El robo y “la fraude” aumentan en Austria

En la lucha contra el robo y “la fraude” el Gobierno no descansa. 4344 denunciados y varios millones de euros. Con el sistema social no se juega.

18 de Julio.- Antes de empezar este artículo me gustaría dejar por escrito algo que tiende a olvidarse: la inmensa mayoría de las personas que perciben prestaciones del Estado (desde el pensionista que recoge el fruto de toda una vida de trabajo, hasta el desempleado que no tiene que dedicarse a robar bancos para poder comer, pasando por la familia que recibe una ayuda para los estudios de sus hijos) son de una honradez intachable.

Lo digo, porque noticias como las que voy a dar ahora son el combustible favorito de las elucubraciones de personas que abominan de que sus impuestos se utilicen para, según ellos, “financiar la vida de vagos y maleantes”. Y, naturalmente, si esos presuntos son, además, como nos pasa al que escribe esto y a la mayoría de los lectores de este blog, extranjeros, pues apaga y vámonos Manola que viene Manolo.

Dicho esto: en 2021 se presentaron en Austria 4344 denuncias por recepción de prestaciones fraudulentas. Esta cantidad representa una subida de algo menos de un 14% en comparación con 2020.

El Gobierno calcula que estos fraudes causaron un perjuicio a la hacienda pública, esto es, a todos nosotros, de 19,3 millones de Euros.

El Ministro del Interior, Gerhard Karner, ha resaltado durante la presentación que “tenemos que proteger nuestro sistema social para aquellos que necesitan ayuda realmente” y ha continuado diciendo que “hace falta una red social par las personas que necesitan prestaciones sociales. Pero también control y protección, en favor de los contribuyentes”.

Amén.

Durante la presentación del informe, como es natural, se ha abundado mucho en los casos más pintorescos, como el del piernas aquel de Innsbruck que tenía a su madre bien conservadita en el sótano de su casa para seguir cobrando la pensión, y que fue desenmascarado por el celo profesional de un cartero.

Este era austriaco pata negra, pero también hay tunantes y tunantas con otros pasaportes, como una hija de Bosnia que cobraba el paro y la ayuda que le sucede (la famosa Notstandhilfe) pero que tenía 17 casas (¡17!) y una mansión en Croacia que alquilaba por vacaciones (uno se la imagina yendo al AMS vestida con sus mejores harapos). Y también un sirio que cobraba a distancia las suculentas ganancias de un olivar que le permitía tener el riñón bien cubierto.

Dentro de las conductas denunciadas también hay algunas que están, tácitamente, algo mejor vistas, como viajar al extranjero cuando se está cobrando el paro. El Ministro ha recordado el caso de un fulano que había estado 320 días en el extranjero mientras en su cuenta se iban amontonando los euros.

Y el fraude no es solo cosa de pobres. También las empresas defraudan, y mogollón, además.

Una cadena de supermercados, turca para más señas, con un millar de empleados, los tenía contratados a la española (con perdón) o sea, sobre el papel trabajaban cuatro horas y en la realidad trabajaban ocho. Lo mismo con los falsos autónomos, esos esclavos de nuestros días, que nos traen a casa las porquerías que come Martin Sheen en la no menos asquerosa “Dos hombres y medio” para que nos hagamos la ilusión de que comemos como los americanos.

Las empresas y personas que hacen el mal no solo tienen que devolver el dinero que han recibido del Estado de manera fraudulenta, sino que también se enfrentan a multas y otras consecuencias legales.

El que la hace debe de pagarla. Por el bien de todos.


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