Gente de fiar

opernballAllá donde haya una tradición que corra peligro de perderse, ahí habrá un austriaco para recuperarla. Cuidado con salir a la calle el próximo 23 de Febrero.

16 de Noviembre.- Tengo que reconocer que, ante noticias como esta de la que voy a hablar hoy, tengo, como Alejandro Sanz, el corazón partío.

Por un lado, encuentro que, estando el Trumpmundo como está, no solo está bien que pasen estas cosas, sino que deberían pasar más. Esto me lo dice el joven indomable que, todavía, llevo dentro. En cambio, el señor de una cierta edad que ya empiezo a ser me dice que determinadas cosas son totalmente inútiles y que son como tirarle palillos de dientes a un rinoceronte y esperar a que le atraviesen la coraza.

Mis lectores, dependiendo de su edad, supongo, se inclinarán por una postura u otra.

Como, principalmente, el ánimo de Viena Directo es ser últil a los hispanoparlantes que viven en esta bonita capital y sus alrededores (hasta Vorarlberg o Burgenland), empezamos con el consejo: el día 23 de febrero del año que viene, si se puede evitar a partir de las seis de la tarde la almendra central de esta urbe, mucho mejor.

¿Y purcuá? Pues muy sencillo: será el último jueves del carnaval ¿Y qué sucede el último jueves del carnaval? Pues el Opernball (que rima con carnaval, por cierto). El año que viene, al peligro de encontrarse con Richard Lugner y su cohorte de juguetes rotos o de divisar la indestructible permanente de Birgit Sarata o la pechera resplandeciente de Alfons Haider, se unirá que las Juventudes del Partido Comunista austriaco han resucitado la vieja costumbre (vieja, porque no se resucitaba desde 2008) de la consuetudinaria manifestación del Opernball.

La han convocado bajo el encantador lema Eat the Rich (a los “Rich” sospecho que les chupará un pie, como ya decía más arriba) y el punto de encuentro será en la estación de metro de la Johnstrasse. En el comunicado, las Juventudes del PCA han justificado la convocatoria diciendo que Austria es un país en el que los ingresos están muy mal repartidos, que hay muchos ricos que están forradísimos y que, habiendo un millón de austriacos en riesgo de exclusión social por pobreza, es una vergüenza que el día del Opernball haya personas humanas que se gasten en una tarde 20.000 euros en un palco.

Naturalmente, los jóvenes comunistas austriacos tienen razón en decir que es una vergüenza esto y que, quizá, el dinero gastado en traer desde la costa amalfitana las flores que adornarán el respetable coliseo junto a la Ringstrasse estarían mejor empleadas en socorrer a pobres refugiados (por ejemplo); sin encambio, como dijo el clásico, si uno abre el foco también es cierto que, del lujo de unos pocos ricos viven (y respetablemente bien) muchos que no lo son tanto. Asimismo, no deja de ser cierto que el Opernball se retransmite en directo a un chorro de países (no tanto como Eurovisión o el concierto de Año Nuevo, pero a muchos) y también es cierto que es un gag de relaciones públicas brutal para Austria en general y para Viena muy en particular. Naturalmente, esto sirve para que muchos turistas decidan pasar sus vacaciones en esta bonita ciudad que sus habitantes tenemos la suerte de disfrutar a diario, turistas que, con sus gastos, le dan de comer a mucha gente, lo cual sirve, creo yo, para relativizar muchísimo la presunta exhibición de riqueza que podría suponer el Opernball.

Como digo, la “manifa” no se celebraba desde el año 2008 y había ido perdiendo fuelle en favor de las algaradas (mucho más ruidosas, mucho más mediáticas) que vienen siendo habituales cada año, en fechas cercanas al Opernball, cuando Viena se convierte, por un día, en sede del “pensamiento alternativo” (que a este paso, con el Trumpmundo como Lepenestá, lleva camino de convertirse en Strachemainstream); en esto, como en otras cosas, se demuestra esto que dice mi amigo Luis Tercero (entre los historiadores, famoso en el mundo entero) de que, en Austria, Tradition ist Religion y allá donde haya un ritual atávico con riesgo de quedar sepultado en la noche de los tiempos, es seguro que habrá un austriaco dispuesto a desenterrarlo. Con el mundo como está, es bueno saber que hay gente en la que (todavía) se puede confiar.


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