viena: madre e hija turcas

La señora Torpe o por qué las telenovelas turcas no triunfarían en Austria

viena: madre e hija turcasLa señora Torpe o por qué en Austria las telenovelas turcas no se comerían un colín.

14 de Agosto.- La última vez que estuve en España fue en Agosto de 2019. Al irme, prometí volver pronto (!Qué ajena estaba la cabra!)

En febrero de 2020, aprovechando que los precios estaban bajos, compré un billete de avión para Madrid, dispuesto a pasar un fin de semana largo en marzo. Bueno, en fin: todos sabemos lo que pasó.

Nunca me subí a aquel avión y bien que hice, porque con el confinamiento, me hubiera quedado atrapado en España y no hubiera podido volver.

Dos años después, vacuna por medio naturalmente, he vuelto a poner pie en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, dispuesto a explorar la nueva realidad española…Con ojos austriacos.

Aquí vamos.

Llego a un país barrido por una ola de calor extrema fruto de las fechas y agravada por el cambio climático. En concreto, según informaciones de Radio Nacional de España (atención) el día más caluroso del que se tiene registro en España.

(Puntería que tiene uno).

Por ejemplo: Córdoba, la ciudad de la mezquita-catedral, aceza y sufre una calina de cuarenta y siete grados. Los meteorólogos advierten que, si no se hace nada (y no se hará) en tres décadas, o sea y si Dios quiere, dentro de la duración previsible de mi vida, un verano como este será un verano „fresco“.

Quizá debido a estas temperaturas, lo que priva ahora en las teles españolas son las telenovelas turcas. Hasta el punto de hacer temblar muy seriamente la posición dominante de esos programas en los que las famosas se dedican a explicar sus intimidades ginecológicas.

Una de las cosas que a mí me sorprendió cuando llegué a Austria es que siendo los turcos (o los alemanes de ascendencia turca) uno de los grupos más visibles de población, los hijos de Kamal Ataturk eran casi invisibles en el mainstream austriaco.

Que yo recuerde, en la ORF había una meteoróloga de nombre turco (y fuera del nombre, la verdad es que en poco se le notaba la „turquez“). Poco más.

De manera que si, en dosmil años, un extraterrestre estudiase las grabaciones de las televisiones austriacas de estos últimos años, es poco probable que pudiera sospechar que, en Austria, los señores preferimos a los peluqueros turcos para que nos acicalen o que, si uno quiere comer un cordero decente lo mejor que puede hacer es irse a una carnicería turca, más concretamente en el Brunnenmarkt (no llevo comisión: el mejor cordero de Viena).

Es poco probable pues que, en Austria, lleguen a saber en algún momento quién era la señora Torpe.

La señora Torpe no es una mujer a la que se le caigan todo el rato las cosas (como a mí) sino que es un personaje de la primera telenovela turca que puso Antena 3: Mujer.

Pasiones y llantos garantizados.

Hoy, mientras afrontaba las temperaturas madrileñas a base de café con hielo y abanico, he estado viendo con mis padres un maratón de la telenovela que más éxito tiene actualmente: Tierra Amarga.

En ella, la señora Torpe, milagrosamente reencarnada por obra y gracia de los guionistas otomanos, hace el papel de otra señora que acecha las usuales intrigas de gineceo, pero mis padres, cada vez que ven a la actriz espiando por los visillos las idas y venidas de una criada (aquí la señora Torpe hace de señora rica) dicen:

-!Anda, mira, la señora Torpe!

De lo cual se deduce que, en Mujer, la señora Torpe debía de ser un personaje de esos a los que los espectadores les cogemos cariño.

Por otra parte, viendo las telenovelas turcas, uno se da cuenta perfectamente de que en Austria no se comerían un colín. Y es que son historias muy del sur. Vamos, que les cambias los nombres y podrían pasar en, pongamos, Jerez de la Frontera, Campo de Criptana o, cambiando la iconografía islámica por la Vírgen de Guadalupe, en una hacienda mexicana o colombiana.

La férrea censura de la iglesia católica que pesa sobre el culebrón tradicional latinoamericano (no hay sexo, no hay besos, no hay desnudos, no hay homosexualidad, no hay mujeres que trabajen fuera de casa) ha sido sustituida aquí por la no menos férrea censura islámica.

Las mujeres de las telenovelas turcas tienen, como misión en la vida, acicalarse, ser castas y esperar a unos galanes que tienen el tupé, las cejas y el mostacho pintados con un Edding negro de punta bien gorda.

Las buenas, como está mandado, son vírgenes morenas con el pelo peinado con la raya en medio, y sufren disciplinadamente las decisiones de sus mayores en cuanto a matrimonios apañados con viudos ricos pero gotosos. Y las malas son unos pendones que se pintan las uñas y se tiñen el pelo de rubio. Las reinas de la casas son las suegras, ante cuyo poder, hasta el galán se inclina. Hay un personaje gracioso (tipo que goza de gran tradición en el teatro de todas las épocas) que los guionistas utilizan para aliviar la tensión y todo el trajín de la trama va de embarazos (reducidos a la abstracción de meras operaciones matemáticas, porque no hay una cama a la vista y los personajes de sexos opuestos se besan solamente en las mejillas) y pelandruscas que les quieren quitar el marido a las buenas, las cuales, mientras tanto, cosen como Imperio Argentina en Morena Clara y sufren en silencio. Entre los personajes pobres, las cosas importantes pasan siempre en una cocina y, naturalmente, la muchacha guapa, humilde y modosa se muere por los huesos de un galán (rico) al que la barba le negrea, quizá por poner énfasis en que tiene la testosterona de mejor calidad entre Estambul y Ankara.

Hay banderas turcas y retratos de Ataturk y los malos en Tierra Amarga, son (!Chorprecha!) de izquierdas. Unos improbables anarquistas que ponen bombas.

El conjunto resulta algo difícil de seguir pero, tiene la suficiente personalidad para resultar atractivo (se demuestra que las pasiones que mueven a la gente son las mismas más o menos en todas partes) y suficientemente poca como para que las diferencias culturales no le quiten fuerza a la trama.

El otro día, una compañera de trabajo de la antigua Yugoslavia, recordaba todavía con nostalgia Los Serrano. Pues lo mismo.


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