Ein Mann namens Pedro Sánchez

A pesar de que sus capitales están separadas por casi dos millones y medio de metros, las cosas que pasan en España suscitan un enorme interés en Austria.

22 de Mayo.- Como español, a uno no deja de llamarle la atención de que, en Austria, el país de uno interese tanto. No sé si es por atavismo (al fin y al cabo, durante varios siglos, nuestros señoritos, los titos Habsburgo de aquí y de allá estuvieron a partir un piñón y ya se sabe que, donde fuego hubo, brasa queda) o por ese extraño imán que ejercen la sangría y las sevillanas en el inconsciente colectivo austriaco, pero el caso es que España, lo que pasa en ella, interesa.

La manera más fácil de saber que esto es especial es hacer una prueba muy sencilla y ponerse a echar un vistazo a la prensa transalpina.

Buscará el curioso lector completamente en vano noticias sobre partidos políticos de, por ejemplo, Bulgaria (con el corazón en la mano ¿Alguien se sabe el nombre del presidente búlgaro?); tampoco es probable que se encuentren noticias de las quisicosas, de las rencillas, de los chismes, que produzca algún partido polaco que no esté en el Gobierno, o sueco, o finlandés. Sin embargo, cuando Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, saltó a la arena política, los medios austriacos (fundamentalmente los de ideología asimilable a la de Colau, claro está) se pusieron „ipsofactamente“ a compararla con una Agustina de Aragón o una „Robinesa“ Hood que hubiera dedicado su vida a robarle al rico para repartirlo entre los pobres.

Yo ya lo he dicho muchas veces que, entre los austriacos, hay aproximadamente un diez por ciento de hispanistas (alguno, muy plasta, por cierto) y ese interés, esa fruición, ese amor que es más que amor frenesí, se manifiesta, por supuesto, en la prensa.

Ha tardado en llegar, porque la noticia, de hecho, se produjo ayer, pero ha llegado por fin el análisis de la victoria de Pedro Sánchez en las elecciones internas del PSOE. Dos artículos en el Der Standard (un poco, como lo de Ada Colau, la verdad).

El relato se ha producido en dos tiempos.

En el artículo que podríamos llamar número uno, se ha hecho un resumen de la travesía en el desierto de Sánchez, desde que lo que podríamos llamar „La Generación de la Transición“, o sea, esos políticos que estuvieron en activo entre, pongamos, 1975 y 1995, le hicieron la cama malamente y le sustituyeron por una jefa poco menos que digital (o sea, nombrada a dedo), la presidenta de la Comunidad Autónoma de Andalucía, Susana Díaz, esa Jílari Clinton transpirenaica que pensaba que lo de ganar iba a ser pan comido hasta que ayer descubrió que no, la pobre.

En un segundo artículo, de fondo, se analiza la figura política del vencedor para, en un momento dado, sacar la vara de medir y concluir mediante la correspondiente comparación que, en lo tocante a izquierdismo (siempre según la redacción de Der Standard) Pedro Sánchez da poco la talla.

La prueba que presenta el redactor del periódico que pasa por ser el boletín oficioso de la progresía austriaca es concluyente: cuando Pedro Sánchez pudo coaligarse con Podemos, Sánchez (ex profesor de economía de una universidad privada) decidió que los amigos que le convenían eran no eran ellos, sino los neoliberales señores de Ciudadanos, los cuales, económicamente, están más cerca del Partido Popular en el Gobierno que de unas recetas auténticamente progresistas que, por lo menos teóricamente, pudieran oponerse a las del Partido Popular.

Servidor, como es normal, ni entra ni sale y se limita a exponer lo que dice el periódico austriaco (el análisis es de un señor que se llama Rainer Wandler, el cual afirma, al pie del texto, que lo ha escrito en Madrid, así que sus buenas razones tendrá para decir lo que dice). También dice que lo que basta para ganar unas elecciones primarias (al fin y al cabo, los militantes de un partido son un público cautivo, que está medio convencido) no vale para ganar unas elecciones „de verdad“.

¿Tendrán razón? Seguramente nos enteraremos por Der Standard.


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