Wir sind (un poquito) nominiert

Como pasa mucho de un tiempo a esta parte, Wir sind (un poquito, esta vez) nominiert. De Oscars y flínes va la cosa hoy.

24 de Enero.- Como todos los años, hoy han sido dadas a conocer las nominaciones a los Oscar de Jollivú y, como todos los años de un tiempo a esta parte, un trocito de la cinematografía austriaca está nominado y el mundo del cine austriaco saca pech(it)o –para sacar cachete no le llega-.

En este caso, el orgullo austriaco se concentra en Toni Erdmann, pinícula candidata a ser la mejor en lengua no inglesa y que ha estado producida, a pachas, por austriacos y alemanes y en su protagonista, Peter Simonischek, que es además miembro de la distinguida compañía del Burgteather de Viena.

Tengo que confesar que no he visto la peli, así que no puedo opinar, y de las americanas, a pesar del mal rato que pasé viéndola, yo me quedaría con Manchester by the Sea, aunque en este caso, tengo el corazón partío, porque Arrival también me parece un peliculón (o dos, o tres). Sobre todo teniendo en cuenta que en la Casa Blanca se acaba de sentar un tío que, como suele decirse, es más fino que el pellejo de una m*erda y que está rodeado de fanáticas religiosas, beatas, racistas y nacionalistas. Lo mejor de cada casa, vaya.

En su contra, en la de Arrival, está que pertenece quizá a un género considerado menor, como es la ciencia ficción. Pero es engañoso esto, y ahí está la mayor virtud de la película, porque lo que es Arrival es una parábola sobre el mundo en que vivimos y los desafíos a los que se enfrenta nuestra sociedad en este siglo.

¿Y qué pasa con La La Land? Pues la vi el viernes en el Apolo, cine vienés que es el mío de cabecera y, francamente, me pareció chuli (hubo ratos en que me pareció un poco por debajo de chuli, o sea simplemente “cuqui”, pero eso es normal habiéndola dirigido un francés) pero sinceramente me esperaba más y, la verdad, aparte de pedirme todo lo que Ryan Gossling lleva puesto en la película y de aceptar que, técnicamente y, sobre todo, contando con el presupuesto que tiene, es una película chulísima, también digo que es un poco la misma operación que The Artist. O sea: haga usted lo que nuestros abuelos hacían pero dándole un toque moderno. Si en The Artist era el cine mudo, en La La Land son los musicales de Arthur Freed de la Metro Goldwin Mayer (género en sí mismo y género del que yo soy muy fans).

Volviendo a Manchester, ya digo: a pesar del rato malísimo que se pasa viéndola (yo la vi el domingo por la tarde y no se me quitó el mal cuerpo hasta el lunes a mediodía) y a pesar de ser una historia de gente fea y pobre, o quizá por eso, Manchester by the Sea (en España, Manchester frente al Mar) se merece que se lo den todo, y a Cassey –inmunitas- Affleck, que le pongan un piso en donde él quiera.

Mientras escribo esto, pienso que quizá la mayor virtud que tiene MbtS es que, a pesar de que es un drama de aquí te espero, la gente llora muy poco y los actores (particularmente Cassey Inmunitas) están muy contenidos y no se permiten (o no les permiten) ni un exceso ni medio. Y también es un peliculón por otra cosa mucho menos evidente: porque es una película de hombres y sobre los hombres. Y los chicos, para lo afectivo, estamos muy desatendidos por el cine. En MbtS las mujeres tienen un rol muy secundario y la trama está concentrada en esos lazos de solidaridad, de amor y de cariño, la mayor parte de las veces no explícitos, que se dan entre hombres, entre miembros de la misma familia, por ejemplo. O entre amigos.

Ya digo que, a ratos, es casi insoportablemente triste (yo, de hecho, estuve a punto de salirme del cine y retorcí una botella de agua mineral hasta que quedó irreconocible) pero es una película hermosa, densa y real como la vida misma –la banda sonora es un poco Radio María, para que nos vamos a engañar, quizá la única cosa-.

Queremos que le den el Oscar a Meryl, porque ella es Meryl, nuestra Meryl, la Meryl de España, la Meryl de América, la Meryl de Austria, y no la de Merimé(ryl) y porque a Nathalie la vemos todavía de la princesa Amidala y no hay manera de que nos creamos que es la Chaquelín Quenedi. Pero bueno. Hagan sus apuestas: a ver con qué nos sorprenden en Febrero los señores de la Academia.


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