Los hijos de Mozart (2/2)

Los hijos de padres famosos no lo tienen fácil. Las comparaciones son odiosas. El hijo menor de Mozart, aún como artista estimable, tuvo que sufrirlas.

30 de Noviembre.- Hace unos días, comentábamos el destino de los dos hijos de Mozart que llegaron a alcanzar la edad adulta.

Hoy, contaremos la biografía del más pequeño de ellos (por cierto, tocayo mío). Llevaba por nombre Wolfgang Xaver Mozart y nació durante el verano del año en que murió su padre (o sea, que estuvo en un tris de ser hijo póstumo del genial compositor). Las lenguas de vecindonas, que en esto de la historiografía también las hay, le atribuyeron a este hijo de Mozart el ser hijo bastardo de Franz Xaver Sussmayr (recordemos, ese discípulo que fue el que, con veintiséis años y apenas más, le terminó el Requiem al maestro). Hoy, esta teoría se encuadra en una corriente de literatura que buscaba difamar a Constanze Mozart, su madre y, la verdad, es imposible probarlo.

Wolfgang Junior, que así le vamos a llamar durante todo este post, creció huérfano de padre, pero no le faltaron mentores. Entre ellos, el maestro Salieri, que le enseñó al hijo de su colega todo lo que había que saber de las corcheas.

Y es que, desde pequeñito, su madre, Constanze Mozart, había decidido que su hijo menor se dedicaría a la música, y había puesto todo de su parte para que así fuera (hoy, rebuscando por la red informaciones para rellenar la biografía de Wolfgang Jr, he llegado a saber que lo de los pentagramas le venía al galgo de casta, porque Constanze era sobrina de Karl Maria von Weber, el compositor). El hijo pequeño de Mozart debió de salir aplicado, porque en 1808, a los diecisiete tiernos años de edad, lió el petate y se marchó a Lemberg, actualmente en Ucrania, en donde se estableció como profesor de música de una familia aristocrática.

Después de pasar por contratos semejantes, Wolfgang Jr se estableció como profesor de música en Lemberg a partir de 1813. Cuando se extendió por Europa el sopor postnapoleónico -ese „atado y bien atado“ que concertó en Viena el jupiterino Metternich- el hijo pequeño de Mozart emprendió una gira de conciertos que le llevaron a Viena en 1822. Para el público europeo de la época debió de funcionar el morbo de ver si el hio era mejor o igual que el padre. Morbo que ha sustentado la carrera de no pocos hijos de artistas famosos, desde los Sinatra a los Flores, pasando por esa tribu de obreros de la composición que fueron los Strauss en sus diferentes generaciones.

A mediados de los veinte del 1800, sin embargo, Wolfgang Jr retornó a Lemberg, más que nada porque estaba enamorado perdidamente de una señora casada pero, como le sucedió a su hermano, Carl Thomas, el hijo de Mozart no llegó a casarse ni a dejar descendencia; con lo cual se extinguió esa rama del linaje familiar.

Rondando la cincuentena, Wolfgang Xaver Mozart volvió a la capital del imperio y allí se ganó la vida como profesor, entre otros de pianistas que estuvieron en activo hasta principios del siglo XX.

Mozart hijo murió algo mayor que su padre, pero no mucho. En 1844 falleció de repente mientras hacía una cura en el balneario de Karlsbad, y allí se le enterró.

Parece ser que, si bien durante su juventud Wolfgang Xaver Mozart se sintió continuador de la obra de su padre, conforme fue avanzando por el camino de la vida y se dio cuenta de que Mozart, como Lola Flores, como Monserrat Caballé, solo hay uno (una) cada cien años, empezó a lamentar el haber escogido el mismo oficio de su progenitor. Ya se sabe que las comparaciones son odiosas.

Sin embargo, parece que la figura de ese padre al que no conoció permaneció bastante presente a lo largo de su vida, ya que, como Wolfgang Amadeus, Wolfgang Xaver Mozart fue masón -un rasgo bastante común en los que, en su época, se sentían parte de las corrientes más progresistas de la sociedad-; también compuso algunas obras, aunque el tiempo las ha condenado a un olvido quién sabe si piadoso si bien también es verdad que, en los últimos años, el morbo del que hablaba más arriba ha funcionado para algunos intérpretes, que han vuelto a grabar algunas de las piezas que dejó compuestas. Para que mis lectores juzguen, aquí dejo una polonesa melancólica.

Cuando murió en Karlsbad, soltero y sin hijos como decíamos más arriba, dejó como única heredera a su amante y, de acuerdo con la voluntad del difunto, sus pertenencias fueron llevadas al Mozarteum


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