas disimulado, de que los viejos no son realmente personas que cuenten, sino que deberían limitarse a esperar la muerte sin molestar.

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