Sombra del pasado

La realidad, muchas veces, supera a la ficción. Quién le iba a decir a Sebastian Kurz que, el día de su dimisión, iba a volver a su vida una sombra de su pasado. Como en una peli de Antena 3.

11 de Octubre.- El 2 de Febrero de 1353, moría entre atroces sufrimientos D. Alfonso Fernández Coronel, ejecutado por estar en contra de Pedro I el cruel y de su valido, Juan Alfonso de Alburquerque. Antes de que lo degollaran, dicen los cronicones que Fernández Coronel le hizo un signo a su verdugo, se aclaró la garganta (ejem, ejem), miró al escribano (nene, apunta) y luego, mirando al valido, más que decir, declamó:

-Don Juan Alfonso, esta es Castilla que faze a los omes y los gasta.

Cuando el verdugo vio que había terminado, afiló la cuchilla y zaca : le rebanó el gaznate. Después, siguiendo instrucciones del Rey, el verdugo quemó el lo que había quedado de Alfonso Fernández y le echó la chamuscada carroña a los cuervos (a Pedro I no le llamaban « el cruel » por quitarle la play a sus hermanos, por cierto).

La frase ha quedado como ejemplo de fatalismo de aquellos que piensan que la Historia (y, sobre todo, la política) terminan recompensando a quienes se esfuerzan en sus cruentos campos de batalla. Un poco como decir :

-Joé, con todo lo que yo he hecho por vosotros, me pagáis así. Jolinetes, no tenéis corazón.

Como los lectores de Viena Directo ya saben, Sebastian Kurz dimitió el sábado de su cancillería y, gracias a los servicios de los spin doctors que le escribieron el discurso, me atrevería a decir que logró hacerlo con notable salero. Kurz mencionó el apoyo de los cienes y cienes de personas que le habían llamado dándole ánimos en tan amargo trance. Entre ellos, personas de su familia. No es para menos, porque la pareja del Bundescanciller está bundesembarazada. Una criatura que, en contra de lo que dice la sabiduría popular, viene sin pan debajo del brazo.

Sin embargo, con lo que estoy seguro de que Sebastian Kurz no contaba era con que, como pasa en las pelis de mediodía de Antena 3, una sombra de su pasado iba a resucitar en tan difíciles momentos y se iba a personar, como la estatua del comendador. De verdad, hubiera sido un instante impagable ver la cara de Sebastian Kurz cuando el teléfono móvil empezó a sonar y, al ver el número, vio que era, nada más y nada menos que Heinz Christian Strache.

(Un giro de guión que no se le ocurre ni al guionista de una telenovela turca)

Ha sido el propio Strache el que lo ha contado en la cadena Puls 4 y, como el pobre Alfonso Fernández Coronel, ha rematado su relato con un filosófico « el Karma existe » que es lo mismo que ese refrán siciliano con tan mala leche, que dice que « siéntate a tu puerta y verás pasar el cadáver de tu enemigo ».

Strache sin duda hizo que el escozor de la herida de Kurz aumentase varios grados cuando le dijo que « podía saber cómo se sentía » y le recordó que « la familia es lo más importante ».

No se sabe quién colgó pero, al haber corrido Strache un tupido velo sobre el asunto, es muy probable que Kurz le soltase algún improperio (como es un caballero cristiano, democristiano, a lo más que llegaría sería la cosa a llamarle « mongolo » o « gilipichis » o le citase a Chertoston, si le llega el caletre para eso) y luego, colgase.

Strache ha dicho que se siente compensado por las fatigas que tuvo que pasar por el escándalo de Ibiza y que, al fin y al cabo, lo que Kurz ha sembrado es lo que ha recogido.


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