El jefe de los ultraderechistas vieneses, Dominik Nepp, ha cargado contra Volodimir Zelenski y contra la política de acogida de refugiados del Gobierno austriaco. Va a tiro hecho (y nunca mejor dicho)
30 de Marzo.- La invasión rusa de Ucrania ha sido la causa de que más de cuatro millones de personas, en su mayoría mujeres y niños, hayan abandonado el país intentando encontrar protección en los países vecinos.
Más de cuatro millones de personas han buscado refugio primero, en países vecinos a la república invadida. Para muchas, Hungría, Polonia y Moldavia han sido una estación de paso. La mayoría de las veces con lo puesto, apenas unas cuantas pertenencias recogidas apresuradamente en una mochila o en una maleta, han seguido viaje hacia países de Europa occidental en donde la colonia ucraniana es mayor, como es el caso de Alemania o de la propia España.
Hasta el momento, la ola de solidaridad que ha acogido a estas gentes ha tenido pocos precedentes. La Unión Europea, en los primeros días de la guerra, activó legislación prevista para momentos de catástrofes. Las ciudadanas de Ucrania que han llegado a la Unión tuvieron, desde el minuto uno, los mismos derechos que los ciudadanos comunitarios, acceso libre al mercado de trabajo. Sus niños, acceso a la escolaridad.
Experiencias anteriores, sin embargo, nos indican que este ambiente solidario y favorable a la acogida puede cambiar.
No es imposible que la integración en las sociedades europeas de estas personas refugiadas produzca fricciones. Se abren no pocas incógnitas. Por ejemplo, y no menor ¿Cuál será el efecto en el mercado de trabajo austriaco de las doscientasmil personas que se espera que Austria tenga que acoger en los próximos meses? ¿Habrá, como decía la canción „camas para tanta gente“? ¿Cómo evitará el Gobierno austriaco que empresarios sin escrúpulos se aprovechen de la necesidad de estas mujeres que lo han perdido todo y necesitan imperiosamente trabajar?
Como ya ha sucedido antes, la extrema derecha austriaca va a intentar capitalizar este descontento. Ha empezado a hacerlo ya, de hecho, aunque para hacerlo haya tenido que hacer algo que no es popular en estos momentos: hacer manifestaciones si no a favor de Vladímir Putin (aún no están los tiempos tan maduros para eso) sí intentando desacreditar, en primer lugar a Volodimir Zelenski y naturalmente, al propio estado ucraniano.
El jefe de la ultraderecha de Viena, Dominik Nepp, en una entrevista ha tenido palabras muy duras contra Zelenski, calcadas -no podía ser de otra manera- de la propaganda del régimen autoritario de Moscú.
Textualmente, y quizá abusando del coloquialismo, ha dicho que „le toca los huevos (sic) que el Sr. Zelenski sea reverenciado en occidente solo porque está contra Putin“.
También ha pedido que se establezca un cupo de acogida de las personas que huyen de los crímenes de guerra de las tropas rusas.
A Nepp, según propia confesión, le molesta sobremanera ver coches ucranianos por las calles de Viena (muchas de las personas que han conseguido huir de Ucrania lo han hecho utilizando sus propios coches).
Nepp ha clamado contra el según él corrupto estado ucraniano en el que „con dinero se puede conseguir todo“ (quizá habría que recordarle, no sé, cierta villa en Ibiza y lo que pasó aquella tarde cuando ingentes dosis de Red Bull nublaron el entendimiento a miembros prominentes de su propio partido). Según el jefe de los ultraderechistas vieneses, los oligarcas ucranianos venían en sus „cochazos“ a beber vino en Viena y luego se marchaban a Kiev por donde habían venido.
Por afinidad ideológica son bien conocidos los lazos que han unido (y probablemente, en la sombra, aún unen) a la Federación Rusa con los partidos de extrema derecha europeos.
Hasta hace nada (oportunamente, finales del año pasado, qué casualidad) el FPÖ tenía un acuerdo de colaboración con el partido de Vladímir Putin y son famosas las fotos de varios jerifaltes del FPÖ (entre ellos Kickl) en la Plaza Roja de Moscú.
El partido de Putin también ha financiado el Front Nationale de Marine Le Pen, con créditos muy favorables.
Los partidos de extrema derecha europeos han sido agentes activos de la propaganda de Moscú y sobre todo han intentado desestabilizar la Unión Europea desde sus grupos en el Parlamento Europeo.
Los vínculos con Moscú de Fidesz, el partido de Victor Orbán, han hecho que surjan discrepancias en el llamado Grupo de Visegrado, en el cual Austria, durante el periodo en el que la extrema derecha estuvo en el Gobierno, ejerció como una especie de „miembro invitado“ que se proponía mediar para tender puentes entre los ultraconservadores y el resto de la Unión.
El rechazo de Hungría a que pasasen por su territorio armas para Ucrania y su tibia condena a la guerra han sido las razones de estas discrepancias.
Como antes sucedió con las vacunas, la extrema derecha austriaca ha calculado que, quizá en unos meses, empezará a surgir el descontento.
Allí estarán ellos, dispuestos a aprovecharlo.
Esta semana, en La Tarde en Directo, María nos estuvo explicando la causa de por qué ha habido tantos temblores este año en la zona de la cuenca de Viena así como un montón de detalles curiosos a propósito de la medición de los sismos. ¿Sabías que llevas un sismógrafo en el bolsillo? Si te lo perdiste el domingo, ya puedes verlo aquí.
Recuerda que puedes disfrutar del programa completo en formato podcast, aquí
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