Manifestarse a las siete de la mañana

El caso del crío de nueve años que tuvo que examinarse al raso ha tenido una continuación. Por suerte, esta vez los mordiscos han venido de un animal de cuatro patas.

18 de Enero.- Recordará sin duda el curioso lector el caso del niño que, con el exacto consentimiento y presencia de sus padres, hizo un examen no obligatorio al raso, a la temperatura que es fácil suponer para esta época.

La noticia ha tenido hoy una continuación y es que frente al colegio a donde acudía el churumbel se ha producido una manifestación de unas cuarenta personas, las cuales protestaban por los hechos (!).

Los convocantes, en el mejor estilo de Gila (q.e.p.d.) habían anunciado al enemigo que iban a atacar a eso de las siete de la mañana (porque al que madruga, como es sabido, Dios le apoya). La convocatoria de la manifestación decía que el guateque sería a unos cien metros de edificio en donde, de ordinario, la chavalería aprende los afluentes del Danubio o la tabla del nueve.

Las autoridades, temiéndose lo peor (ya se sabe que los negacionistas no se andan con chiquitas) decidieron proteger a las criaturas de los energúmenos mediante una barrera física, y obtuvieron el concurso de cuatro psicólogos, a fin de que contestaran las preguntas que, sin ninguna duda, les surgirían a los infantes y a las infantas.

A las siete, momento en el que los críos empiezan aquí la escuela, ya estaban los cenutrios a la puerta del centro educativo, portando pancartas de confección casera en las que podían leerse exhortaciones a dejar a los críos en paz (Hey! Teacher! Leave the kids alone!) y con los consabidos lemas a propósito de las mascarillas y demás.

Por supuesto, no a cien metros de la escuela, sino en sus mismas puertas.

Aunque los ánimos, como es comprensible, estaban muy caldeados, los únicos mordiscos que se han registrado esta vez no han provenido de los manifestantes, sino de un perro que le ha rasgado el pantalón a uno de los policías que estaba de servicio intentando poner sensatez en el esperpento (tarea, sin duda, nada fácil).

De cualquier manera, y en previsión de disturbios, tocaban a más de un policía por manifestante.

Y mientras tanto, sin duda se preguntará el lector qué ha pasado con el chiquillo que, como un personaje de Edmundo d´Amicis, tuvo que hacer el examen al fresco para que sus padres pudieran agitar las redes sociales.

Ajeno (o quizá no) al bochinche, el pobre muchacho está en otra escuela, en una localidad cercana. Acude a sus clases con toda normalidad (y con la mascarilla puesta) lo cual quizá sea un indicio que apunte a que sus padres tenían un interés espurio.

Con el tiempo se ha sabido también otro detalle picante relacionado con el asunto, y es que el certificado médico con el que los padres pretendían librar a su hijo de las clases estaba firmado por un medicastro al que se le ha retirado el permiso para ejercer debido a sus “opiniones” a propósito de las vacunas y del coronavirus (sería partidario de la lejía y del desparasitador caballar, seguramente).

Por cierto, el asunto (el del crío que ha tenido que hacer el examen al fresco) se encuentra en manos de la justicia. El abogado que asesora a los padres del chiquillo ve en la actuación del colegio una falta muy grave, mientras que la defensora del menor del Gobierno de Estiria ve una “instrumentalización” del caso por parte de los negacionistas, antivacunas y otra gente descomunal.


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