La casa natal de Adolf Hitler

adolf-hitlerLos símbolos, tan importantes. El Gobierno austriaco ha dado un paso definitivo para eliminar uno muy incómodo: la casa natal de Hitler en Braunau.

18 de Octubre.- Ayer, charlaba con una compañera de trabajo a propósito de los peligros de internet cuando, para ilustrar lo invasivas que se han vuelto las redes sociales, me contó que, para su hijo veinteañero el golpe, al romper con su novia, no había sido el día en que ella le dijo “olvídame y pega la vuelta” sino cuando ella se “desamigó” de él en Facebook. Ahí fue cuando el chaval vio que aquella relación no tenía vuelta atrás.

Los símbolos. Los símbolos, siempre. Son muy importantes.

El Gobierno austriaco, a través de su ministro del interior, Sr. Sobotka, anunció ayer que la comisión integrada por expertos (y por un representante de la comunidad judía, en calidad de damnificados) ha llegado ya a una conclusión sobre el símbolo “más intacto” que quedaba en Austria del tiempo del nacional-socialismo. Naturalmente, se trata de la casa en donde el tito Adolfo vino al mundo en Braunau am Inn.

Es una edificación muy normal para el lugar en el que se encuentra y para el tiempo en que fue construida y responde al patrón de la clase media-baja en la que la familia Hitler se encuadraba (el padre, Alois, era un funcionario de aduanas que había alcanzado el nivel más alto en el escalafón que le permitía su falta de estudios). Naturalmente, en vida de Hitler se convirtió en un centro de peregrinación y, después de la guerra, el edificio pasó por diferentes vicisitudes, hasta que hace cosa de cuarenta años, el Estado austriaco decidió pagar un alquiler a los propietarios del edificio y mantenerlo vacío. Hará dos, el Gobierno austriaco expropió el edificio y formó una comisión (la que yo mencionaba más arriba) para decidir qué hacer con un lugar que, nolens volens, se había convertido en un lugar de peregrinación de neonazis o, simplemente, de curiosos. Cosa que, por cierto, no les hacía ninguna gracia a los habitantes de Braunau am Inn.

La comisión de expertos ha dictaminado que ya que parece poco posible “recontextualizar” el edificio o “resignificarlo” dado que, fuera de ser las cuatro paredes en las que nació Hitler no tuvo jamás ningún uso relacionado con el nazismo y dada, además, la carencia de cualquier otro valor que pudiera tener la edificación más allá de su valor intrínseco, lo mejor sería derribar el edificio y construir en su lugar una edificación moderna. Cuando se termine el edificio, se le entregará al ayuntamiento de Braunau, para que lo utilice con fines sociales o benéficos.

Se desechan así otras posibilidades barajadas, como por ejemplo la de dedicar el edificio a ser un centro de debate y memoria para los jóvenes o construir un monumento en memoria de los millones de víctimas del nazismo. Para las dos cosas, aduce el Gobierno austriaco, ya existen los correspondientes espacios, como por ejemplo el campo de trabajo de Mauthausen, cercano a Linz.

En España, intentos similares no han tenido un final tan feliz. Por ejemplo, durante los tiempos de Jose Luis Rodriguez Zapatero como Presidente del Gobierno español, se formó una comisión parecida para decidir qué hacer con un monumento (por llamarlo somehow) que aparte de feo, es caro y, tal como está, es dudoso que se corresponda a los sentimientos democráticos de la mayoría de los españoles actuales: me estoy refiriendo a la Basílica y del Valle de los Caídos, en Cuelgamuros, en las cercanías de Madrid. La comisión, entre otras propuestas, sugirió sacar de la basílica los restos del dictador Francisco Franco y crear un centro de la memoria en donde se explicase cómo y por qué y en qué condiciones se había construido la Basílica y el Monasterio; así como se diese una respuesta civilizada y decente a las reclamaciones de las familias de los soldados republicanos que yacen (presumiblemente muy en contra de sus deseos) en los osarios situados detrás de la basílica. Dado que el mantenimiento del Valle de los Caídos cuesta una pasta todos los años (las construcciones similares tienen una vida útil de unos cincuenta años y luego mueren de movimientos de tierra o humedades) también se pensó en dejar que la naturaleza hiciese su trabajo y en abandonar el mantenimiento de la basílica hasta que el gigantesco túnel se viniera abajo por su paso (y por su peso) natural.

Ninguna de las dos posibilidades se llevó a cabo quizá porque los españoles, sobre todo los de mi generación, hemos reducido el franquismo y su horror (sobre todo el horror de los años inmediatamente posteriores a la guerra civil) a una serie de viñetas sacadas de Amar en Tiempos Revueltos, quizá porque Hollywood no se ha dejado seducir por el raquitismo (particularmente intelectual) de los que sojuzgaron a los españoles durante casi cuarenta años. Esta “debilidad” de los que deberían haber defendido la “resignificación” del “monumento” fue aprovechada por los que claman que las actuaciones para preservar la memoria histórica y recontextualizar y explicar los rastros que el pasado dejó en nuestro presente es en realidad un esfuerzo orwelliano por cambiar la Historia (en Viena, por ejemplo, hay placas explicativas en aquellos lugares que, por cualquier cosa, no se pueden tocar, como por ejemplo una gemeindebau en la que, durante años, estuvo al raso una cita de Hitler o la placa instalada por los soviéticos en la casa en donde vivió Stalin).


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Comentarios

Una respuesta a «La casa natal de Adolf Hitler»

  1. Avatar de Dubuke
    Dubuke

    Siempre podrían dedicarlo a centro de acogida de refugiados. Así la ideología del señor con bigote que nació allí se mantendría en el mismo lugar, aunque ahora de forma aceptada por la progresía.

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