En unos días será la fiesta del trabajo y un periódico austriaco ha decidido preguntarle a los austriacos cómo ven su entorno laboral.
28 de Abril.- Ayer por la noche, después de publicar el post diario de Viena Directo, me senté un poco delante de la tele. Hasta hace poco, uno decía o escribía esto y el lector estaba autorizado a imaginar que uno había cogido el mando a distancia, había encendido el aparato y se había puesto a buscar, entre las diferentes cadenas, algo que le gustase. Ahora no es así. Como la tele de uno es lista, uno se engancha a las plataformas a las que está abonado y busca en los programas a la carta.
Encontré uno muy bueno, en el que hablaba del futuro de la lectura, de cómo la digitalización ha hecho que los hábitos de lectura y, sobre todo, los chismes que utilizamos para leer, hayan cambiado mucho. Uno de los expertos consultados dijo que, quizá, si la cosa va como va, en dos generaciones los jóvenes no sabrán lo que es un libro (de papel) lo mismo que ahora hay que tener ya una cierta edad para saber lo que era una casette o una cinta de video VHS.
Naturalmente, los expertos que hablaban eran sobre todo señores de una cierta edad, que habían crecido academicamente rodeados de libros de papel y de enciclopedias, que habían estudiado en bibliotecas silenciosas y que se habían quemado las pestañas a base de copiar lo que otros habían escrito para hacer trabajos que luego presentaban al profe, y les daba terror que los chavales ya no tuvieran que leer libros y se buscaran los resúmenes en „el rincón del vago“. Sin embargo, la digitalización ha hecho que el panorama de la industria del libro cambie drásticamente. Para bien y para mal.
Por ejemplo, si internet no se hubiera inventado, es muy poco probable que mis lectores hubieran sabido nunca de mí como escritor (naturalmente, hay algunos trolls que piensan que esto hubiera sido un hecho afortunado, pero confío en que no sea el caso de la mayoría de los que me leen). Por otra parte, también es cierto que yo trabajo muchísimo para escribir Viena Directo todos los días, y para buscarme los temas y para hacer las fotos y mil cosas más. Sin embargo, no veo un céntimo. Nada. Cero. Gratis. Hago esto por amor al arte.
La digitalización ha hecho que haya muchas más personas escribiendo y, sobre todo, publicando, que antes, pero también es verdad que la figura del escritor que vive de lo que escribe cada vez es menos frecuente. Es cierto también que los escritores profesionales son una especie relativamente nueva en la fauna cultural. Hasta que en el siglo XIX los periódicos empezaron a dar cobijo a los escritores, los que emborronaban cuartillas, en la mayoría de los casos, se ganaban el pan (cuando se lo ganaban) haciendo otras cosas. Cervantes, sin ir más lejos, de recaudador de impuestos. Pero Kafka era chupatintas en una oficina.
¿A qué viene todo esto? Pues que en unos días será el primero de mayo, la fiesta (europea) del trabajo, y con este motivo un periódico austriaco le ha encargado a una agencia de encuestas que realice una investigación a propósito de cómo se sienten los austriacos en su curro, si se lo pasan bien y, sobre todo, cómo ven el futuro ahora que parece que las máquinas nos van a quitar a todos el puesto.
La encuesta empezaba con la pregunta „¿Se divierte usted en su trabajo?“ a lo que la mayoría contestaba que sí (sumamente meritorio, tratándose de un pueblo tan dado a protestar por todo como este). Nada menos que un cuarenta por ciento. Otro treinta, decía que bueno, que su trabajo mola. Un quince que vale, que bien, pero que tampoco era para tirar cohetes. El resto que mal.
En cuanto al futuro, la mayoría se veía más o menos bien, en empresas de las que opinan que seguirán existiendo por lo menos un tiempecito más. Curiosamente, los que más miedo parecen tener de la digitalización y de la inevitable pérdida de puestos de trabajo que va a suponer son aquellos que tienen niveles educativos más altos, en tanto que las personas con menos formación no se hacen a la idea de que vayan a cambiar muchas cosas en su entorno laboral.
En general, leyendo los resultados de la encuesta da la sensación de que los austriacos se enfrentan a un futuro que abre muchísimos interrogantes con bastante optimismo, quizá porque en gran parte los trabajos que van a desaparecer son aquellos que están hechos por personas de menor formación. Robots serán quienes nos tomen los pedidos en los restaurantes de comida rápida, por ejemplo (ya lo hacen; no camareros móviles, pero ya han empezado a sustituir a los dependientes), quienes nos cobren (cajas automáticas) y un sinfín de tareas que van a hacer que esas personas que menos se dan cuenta de que su futuro laboral está en juego, empiecen a tener que enfrentarse con el fantasma del paro de larga duración.
Otro punto que me ha llamado la atención es que, en contra de lo que podría pensarse, ninguna de esas personas que piensan que su trabajo está amenazado se están planteando reciclarse, formarse en otras cosas.
A mí me da un poco la sensació de que son como los pasajeros del Titanic, que miraban los botes salvavidas con desconfianza y no se decidían a abandonar un barco que estaba ya herido de muerte.
Este es el link del artículo del que está sacada la idea de este post.
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