La guerra de Ucrania ha resucitado una palabra que los europeos (y los austriacos) tenían olvidada: la inflación. Así pretende el Gobierno atajar la subida de los precios.
20 de Marzo.- Llevamos casi un mes de guerra en Ucrania. Desde que el ejército de la Federación Rusa emprendió una acción inédita en Europa desde la segunda guerra mundial, el relato que se ha ido extendiendo es que Vladímir Putin se encuentra metido en un fregado del que no sabe bien cómo salir y que corre el riesgo de terminar como varias de las últimas guerras emprendidas por el gigante euroasiático: o sea, muy mal.
Entretanto, la guerra ha producido un efecto bastante desastroso en los precios de los combustibles fósiles rusos, de los cuales Europa (de momento) es tan dependiente.
Asimismo, tanto los invasores como los pobres invadidos son además productores de varias materias primas que el mundo necesita mucho. Por ejemplo, cereales. Por ejemplo, plantas como el girasol, que sirven para producir aceites.
Esta situación tan indeseada como indeseable ha coincidido con el agravamiento de otro mar de fondo en la economía mundial: la recuperación de la pandemia ha producido que todas las economías mundiales se hayan puesto a necesitar materias primas y servicios al mismo tiempo. Estos recursos, que ya eran escasos antes, no pueden cubrir toda la demanda mundial.
Así pues ha sucedido como vaticinaban mis grisáceos profesores en la Universidad: cuando hay un bien cualquiera que es más escaso que la demanda que hay de él !Patapumba! Sube el precio.
Y esa subida de precios (lo estamos viendo ahora en España) provoca, aparte del descalabro económico, un peligroso descontento popular.
Todos los Gobiernos llevan el último mes intentando atajar un problemón que la estabilidad de la Unión Europea nos había hecho olvidar: la inflación. La subida de los precios.
Hoy se han presentado en Austria las medidas que el Ejecutivo de Viena, tras un tira y afloja en donde la ideología ha tenido mucho que decir, ha tenido mucho que decir.
Desde el principio, los dos partidos que forman la coalición han intentado llevarse el gato al agua o, por lo menos, han intentado conciliar dos extremos irreconciliables. Por un lado, que una economía muy dependiente de los derivados del petróleo, siga funcionando. Por otro, que no se pare el movimiento de esa misma economía hacia formas de energía más limpias y más respetuosas con el clima.
Hoy se han presentado las medidas producto de esas negociaciones y, de momento, el marcador del partido es Gasolina uno, Renovables cero.
Veamos:
-Los impuestos sobre la electricidad y el gas se van a reducir en un 90% hasta el 30 de Junio de 2023. Esta es la rebaja más alta que el Gobierno se puede permitir sin vulnerar la legislación europea.
-El Pendlerpauschale, o sea, el dinero que el estado da como ayuda al transporte a los trabajadores va a subir un 50%, también hasta el 30 de Junio del año que viene.
–El precio de los transportes públicos (aún está por definir cuáles y en qué medida) se va a bajar en 150 millones de Euros. Esto se hace al objeto de incentivar el uso de esos transportes públicos.
-Los autónomos y las pequeñas y medianas empresas que necesiten combustibles para su actividad (transportistas, por ejemplo) recibirán una bonificación que va a costarle al Estado austriaco 120 millones de euros.
-Por último, se van a invertir 250 millones de euros en instalaciones productoras de energía eólica y solar.
El Gobierno ha recalcado que estas medidas son el producto de un fluido intercambio con los agentes sociales (Wirtschaftskammer, Arbeiterkammer, sindicatos…) y que se van a celebrar reuniones en las que se evalúe preiódicamente la evolución de los costes de la energía, al objeto de implementar más medidas si fuera necesario.
El ejecutivo ha lanzado también un mensaje de tranquilidad. La Ministra de Medio Ambiente, Leonore Gewessler, ha dicho que el objetivo del Gobierno es que Austria sea un país en el que nadie tenga que preguntarse si puede pagar la luz o la calefacción (amén).
A medio y largo plazo, el Gobierno (y la Unión) trabajan en que Austria sea un país energéticamente independiente. Los representantes del Gobierno han recordado una obviedad que a pocos parece alcanzársele y es que ni “el sol ni el agua nos pasan la factura” (después de darnos la energía, claro). Cosa que, como estamos aprendiendo dolorosamente estos días, sí que hace el putín de Vladímir y sus oligarcas.
El Gobierno austriaco se ha puesto a la tarea de gestionar las consecuencias de la guerra de Ucrania. Vuelven las restricciones a causa de la CoVid (por lo menos en Viena). Todos los suscriptores recibieron ayer la versión compacta de las noticias de la semana, cómodamente en su correo electrónico.
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